El nido urbano: somos todos
Un documental comprometido,
sobre un tema banalizado a diario
Un drama social que lejos
de ser una moda se volvió tendencia
en las dos últimas décadas.
El número de personas en situación
de calle es una constante ascendente instalada,
y la falta de políticas verdaderamente
asistencialistas que logren comprender la
gravedad del asunto y estar a la altura
de lo que se requiere, nos hace pensar que
así como en la India se logran bajar
los índices de desempleo considerando
al mantero como un trabajador digno –aún
cuando se sabe que la mayoría de
ellos carecen en muchos casos de una alimentación
ordenada, agua potable, refrigerio, etc.-;
del mismo modo pareciera que Buenos Aires,
“la ciudad que nunca se apaga”
, podría redoblar la apuesta modificando
los criterios de vivienda digna y transformar
la calle en el cálido hogar de todos.
Por supuesto que el Estado haría
esto solo para no responsabilizarse por
la acefalia que padece. ¡Ironía
a parte!
El documental es un completo
quita-velos. La dinámica de los desalojos;
los jueces que se desentienden de la ley
única; la falta de procedimientos
condescendientes con lo que un desalojo
produce: ¿A cuántas personas
se dejan en situación de calle? ¿Cuántos
menores hay? ¿Cuántos ancianos
hay?; el leimotiv de los falsos créditos
de urgencia que solo sirven para calmar
a la clase media acomodada y quitarle a
los que menos pueden el ápice de
dignidad que les queda; las ataduras que
la situación de calle produce; la
búsqueda de techo en instituciones
que, lejos de ser asilos todo terreno, se
convierten en forzada costumbre de muchos:
hospitales psiquiátricos que a menudo
reciben en sus guardias a personas con sus
bolsos, y el hecho de que sean internados
allí les asegura aunque más
no sea un plato de comida y un lugar donde
descansar.
Pero nunca alcanza.
Este pobre Estado, con gran esfuerzo, solo
puede brindar una cama cada tres personas.
Por eso termina convirtiendo la vida de
aquellos en un reality show, en donde la
mayor prueba es sobrevivir a la calle durante
dos años. Pasado ese tiempo, un plan
o algún que otro proyecto los resarcirá
temporalmente por la lucha. ¡Aquí
los que menos pueden!
Por otro lado una cantidad
de testimonios de personas que durante décadas
lucharon vigorosamente por hacerse de su
propio hogar con trabajo, sudor y lágrimas.
Coexistiendo con la ambición de empresas
multinacionales y el estado enmascarado,
que en desmedro de los que viven de la puerta
para afuera, construyen día y noche
moles de concreto con subdivisiones internas
(llamadas “departamentos”) qué
sin mucha pérdida podrían,
con solo unos pares, colaborar justamente
con los ya mencionados.
Una de las entrevistadas
se autodefinía como carne atontada.
“Ahora vení a comer acá,
ahora dormí allá, ahora correte”,
una mujer que durmió durante meses
en Plaza Once (y digo “durmió”
porque ella misma menciona que aquello no
fue vida), y supo capitalizarse y resurgir
de aquello, para ahora poder contarlo desde
su habitación. ¡Nadie le ofreció
siquiera una mirada!
Buen punto de partida
para autoevaluarnos y vernos con mayor verdad,
aunque ciertamente no sea la más
hermosa. Estamos todos muy comprometidos,
y en el peor de los sentidos. El nido urbano:
sobre un sistema que se encausa, sin encausarnos.
Jeanette Moro
[email protected]