El nombramiento de
Lino Barañao
Monsanto,
los clanes Kirchner y Macri
y un común denominador
En esta lucha tan
ardorosa, que parece campear en nuestra
América Lapobre, entre progresistas
y neoliberales o, si se quiere, entre inclusionistas
y promitentes demócratas made in
USA, algunos puntales permanecen inamovibles.
Es el caso de Lino Barañao,
actual ministro de Ciencia y Técnica.
Durante el menemato, a fines, alcanzó
la jefatura de CONICET, nombramiento y premio
seguramente vinculado con su pasaje como
investigador por universidades en EE.UU.
Con el cambio de
siglo formó parte del equipo monsantiano
que logró implantar una hormona transgénica
en las vacas para incrementar su “producción”
de leche.
Se trató
de una transgénesis que fue muy cuestionada
por varias autoridades bromatológicas
y alimentarias, por ejemplo, en la Unión
Europea y en Canadá.
Por lo cual, EE.UU. y Argentina quedaron
como únicos cultores de tal “adelanto”
tecnocientífico.
La implantación
de somatropina en EE.UU., su cuna, no fue
hecha con facilidad. Samuel Epstein, un
muy destacado oncólogo estadounidense
que pusiera al desnudo la pésima
política del establishment médico
de EE.UU. ante los cánceres, cada
vez más omnipresentes en la sociedad,
dijo sobre la somatropina: “Con la
complicidad de la FDA [Food and Drug Administration.
Dirección Federal de Alimentos y
Medicamentos de EE.UU.] el país entero
está siendo sometido a un experimento
que implica la adulteración de la
dieta común establecida de antiguo,
por un producto biotecnológico de
pobres características y sin etiquetar…
esto supone grandes riesgos potenciales
para la salud de toda la población
estadounidense.” (1)
Pero 'para eso están
los amigos'. Argentina se convirtió
en el aliado principal de EE.UU. en la implantación
de dicha hormona, siendo el primer estado
nacional con producción de leche
transgénica con tal hormona. Y sin
tantos cuestionamientos como los vividos
“en casa”. Lo ha recordado con
orgullo Lino Barañao. (2)
Lógicamente,
para que el plan tuviera éxito, la
soja GM vino con mucho dinero bajo el brazo.
Esa alianza iba a prosperar: durante el resto del s. XX EE.UU.
y Argentina fueron los únicos estados
del planeta que cultivaban soja transgénica.
Una vez más, desde EE.UU. se diseñaba
la política con una estrategia tecnocientífica
y en Argentina se aplicaba dicho diseño.
Se trataba de un proyecto de grandes proporciones
puesto que con el s. XXI, la soja GM pasó
a extenderse por buena parte de la humanidad.
La craneoteca del
USDA (United States Department of Agriculture;
Ministerio de Agricultura de EE.UU.) creía
que iban a alimentar al mundo con cultivos
transgénicos “plantados en
las praderas norteamericanas y en las pampas
argentinas”(3). De
allí esa exclusividad de la Argentina
del menemato; una satelización integral
y gozosa.
Lógicamente,
para que el plan tuviera éxito, la
soja GM vino con mucho dinero bajo el brazo.
Fue el acuerdo fáustico que estableció
el USDA con el elenco político-gremial
y tecnocientífico argentino de entonces
(el Poder Ejecutivo, la CONABIA y los sojeros).
Se cosechaban dólares a granel apenas
a cambio de “una pizca” de contaminación;
difusión de agrotóxicos y
de formas de vida sin antecedentes…
que podían salir bien o no se sabe…
genes sin experiencia alguna anterior.
Imagen de France Nature Environnement
www.fne.asso.fr
La aparición
de los dólares provino de la maravillosa
estructura del mercado de valores agropecuarios
asentado en Chicago, EE.UU., que entre otros
instrumentos para valorizar la soja fomentó
la venta a futuro, un mecanismo que facilita
enormemente los sobreprecios. En Argentina
durante años, los dólares
parecían cumplir aquel adagio de
que “caían de las ramas de
los árboles”, en rigor de las
matitas de la soja.
El ejecutor de esa
política fue, en EE.UU. y en Argentina,
Monsanto.
A caballo de lo que los gobiernos llaman
desarrollos científicos, aunque en
realidad se trata de caminos elegidos para
determinado desarrollo científico
totalmente contingente, la soja transgénica
implantada en Argentina como país
laboratorio, o mejor dicho, país
cobayo, se hizo permanente.
Ni la Alianza ni
los gobiernos transitorios del 2001 procuraron
desembarazarse de ella. ¡Cómo
para perder la gallina de los huevos de
oro!, justo en el momento histórico,
único, en que las materias primas
periféricas tenían buena cotización
en el mercado de Chicago.
Si la gallinita
a la vez envenenaba el aire, el agua, la
tierra… era un asunto menor. Que “escapaba”
a la ciencia, mejor dicho a los titulares
de las empresas que se presentan como tecnocientíficas.
Ahora ya sabemos: los principales afectados
fueron, son, “los pobres del campo”.
En realidad, hace
tiempo lo sabemos o deberíamos saberlo:
la política alimentaria de EE.UU.
es la que convierte a los alimentos en “arma
de destrucción masiva” como
tan gráficamente nos lo expresara
Paul Nicholson en su momento coordinador
de la región europea de la Vía
Campesina.(4)
Con antecedentes, como su
estrecha colaboración con Monsanto,
no es de extrañar que el gobierno
K nombrara a Lino Barañao ministro
de Ciencia y Técnica. “La década
ganada” conservó celosamente
la orientación tecnocientífica
que había desembarcado en el país
durante el menemato.(5)
Lo anterior no quiere decir que el kirchnerismo
haya sido la continuación del menemato;
el mismo Barañao en su gestión
K puso el acento en lo nacional en diversos
aspectos, a diferencia de la colonización
mental y satelitaria del menemato, porque
el gobierno K es lo más parecido
a la primera presidencia de Perón
que ha vivido la Argentina en el último
medio siglo.
Pero hay permanencias, como la sacralización
que se invoca de lo tecnocientífico
como un saber incuestionado e incuestionable.
Por eso lo abrazaron los menemistas para
vehiculizar su entrega a “las relaciones
carnales”; lo abrazaron los kirchneristas
para reinstaurar un ciclo inclusionista
de distribución (parcial, por cierto)
de la riqueza; lo abraza el elenco Macri,
porque esto -pese a la frase gancho de “Cambiemos”-
NO se cambia…
¿Acaso
los científicos como Lino Barañao
no se han dado cuenta que sus “adelantos”
y “progresos” van dejando, sistemáticamente,
el tendal?
Declaraciones muy recientes
de Lino Barañao hacia el final del
ciclo K han sido significativas: “Mi
principal compromiso es más pragmático
que ideológico.”(6)
Esta forma de pensar, tan característica
en EE.UU., presupone que se puede actuar
objetivamente, sin sesgo ideológico.
Que se puede actuar sin ideología.
Y que los que pueden hacer eso son, claro
está, los científicos. El
saber científico como un saber incontaminado.
Ya vamos a ver lo
que semejante pureza ha significado en el
desarrollo real de la modernidad en que
estamos sumidos.
Pero antes rematemos
el análisis de las tan frescas declaraciones
de LB. Ya vimos que NO es “ideológico”.
Nos dice que es “pragmático”.
Lo que presupone un valor primordial de
lo pragmático. Poniendo lo utilitario
por encima… ¿de qué?,
¿de la salud?, ¿de los seres
vivos? Porque eso es precisamente lo que
vemos: que el desarrollo tecnocientífico
que se ostenta está volcado a la
destrucción sistemática, a
manos de científicos y técnicos
pragmáticos, extractivistas, eficientistas,
de todo el planeta, cada vez más.
A la extracción y al uso, aprovechamiento
inmisericorde de todo lo existente, tanto
lo mineral como la biodiversidad; la flora
y la fauna. Sin medir consecuencias ni secuelas,
en el aire, en el agua.
Tendríamos
que decir que la ciencia y la técnica
que la modernidad nos ha deparado nos ha
servido primordialmente para poder gastar
por encima, muy por encima, de nuestros
recursos. Como decía muy bien Friedrich
Soddy, hace casi un siglo, consumiendo en
un par de siglos la energía solar
acumulada bajo la forma de petróleo
que le llevó al planeta varios millones
de años elaborar. Y lo que llamamos
“desarrollo tecnocientífico”
no nos ha servido sólo para aprender
a dilapidar: la ciencia y la técnica
-eso sí, bien pragmáticas-
nos han servido asimismo para desentendernos
de nuestros desechos que ahora han alcanzado
todos los rincones del planeta, envenenándolo.
Y no cualquier rincón: los plásticos
blandos ocupan superficies oceánicas
de mayor tamaño que países
como Argentina… y tales “islas”
de ruptura radical de ciclos bióticos,
es decir de muerte, se repiten ya en todos
los océanos. Y sin embargo, hay algo
aun peor: tal vez lo crucial es que el principal
reservorio de vida de todo el planeta, -los
fondos oceánicos- están recubiertos
en un porcentaje altísimo por partículas,
a veces microscópicas, de plástico,
que interrumpen así toda cadena biótica.
En realidad, más que “ciencia
y técnica” lo que nos ha conducido
al presente callejón sin salida aparente
han sido quienes se han arrogado su representatividad;
los grandes consorcios, civiles y militares
que motorizan la modernidad.
Además de
dilapidar, y “producir” desechos,
hemos aprendido entonces a desentendernos
de ellos.(7) Nosotros nos
desentendemos de nuestros desechos, pero
ellos vuelven sobre nosotros aniquilando
los circuitos vitales.
Y eso es en gran medida, porque nuestras
ínfulas sobre los desarrollos tecnocientíficos
no han sabido medir consecuencias o secuelas,
o mejor dicho, se han despreocupado de ello.
Un ejemplo bien
claro de esa ignorancia arropada en suficiencia:
la “ciencia” económica.
Hizo buena parte de sus desarrollos basados
en la noción de externalización
de costos. Sólo así las empresas
más modernas no solo cubrieron sus
costos sino que, detalle agravante, obtuvieron
sus (fastuosas) ganancias (y los deslumbrantes
avances, es cierto). Pero la externalización
de costos, el pagadiós, como el boomerang
australiano, está alcanzándonos.
En agua degradada, en temporales más
frecuentes, en aumento del nivel del mar
océano, en derretimiento de las nieves
y los polos, en aumento de radiactividad,
en atmósfera con menos ozono, en
alimentos cada vez más artificializados,
en cánceres, en infecundidad.(8)
Estamos forjando una humanidad a la vez
más sabia y más ciega, con
mejoras en la calidad de vida, en el conocimiento,
y más frágil y menos potente,
aunque disponga cada vez más de mejores
prótesis.
Siempre ha habido
dos, varias humanidades; la de amos y esclavos,
la de ricos y pobres… y aunque los
desarrollos tecnocientíficos alcancen
ahora a casi todo el mundo, el abismo, la
grieta, que separa privilegiados y desamparados
sigue ahondándose.
Cada vez son menos
quienes tienen la mitad de la riqueza cada
vez más grande del mundo y controlan
la economía planetaria. Una plutocleptocracia.
La que nos quiere hacer creer que estamos
sólo en el mejor de los mundos, que
nunca hemos tenido tantos chiches, tanto
tiempo libre, tantas posibilidades a nuestro
alcance, con avances realmente formidables
en investigación, en cirugía,
en velocidad, en los medios de transporte,
en los de comunicación.
Nos cuesta darnos
cuenta que estamos mejor y peor a la vez
y el cuadro se dificulta cuando los cientificistas
invocan incluso el desarrollo sustentable...
Únicamente si vemos el deterioro
generalizado del planeta, la pérdida
de biodiversidad, la contaminación
generalizada de los mares, la expansión
irrefrenable de las alteraciones hormonales;
peces con ambos sexos pero atrofiados; gaviotas
norteamericanas que confunden funciones
sexuales y constituyen parejas con dos hembras
(9), podemos darnos cuenta
que no todo anda tan bien como se nos quiere
hacer creer.
¿Acaso los
científicos como Lino Barañao
no se han dado cuenta que sus “adelantos”
y “progresos” van dejando, sistemáticamente,
el tendal?
Lino Barañao
representa de manera estable, continua,
la ciencia que nos está llevando
al abismo, en todo caso, al paraíso
y al abismo. Una ciencia pragmática
como con perspicacia, tal vez involuntaria,
lo ha expresado el mismo actual ministro
de Ciencia y Técnica.
Su nombramiento,
una vez más, nos muestra el hilo
conductor de la sociedad que vivimos. De
la sociedad que algunos cráneos nos
están diseñando para vivir.
¿Vivir?
Luis E. Sabini Fernández
[email protected]
Notas al pie y bibliografía
En http://revistafuturos.noblogs.org puede
leer la nota completa, acá está
brevemente acortada.
(1) Ecologistas en acción, no 15,
Madrid, dic. 1998.
(2) Diario de Río Negro, 2/10/2003.
(3) Dennis Avery, Hudson Institute, Indianápolis,
1995.
(4) Vía Campesina es la internacional
de trabajadores rurales a la que pertenece,
p. ej., el MST brasileño. Entrevista
publicada en futuros, no. 6, Río
de la Plata, otoño 2004.
(5) En realidad viene de lejos. Expresa
sencilla y lacónicamente la relación
entre el centro planetario y la periferia
colonial o neocolonial; esa relación
es de dependencia y hasta de deslumbramiento.
Por eso en EE.UU. se pueden rastrear los
Epstein y en Argentina los Barañao.
Pero eso cambia. Lo probó Andrés
Carrasco. Pese a lo que podría preferir
el flamante gobierno de Argentina 2015:
conservar la fe en una ciencia apolítica.
(6) La Nación, Buenos Aires, 3/12/2015.
(7) El significado del reciclado, la recuperación
y otras eres que se han ensayado no cambian
la estructura general de nuestra sociedad,
que en términos económicos
es lineal -extracción, industrialización,
consumo, desechos- y no circular como eran
las sociedades tradicionales -elaboración,
uso, reúso, recuperación,
compostaje-. Los intentos, es cierto que
cada vez más frecuentes e intensos
para recuperar desechos, no modifican sustancialmente
el cuadro, sobre todo, porque mucho de lo
que se recicla es cuidado de imagen, modificaciones
cosméticas. Lo cual no significa
que no haya que hacerlo; sencillamente advertir
que NO es la solución.
(8) En EE.UU. se han hecho estadísticas
sobre la calidad espermática: a lo
largo de las cinco décadas de la
segunda mitad del s XX, la calidad espermática
de los estadounidenses ha disminuido escalón
a escalón sin interrupción.
Y lamentablemente como todo lo del americanway
of life este dato escalofriante también
nos alcanza a todos, a lo sumo, apenas diferido
(OurStolenFuture, hay traducción
al castellano; Nuestro futuro robado; Colborn,
Myers y Dumanovski, Ecoespaña, Madrid,
2001).
(9) Estudios de campo relevados en el libro
precitado, OurStolenFuture.
En http://revistafuturos.noblogs.org puede
leer la nota completa, acá está
brevemente acortada.
“Agua con sal”
De modo lamentable, hace un
tiempo, el ministro de Ciencia, Tecnología
e Innovación Productiva de la Nación,
Lino Barañao, al participar del programa
Pariendo Sueños, que conduce la presidenta
de la Asociación Madres de Plaza de
Mayo, realizó comentarios que halagaron
las propiedades del herbicida glifosato, de
Monsanto. Destacó además, en
contra de la presunción de su entrevistadora,
Hebe de Bonafini, las características
atóxicas y seguras del producto respecto
de la salud humana.
Al afirmar que el glifosato
mata las plantas, Hebe de Bonafini agregó:
“A personas, también”,
a lo que el funcionario nacional respondió:
“No está probado. Hay gente que
se ha tomado un vaso de glifosato para suicidarse
y no le pasó nada”. Y luego continuó
explicando que el herbicida podría
ser tan dañino como “el agua
con sal”.
Cabe agregar que hay muchos
casos de suicidios de campesinos por vía
de la ingestión de este veneno. Que
por otro lado está produciendo muchísimas
enfermedades y malformaciones.