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COP 21

El calentamiento del clima planetario

En el número anterior de El Abasto rescatamos el Congreso de los Médicos de Pueblos Fumigados, realizado en Argentina a fines de 2015.
   A mediados de diciembre, es decir simultáneamente, tuvo lugar otro encuentro altamente significativo para los seres humanos y el planeta en general. Pero no en el marco de la Argentina, sino en un encuentro con alcance, al menos formalmente, planetario: la conferencia de la ONU sobre el calentamiento global.
    Con la sigla (en inglés) COP. Esta última COP, 21, le corrigió la plana a otra encuentro mundial anterior, la COP 16, llevada a término en Cancún, México, en 2010, que había llegado a aceptar por abrumadora mayoría el poner como límite al calentamiento 2 grados centígrados. Muchos ya habían advertido que el calentamiento promedio de 2 grados centígrados iba a resultar devastador. Por el derretimiento de los polos, el aumento de los temporales, la desertficaciòn y muchos otros trastorno planetarios. Y la delegación boliviana quedó entonces en absoluta minoría, votando sola por aceptar 1 grado de aumento, no 2.


   Entre 2010 y nuestro presente, el aumento del nivel de los mares se ha ido haciendo más patente para pequeños territorios insulares, como Tokelau, Tuvalu, Kiribati, con escasos miles de habitantes, en el océano Pacìfico o en el Índico, o el no tan pequeño archipiélago de las Fiji (con cientos de miles de habitantes). Y sus representantes han advertido que la frontera de 2 grados de aumento del calentamiento los deja… sencillamente debajo del mar.
    Y del torbellino de negociaciones entre los representantes de los estados reunidos en la ONU, donde los asesores empresarios, los titulares de técnicas, tienen gran predicamento, a lo largo de 2015 vuelve a bajarse el tope propuesto, esta vez de los 2 grados antes concedidos a 1,5.
   Podríamos alegrarnos por esa disposición a frenar, siquiera parcialmente el calentamiento global.
    Sin embargo, las noticias no son tan auspiciosas como los números indicarìan. Así como el encuentro de Kyoto de 1997, la COP 3, aprobó un mecanismo financiero para “salvar al clima” mediante el mercadeo de cuotas de “aire caliente” (recalentado, producido por las industrias), algo que no ayudó en modo alguno a frenar el calentamiento sino únicamente a que especuladores financieros consiguieran buenos dividendos vendiendo bonos de tal “aire” mientras el calentamiento físico, material, siguió su marcha ascendente y suicida para el equilibrio planetario, ahora en la COP 21, han aparecido -no es la primera vez- los representantes de soluciones llamadas geoingenieriles, que prometen “capturas tecnológicas” del dióxido de carbono (principal gas del efecto invernadero, por el cual está aumentando la temperatura global como lo atestiguan registros desde 1750). Se trata de planes para capturar este gas e introducirlo bajo tierra de modo tal, aseguran, que no reaparezca. Como bien explica la investigadora del grupo ETC, Silvia Ribeiro (en sus notas publicadas en La Jornada, México), las empresas que consigan que se les aprueben tales planes tienen asegurado fondos y disponibilidad para seguir quemando petróleo; si finalmente consiguen lo señalado es otra historia. Pero tales empresas NO prometen menos emisiones, únicamente compensar las emisiones (en constante aumento) con tales artilugios.
    Y bien, para facilitar los planes geoingenieriles, en la COP 21 ha sobrevenido la consigna del aumento de “sólo” un grado y medio.
Pero es bueno advertir que acabamos de llegar, en 2015, al aumento generalizado de un grado centígrado de promedio (el tope propuesto por Evo Morales en 2010). Y ya podemos advertir unas cuantas variaciones e imaginar entonces lo que pueda sobrevenir con medio grado o un grado más.
   Está recontra comprobada la restricción del hábitat para muchísimas especies mamíferas. Ya hoy, la década pasada: osos polares, leopardos de la nieve, pingüinos emperador. En general, ya se acepta como dato de la pesada realidad que estamos dentro de un proceso ya avanzado de extinción masiva de especies (que los historiadores del planeta consideran la sexta, pero con una diferencia fundamental con las previas; que este empobrecimiento biótico generalizado está causado por la especie humana). Aparte de la comprobación de pérdida de territorio para diversas especies (no sólo mamíferas, por cierto), se está comprobando el agotamiento de los mares, en primer lugar para la pesca humana, pero, algo mucho más grave, por su empobrecimiento biótico general (los fondos marinos, “almácigos” planetarios están crecientemente asfixiados por mantos de plástico, en general partículas diminutas y hasta microscópicas, que alteran los ciclos vitales en su origen, precisamente).
   Por ejemplo, el tan estimado desde tiempo inmemorial abadejo (¡el bacalao!), está casi extinguido.
   Pero no sólo estamos perdiendo los mares.
   Las autoridades nacionales de Japón han anunciado en setiembre de 2015, que ese mes ha sido por lejos el setiembre más caluroso que registra la historia (moderna) de Japón. Y a los pocos días, anunciaron lo mismo para octubre: el de 2015, el más caluroso jamás habido en Japón. Ya se infiere que 2015 ha sido el año más caluroso registrado.

Imagen: malditoinsolente.com

   En México se registró el huracán Patricia, con vientos sostenidos de hasta 320 km. por hora y ráfagas arañando los 400. Octubre 2015. Algo jamás registrado antes.
   En California, EE.UU. se han registrado lluvias de hasta 90 mm por hora, por períodos de hasta media hora. También ésta, marca jamás alcanzada.
Con estos calores, estamos también perdiendo la tierra. La desertificación es imparable en más y más territorios; los bosques boreales (Canadá, Alaska, Siberia, la península nórdica) están disminuyendo, se calcula que se ha perdido un tercio de la dotación con que se contaba décadas atrás.
    Para completar el cuadro de estas regiones del norte planetario; Siberia, Canadá, Groenlandia fundamentalmente, se observa en todas ellas el retroceso del permafrost; el suelo helado permanente por debajo del metro de tierra. El trastorno del permafrost es un tema muy a tener en cuenta, por la cantidad de agua retenida en millones de km2 de territorio.
   Cambiando de hemisferio y yendo hacia zonas más templadas, en Australia están desapareciendo a ritmo acelerado los manglares, otro asiento biótico fundamental para la reproducción de peces.
   En 2015 Indonesia ha registrado los incendios más grandes y extensos de su historia. En los diez primeros meses del año habían llegado a cien mil incendios.
Según un informe del periódico inglés especializado en clima, Nature Climate Change, a corto plazo Qatar y los Emiratos Árabes Unidos serán inhabitables, invivibles.
   Paradójicamente, en Alaska se felicitan logrando cada vez más terreno cultivable. Porque las superficies heladas y el frío en general retroceden. Pero más allá de la alegría miope por el “cambio” habido, quienes lo disfrutan deberían pensar que si un país tan frío como Alaska es ahora tan apto para cultivos templados, qué pasará con territorios tórridos, como los de todo el centro africano (Nigeria, Níger, Guinea, Costa de Marfil, Congo), los caribeños (América Central y buena parte de Colombia, Venezuela, las otrora Guayanas, Brasil), y Filipinas, Sumatra, etcétera.
   Yemen, por su parte, encima de la tragedia que viven sus habitantes “tan lejos de dios y tan cerca de Arabia Saudí” (como se suele presentar a los mexicanos respecto de EE.UU.), arrasados por una invasión militar, ha experimentado en el último año los dos primeros huracanes de su historia.
   Esta sucinta recorrida geográfica puede parecernos ajena, lejana y tranquilizadora, puesto que no registramos ningún “récor” por aquí… Sin embargo, eso no sería sino otro gesto de miopía, como el que hemos comentado con la contaminación rural de los territorios sojeros en Argentina. Tal vez la descarga de agua en La Paz, provincia de Entre Ríos sea, precisamente, como la reciente creciente del Paraná-Paraguay, otros “detalles” del mismo cuadro…

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]



Revista El Abasto, n° 190, abril 2016



 

 

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