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A propósito del Día de la Bandera

Un desconocido
llamado Manuel Belgrano

Hace muchos años me encontré con Manuel Belgrano. Se trataba de su Autobiografía, un libro chiquito, amarillento y viejo. Fue amor a primera lectura. Este hombre a quien admiraba profundamente por haberse calzado el uniforme para defender a las Provincias Unidas y haber liderado el Éxodo jujeño, además lo había pensado todo casi doscientos años antes. No en vano, la historia oficial lo había relegado al rol de creador de la bandera.
    En Manuel Belgrano, El hombre del bicentenario vemos un trabajo de alta rigurosidad historiográfica pero escrito con el corazón. Sin ninguna duda, Belgrano fue el mejor de nosotros por mucho tiempo. Fue sin duda el primero que comprendió claramente que la patria es el otro. Idea que todavía hoy les cuesta a muchos.
    Era de una inteligencia exquisita. Todo lo estudiaba y sabía adaptarlo, y aplicarlo a estas tierras recién nacidas. Ante cada observación y cada problema que señalaba, proponía una solución: no se trataba sólo de un teórico, como bien sostiene Pigna.
   Desde su puesto en el Consulado y desde sus escritos de prensa nos demuestra que su propósito era el bien común. Y llegado a este punto no está mal recordar que comprendía al periodismo y a la prensa con una “función didáctica y transformadora”. Es decir, una forma más de transmitir conocimiento veraz.
   Su preocupación por el bien común era absoluta y en todos los campos. Fue el primero en sostener la necesidad de la educación pública e igualitaria para niños y niñas. Y presentó el primer proyecto al respecto en el año 1798. Proponía que los Cabildos creasen y mantuviesen con sus fondos a las escuelas. Y sostenía que era “de justicia retribuir de esta manera a la contribución que la población hacia al Estado pagando sus impuestos”.
   Pensaba la necesidad de desarrollo de agricultura y la industria. Y no sentía especial interés hacia la ganadería: “porque daba trabajo a poca gente, no desarrollaba la inventiva, desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos”.
   Creó la primera escuela de agricultura. Alertó sobre la falta de rotación de los cultivos; propuso la reforma agraria; fue el primer defensor de la industria nacional: “la importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican el progreso de sus manufacturas lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación”.
   No deja de ser interesante preguntarse ¿Qué pensarían los contemporáneos de Belgrano cuando leían o escuchaban estas propuestas? Ya que el programa económico social y político de Belgrano era de avanzada, aún para estas épocas en las cuales todavía ni siquiera entienden que la igualdad se da a partir del acceso a la educación pública.
   Entre otras perlas, nos enteramos que fue él en darse cuenta de la importancia estratégica de China. Y podríamos seguir así infinitamente. Felipe Pigna en esta ocasión no deja nada de lado y nos presenta a Manuel Belgrano en su enorme presencia en la época en que vivió y en la actual. No hay casi nada de su pensamiento que no sea vigente.
   Es una lectura necesaria y si cree, estimado lector, que cuatrocientos cuarenta páginas son muchas. En este caso, le aconsejo que puede acercarse a él siguiendo la parte del índice que más le interese. Y si le parece caro, puede ir a una librería, repasarlo y detenerse en el subtítulo que más le interese. Y así durante varios días en varias librerías. También hay eBook disponible.
   Todo sacrificio que se haga por acercarse al pensamiento de Manuel Belgrano tenga en cuenta que también le servirá para ser mejor ciudadano.

Viviana Campos
[email protected]



Revista El Abasto, n° 192, junio 2016



 

 

 

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