Aire acondicionado, enemigo
de la ecología
Shock térmico
y despilfarro energético
Foto: Villadelrosarionet
Los sacudones tarifarios
pueden ser una ríspida pero productiva
oportunidad para hablar de algunos estilos
de nuestra condición de habitante
y vecino de Buenos Aires.
Nada más lejos que admitir como
sensato aumentos de 800% u 400% de tarifas
de luz, agua, gas, lo que sea. Y mucho
menos cuando los improvisados ecónomos
confiesan que están ensayando,
practicando, tanteando…
¡Con la economía hogareña
no se juega!
Pero más allá de los estilos
de gobierno, tratemos de ceñirnos
en analizar los fondos económicos
y ecológicos en los usos de energía
y bienes naturales.
La política de subsidios del gobierno
anterior –opuesta a la actual–
mantuvo deliberadamente bajas las tarifas
de, por ejemplo, la energía eléctrica.
A la larga, ese valor bajo facilita un
uso más generoso, o dispendioso,
de luces, aires acondicionados, calefacciones
eléctricas.
El resultado práctico ha sido,
en veranos (aunque ahora estén
lejanos para recordarlos) que a menudo
tenemos un temperatura de calle de 30
grados y un ambiente climatizado (bancos,
cines, etcétera) de 15 grados.
Eso nos hace víctimas de un verdadero
shock térmico. Que no resulta en
absoluto saludable. Por cierto quien permanece
en esos ámbitos refrigerados, al
poco rato ni lo siente y si cumple su
jornada así, al terminarla, cuando
ya cedió “la canícula”,
puede volver a su casa o a actividades
vespertinas o nocturnas sin soportar el
shock térmico. Ese shock térmico
lo sufren los visitantes…
Está probado que el cuerpo se siente
cómodo a 20-22 grados y no hace
falta llegar a 16 (o 13, como me pasaba
en una Sala de Correcciones) nada más
que para sentir “el fresquito”.
Los cambios bruscos de temperatura son
tan marcados que suelo salir sin abrigo
en el medio tiempo –y conozco a
muchos que hacen lo mismo– pero
no en verano; entonces sí llevo
un abrigo… para usarlo en el cine
o en algún otro lugar cerrado,
“perfectamente climatizado”
(de todos modos, no se suele llegar al
extremo de la Sala de Correcciones a que
hice referencia, donde todos solíamos
llevar abrigo en verano, y la jefa del
turno, un verdadero tapado largo invernal,
para que los más calenturientos
tuvieran su frescor…)
La contracara
del shock térmico es el despilfarro
energético.
Los cambios bruscos de temperatura no
son saludables. Para nosotros, los individuos,
los cuerpos que pasamos por ellos.
Pero el shock térmico es además
energéticamente costoso e insensato.
Si en lugar de pretender bajar a unos
15° la temperatura ambiente, se procurara
alcanzar los 20°-22° en un ámbito
como la CABA o el GBA, la diferencia de
consumo es tan, pero tan grande, que seguramente
bajarían de manera radical los
apagones por sobrecarga que siguen siendo
moneda corriente en los veranos porteños.
Y ahora aún en invierno (véase
recuadro en la página siguiente).
Con lo cual, advertimos que la contracara
del shock térmico es el despilfarro
energético. Y si pasamos a dinero
este último, vamos a ver que la
diferencia económica es también
significativa.
¿Cuál es el motivo, entonces,
para el abuso del aire acondicionado en
las modalidades que venimos analizando?
Foto: Circulaseguro. Todo se transforma:
enfriar el interior a costa de calentar
el exterior.
Si observamos el uso del
aire acondicionado en algunos países
del llamado Primer Mundo, observamos una
llamativa diferencia: su uso generalizado
le ha quitado toda sensación de
privilegio o exclusividad y con ello,
su empleo ha adquirido cierta racionalidad,
cierta funcionalidad, integrando su uso
en el concierto de los restantes usos
sociales.
Claro que, en una sociedad del llamado
Primer Mundo eso suele hacerse con medidas
muy distintas a las que rigen en una sociedad
con privaciones. Tomemos un ejemplo de
otra energía, el combustible para
autos. El consumo per capita de nafta
en Suecia, por ejemplo, es muchísimo
más alto que en Argentina. Aunque
mucha gente resista el uso del auto particular,
y las disposiciones del tránsito
urbano favorezcan al ciclismo y el transporte
colectivo, es decir también resisten
el uso del auto particular.
Sus ideadores
contaron para producirlo con gases que
se ha comprobado destruye la capa de ozono.
El auto es un bien material
al alcance de cualquier capa social (la
distinción de clases pasa por las
embarcaciones en el caso de las ciudades
costeras, no por el acceso al auto). Pero
nadie puede dejar en marcha el motor más
tres minutos sin arriesgar una pesada
multa. Ni siquiera el clima, a veces de
20 grados bajo cero, liberaliza esa prohibición.
Porque, paradójicamente, la sociedad
que admite la producción de gases
tóxicos para viajar, no los acepta
gratuitamente.
Algo por el estilo pasa con el aire acondicionado
y la calefacción. Su uso es mucho
mayor que entre nosotros (también
el clima lo exige más) pero se
castiga el uso excesivo o para “calentar
nubes” (o cornejas, como se dice
en Suecia).
¿Por qué entre nosotros
con cierta frecuencia encontramos esos
fríos fuertes en pleno verano al
entrar a un cine o a un restaurante, o
esos calores que le hacen sacar a uno
todos los abrigos entrando a determinados
espacios, oficinas, bancos en invierno?
En primer lugar, porque se paga poco por
ello. Vamos a ver que en ese aspecto al
menos, la carestía sufrida, aunque
brutal e injusta en su aplicación,
va a traer también una baja en
el uso dispendioso.
Pero además, porque en nuestra
sociedad el uso del aire acondicionado
(como el de la nafta, aunque cada vez
menos) se asocia con cierto privilegio,
cierto status. Y de ese modo, la tendencia
es a lucirlo, a desplegarlo.
El aire acondicionado,
finalmente, “tiene su dificultad”.
Ecológica. Porque sus ideadores
contaron para producirlo con gases que
se ha comprobado destruye la capa de ozono.
Ese solo hecho debería bastar para
prohibir o a lo sumo, reducir a lo indispensable
su uso, al menos hasta tanto no se encuentre
otra forma de producirlo.
Su toxicidad ambiental debería
ser el freno espontáneo y directo
de su uso irrestricto. Y mucho más
de su abuso, que pretendiéndose
cómodo es tan estúpido.
Pero parece que estamos lejos, cultural,
psíquicamente, de eso. El aire
acondicionado se integró a los
autos hace ya más de veinte años
de modo generalizado, irrestricto.
Lo que tendría que haberse reservado
–dadas sus secuelas– al uso
en ambulancias, por ejemplo, se ha hecho
extensivo a todo el mundo.
Luis E. Sabini
Fernández
[email protected]
Tarifazo con cortes
en invierno
Uno de los argumentos más utilizados
para justificar el tarifazo fueron los cortes
de luz que desde hace años sufrimos
en la Ciudad en los picos de verano.
Hoy los usuarios de luz sufrimos por partida
doble: no solo por pagar el servicio mucho
más caro, el aumento dispuesto por
el ministro de Energía, Juan José
Aranguren, sino que ahora, encima, con cortes
más o menos seguidos de suministros.
En varios barrios de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, así como del Gran
Buenos Aires, se están viviendo cortes
de luz a diario. Por Rivadavia, altura Billinghurst,
los vecinos han manifestado su bronca en
más de una ocasión este mes
cortado la avenida.
Según reporta el ENRE en su portal,
(confirmamos el lunes 18, poco antes de
enviar a imprenta) el domingo 17 de julio
de 2016 ¡había 51.789 usuarios
afectados por Edesur!, mientras que Edenor
tenía 15.403 sin servicio en CABA
y GBA. Cambiemos dijeron: ¡67.192
hogares sin luz en el Área Metropolitana
de Buenos Aires!