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Las ideas de y “las instrucciones”
para Sergio Bergman

Una entrevista llevada a cabo por Juan Parrilla al ministro de Medio Ambiente Sergio Bergman* hecha con conocimiento de la materia por parte del periodista, nos ha permitido ver que si bien Bergman declaró su ignorancia en la materia que se le asignara, ha mostrado clara percepción para llevar adelante su tarea ministerial.
    Como ministro, le compete cumplimentar lo que dispone su superior jerárquico, el Poder Ejecutivo. Con lo cual, si la conciencia crítica sobre la problemática ambiental era inexistente inicialmente, de acuerdo con aquel sinceramiento del mismo Bergman acerca de su desconocimiento en la materia, ahora, con meses en la cartera, vemos que sí ha entendido para qué estar. No para criticar, ciertamente, sino para avanzar en las líneas tendidas.
Sorprendentemente se podría decir que en algunos aspectos lo hace mejorando “la línea” que cumple: “[…] Lo que hay que ver es por qué se hicieron desarrollos urbanos sin cumplir la ley. Incluso hay jueces que han dictado medidas cautelares porque descubrieron que el procedimiento (de construcción de countries) no cumplió con la ley.”

Foto: Pablo Piovano. Lucas Techeira tiene tres años y nació con Ictiosis, una afección que resquebraja la piel. Comúnmente se lo conoce como niño cristal. Su padre Arnoldo tuvo que abandonar su trabajo en las plantaciones de tabaco cuando nació su hijo. Su madre, Rosana Gaspar de 32 años, manipuló sin protección glifosato en su huerta durante el embarazo. Alicia baja- Colonia Aurora, Misiones.


   Pero nos interesa ver cómo el gobierno se vale de este alfil para mantener la política emprendida en el país por las transnacionales del agribusiness desde el menemato hasta hoy, prácticamente de modo ininterrumpido, pese a la variedad de gobiernos habidos en estas dos últimas décadas.
    Uno verifica que la llamada agroindustria llegó para quedarse. Veamos el caso del glifosato, un herbicida cuyo uso se masificó con el ingreso de las plantas transgénicas.
    En 2014, tras muchos años rehuyendo el dictamen, la Organización Mundial de la Salud, la OMS de la benemérita ONU, dictaminó que el glifosato era “probablemente cancerígeno”. Abrumado por informes que demostraban que el glifosato estaba muy lejos de ser lo inofensivo que sus promotores mercantiles promovían (las transnacionales del agronegocio, con Monsanto a la cabeza), la OMS trazó su salomónica respuesta y en lugar de reconocerlo probadamente cancerígeno, aventuró lo de probablemente tal.
    El escándalo fue, aun así atenuado, mayor. Y quienes usan toneladas de dicho herbicida para “curar” los cultivos pusieron el grito en el cielo.
    La OMS ponía del lado de los venenos a su producto estrella, el que solían beber sus panegiristas para probar que era inocuo. Pese a que en la India, miles de campesinos desesperados por el endeudamiento provocado por la “modernización” de las técnicas, usaran el glifosato como veneno, con resultado generalmente efectivo (porque se tomaban un vaso, y no dos buches, como los “panegiristas”).
    ¿Qué nos ofrece Bergman? Subordinación y valor: “Es un recurso que tenemos que usar para el desarrollo de la agroindustria, pero que tiene que estar regulado por una ley que todavía está pendiente, que es la ley de fertilizantes. Al no estar regulado su uso y su aplicación (que es más peligrosa), tenemos una deuda con la salud.” Cuestión salud, secundaria; pero seguir el “desarrollo de la agroindustria”, primordial.
    Pero esta frase termina al menos con un reconocimiento de la peligrosidad. Algo es algo. Pero nuestro ministro ambiental borra con el codo… porque sigue: “Este tipo de situaciones no tiene doble estándares: estudios sólidos que demuestren el efecto que tiene sobre la salud de la población hacen irreversible cualquier discusión, empezando también por la falta de control y la ley, porque si el insecticida que necesitamos por el dengue es imprescindible para protegernos, a nadie se le va a ocurrir estar tomando repelente de insectos.”

Foto: Pablo Piovano. Cuando Cándida Rodriguez dio a luz a Fabián Piris le diagnosticaron un año de vida. Actualmente tiene ocho años y padece hidrocefalia y un retraso mental irreversible. Durante el embarazo Candída manipuló Roundup junto a su marido en las plantaciones de tabaco. La casa donde viven está ubicada a pocos metros de un aserradero donde se cura la madera con químicos altamente tóxicos. Sólo en la zona de la ruta nacional 14 donde vive esta familia fueron detectadas 1.200 personas con labio leporino, hidrocefalia y otras discapacidades que serían consecuencia de los venenos que se usan en las plantaciones de tabaco y yerba mate. Fracrán, San Vicente, provincia de Misiones- Argentina.


    ¿Qué nos quiere decir Bergman? Los estudios consignados, ahora últimamente hasta por la OMS, comprueban que existe un efecto nocivo sobre la salud; no sabemos si las discusiones se hacen irreversibles, pero sí que se hace difícil seguir negando la toxicidad. Pero Bergman más allá del carácter (tóxico) del glifosato parece querer indicar que el tóxico es tal si lo malusamos; que los campesinos y población rural afectada por las fumigaciones, por ejemplo, se intoxican cuando confunden la realidad y terminan tomándolo…
    Con lo cual Bergman atribuye a las víctimas de las intoxicaciones las conductas que nos muestran los diversos defensores de aplicaciones de venenos en la economía y el mercado (véase recuadro) o, en todo caso, alude a las decisiones trágicas de tantos campesinos arruinados (entre los que no existe la menor distracción o confusión; los campesinos indios que han tomado glifosato para suicidarse sabían lo que hacían).
    Hacia el fin de la mencionada entrevista, Castilla que ha planteado con mucha solvencia distintos aspectos, potencialmente conflictivos en el área, le plantea si se pueden defender los humedales, hasta ahora tan menospreciados (hasta semánticamente, mediante el calificativo peyorativo de “bañados”) sin encarar alguna prohibición (de que se siga avanzando sobre esos territorios con intención lucrativa).Bergman diluye el conflicto con una frase que suena bien: “no hay necesidad de confrontar preservación y desarrollo, porque la clave es articular en lo que llamamos 'desarrollo sustentable'.”
    Suena bien, pero lo que hemos visto hasta ahora es que “el desarrollo” le gana por goleada a la preservación y que por lo tanto, si no existe una política muy activa de restricción, de prohibiciones, la “no necesidad” de confrontar seguirá librando “el desarrollo” de las ciudades, de los proyectos inmobiliarios, a los mismos intereses que han configurado nuestro presente, no tan auspicioso como nos quieren hacer creer.

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]


El costo humano de los agrotóxicos”

El fotógrafo Pablo Piovano ganó el primer lugar en la categoría profesional en el Festival Internacional de la Imagen (FINI) por su trabajo “El costo humano de los agrotóxicos”. En entrevista con ANCCOM, cuenta cómo fue la experiencia. Fotos del 2014, tomados del portal Anccom.sociales.uba.ar


“Demostrando” la inocuidad

La historia de los recursos, espectaculares, propagandísticos para implantar “adelantos científicos” nocivos, altamente tóxicos es variada y sería divertida si el tema no fuera trágico.
Varias veces hemos conocido pronucleares, como el ministro franquista Fraga Iribarne bañándose en aguas que tuvieran contacto con material radiactivo para probar, al salir vivo, que “no había nada de qué preocuparse”, o como solía hacer el químico estadounidense Thomas Midgley Jr. a quien se le ocurrió agregar tetraetilo de plomo (TEP) a la nafta con un efecto antidetonante que le permitió mejorar muchísimo el rendimiento energético. Midgley solía respirar en público sus efluvios viviendo para contarlo y contrarrestar así las advertencias de una toxicóloga, Alice Hamilton, que advirtió desde el primer momento (1923) que agregar plomo a nafta significaba expandir por el aire un producto altamente tóxico como paralizante nervioso y destructor de nuestros tejidos cerebrales. Midgley debía ausentarse e internarse luego de sus “demostraciones” de inocuidad. A los 40 años tuvo una curiosa paralización de sus miembros inferiores y años más tarde apareció muerto en su lecho entreverado con el cordaje que el impenitente inventor había creado para erguirse sin ayuda y salir de su cama. Nunca se supo si había sido accidente o suicidio.



Revista El Abasto, n° 194, agosto 2016



 

 

 

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