Centro de recreación
integral a favor de personas con discapacidad
Wendy (CRIE)
Juegos y educación
gratuita para personas con discapacidad
en Almagro
En el San Francisco
de Sales (Hipólito Yrigoyen 3900)
funciona un grupo de profesionales que hace
recreación sin fines de lucro para
personas con discapacidad. Están
desde agosto y se aplicará en 2018
en escuelas de la ciudad y el interior.
“Todo va a
estar bien”. L, que tiene autismo
(trastorno del espectro autista no clasificado)
y hace apenas unas semanas viene al centro
Wendy, decidió que es hora de hablar
por primera vez. Ya jugó mucho con
las muñecas de trapo, se divirtió
correteando por los pasillos. L se le acerca
al chico con porte de porte ropero que se
acurruca en un rincón, bien lejos
de sus amigos que pelotean un picado de
medio tiempo. L lo abraza le dice que todo
va a estar bien. El chico, después
de un mes de rumiar la muerte de su padre,
por fin puede llorar. L y él se miran
y hay una paz encendida que puebla el ambiente.
Así lo ve Nicolás Signorelli,
parado a unos metros de la escena: “Fue
la primera vez que oí la voz de L,
algo de lo que hacemos acá se resume
en ese momento”.
L. (con
autismo) lo abraza le dice que todo va a
estar bien. El chico, después de
un mes de rumiar la muerte de su padre,
por fin puede llorar.
Signorelli estudia
licenciatura en terapia ocupacional y lengua
de señas, hace rehabilitación
ecuestre, pero está acá, en
este patio del colegio de Almagro todos
los sábados para coordinar el centro
de recreación Wendy, que adapta actividades
exploradoriles (movimiento juvenil orientado
a educar y formar personas). Asisten personas
con discapacidades motoras y retraso madurativo.
“Es la primera experiencia
en el país. Más que un orgullo,
es una responsabilidad, es probar y aprender
sobre ofrecer recreación gratuita
para personas con discapacidad. Tenemos
una lista de espera de casi trescientas
personas y vienen educadores de otros colegios
para aprender y llevar la experiencia a
sus escuelas”, agrega.
Sobre una de las galerías
del colegio, los chicos, chicas y también
adultos asisten de 2.30 a 18.30 para jugar
a distintas propuestas y cerrar el día
con una merienda comunitaria. También
hay momentos de reflexión para compartir
las vivencias del día. Lo hacen a
cargo de profesionales (abogados, psicólogos,
acompañantes terapéuticos,
intérprete de lengua de señas,
estudiantes y demás). Durante la
semana los responsables del centro de recreación
planifican una a una las actividades del
sábado. También hacen formación
propia.
Nicolás se hace
un rato para charlar con nosotros mientras
los coordinadores llevan adelante las actividades
en el centro Wendy. Cuenta que el proyecto
estuvo rondando su mente por varios años
pero que recién este pudo llevarlo
a la práctica, luego de presentar
ante las autoridades requeridas el visto
bueno de 241 profesionales del área
de la salud experimentados en discapacidad
y más de 40 instituciones especificas.
"Creímos que
este lugar es el mas apropiado ya que se
viven momentos de ocio y tiempo libre de
una manera productiva, es decir, los chicos
vienen a divertirse dentro de una gama horaria
asignada", explica.
Cuenta Nicolás
también que la viabilidad del proyecto
es que se replique en distintos espacios
de capital, el conurbano y del interior.
“Hay lista de espera de trescientas
personas, no pueden venir acá. Es
necesario formar nueva gente y que se haga
en más lugares". Se espera que
en 2017 se lleve a cabo la formación
de nuevos coordinadores y desde principios
de 2018 se pueda replicar en otras regiones.
No solo hay repercusiones
positivas en los chicos, chicas y adultos
que asisten al centro. "En la semana
estoy con la computadora o en terapia, acá
la paso bien, me hace bien, y sé
que hago bien a otros", dice Tori,
tiene 28 años y tiene una cuadriplejia.
Es la primera coordinadora con discapacidad
en el CRIE.
Ezequiel Vega es
uno de los coordinadores, fue jefe juvenil
(tuvo niños a cargo para recreación)
y participó varios años en
una experiencia de recreación en
barrios vulnerables de Clorinda-Formosa
y en Isidro Casanova. Para él, el
desafío está en hacer que
a través del juego se unan personas
con discapacidad, lograr un sentido de unión,
una experiencia colectiva. “Los chicos
se la pasan de terapias, se les habla en
singular, es difícil inculcarles
la idea de lo colectivo, empezamos por el
juego, el movimiento”, cuenta.
Además, y también
luego coincidirá Nicolás,
el centro de recreación lucha en
la práctica cotidiana contra la exclusión.
“Los discapacitados no son pingüinos
empetrolados, no hay que tenerles lástima,
no hay que cambiar el tono de voz cuando
se les habla, si hacen algo mal hay que
retarlos, no son menos, no son débiles”.
“En el juego educamos.
Encontramos a partir del juego pasiones
y deseos de cada persona que viene acá.
A partir de ello, seleccionamos tareas para
cada persona. Con el tiempo encontramos
el Rol que tanto se merece", especifica
Nicolás.
“Dar recreación
gratuita a personas con discapacidad toca
muchos intereses, mucha gente que quiere
cobrar fortunas a las familias por esto.
Somos mal vistos también por gente
por cuestiones de ego o marquesina, pero
vamos a aguantar todas las presiones, es
por los chicos que viene acá y por
sus familias”, explica Nicolás.
¿Qué piensan
los padres al respecto? Algunos rescatan
el ambiente familiar, la contención,
el espacio para la diversión. Sus
hijos llegan con buen temple a la casa,
transmiten que encontraron ahí su
lugar en el mundo, dicen a los coordinadores
de Wendy.
"Mi hijo me dijo
por mi nombre por primera vez acá,
por primera vez en sus once años
de vida. Fue acá, encontró
algo que lo moviliza", cuenta una de
las madres. Sobe M, un niño con Asperger
(espectro autista), los coordinadores dicen
que la primera vez que pisó el colegio
era un chico que venía enojado, agresivo,
pero luego de varios sábados tomó
confianza y hasta llama al centro como “su
familia”. “Acá tomó
confianza”, dicen los coordinadores.
“Es la casa de él”, rematan
entusiasmados.
Aun así, la respuesta
más clara sobre como lo viven los
padres se puede ver al fondo de la galería
donde juegan en el centro Wendy: está
la cocina donde se prepara la merienda.
Entre los padres y madres hay varios del
centro Wendy que se sumaron a dar una mano.
Terminan de preparar el jugo o mate cocido,
de acomodar las bandejas de facturas y se
ponen a charlar con Nicolás. Depende
el sábado, depende cómo hayan
ido los juegos, depende el temple de los
chicos aquel día. Los padres asienten,
Miran a sus hijos, los retan o los felicitan.
Hay una confianza tácita, una comunicación
y un permiso que dan los padres y madres
para que por un rato un día a la
semana un grupo de jóvenes comparta
su historia de vida, sea parte de la educación
de sus hijos e hijas. "Esto empieza
acá, pero queremos llevar la experiencia
a más y más lugares, a hacer
una diferencia y mejorar y salvar la vida
de tantas personas con discapacidad",
cierra Nicolás Signorelli del centro
Wendy.
J.M.C.