Octavio “Tito”
Palazzo Caputo fue el dueño
del Limbo allá por la década
de los noventa. Fuimos con Marcelo Saltal
a que nos cuente su experiencia en el under
del barrio. Sus recuerdos saltaban de acá
para allá y el entusiasmo de haber
vivido lo que vivió le brillaba en
su cara. Al otro día llama a la redacción
y nos cuenta que escribió algo para
aclararnos el panorama. Eso es lo que publicamos
a continuación.
Tito cuenta
sobre la movida
under de los ´90
Tito: "yo fui las manos de Filippi".
Desde mi perspectiva como
teatrista de comienzos de la década
pasada, el Abasto como zona relegada, ha
permitido la emergencia de fenómenos
culturales de borde o periferia que difícilmente
puedan repetirse dadas las características
singulares de aquel contexto. Así
espacios como El Dragón,
Babilonia o Limbo Teatros fueron
las matrices culturales que gestaron y permitieron
en muchos casos la trascendencia de productos
estéticos más allá
de su escala barrial, hacia la esfera ciudadana
y proyección transnacional. Tales
como festivales internacionales y giras
por el exterior de grupos surgidos a la
luz de dichas experiencias.
Los primeros años
de la década me ven surgir como actor,
con el grupo de pantomima “comomínimos”
en el marco del “Narizaso”,
el Primer Festival de clown y humor que
se realiza en Babilonía.
Octubre del 93 me ve abocado
a la fundación de Limbo Teatros,
un espacio destinado a investigación
de nuevos lenguajes estéticos y expresivos.
En su noche inaugural el espacio se ve colmado
con la actuación de María
José Gabín del mítico
grupo femenino “Las gambas al ajillo”.
Durante ese primer año se crea en
el espacio de los viernes lo que dio en
llamarse “Limbo microestadio”
para la promoción y difusión
de bandas de rock emergente. Hasta finales
del 95, ya han tocado bandas como El otro
Yo, Un Kuartito, Matavioleta (con Erica
García), Pez y hasta supo ensayar
el rosarino J. C. Baglietto. Con el cierre
de El Dragón, Las Manos de Filippi
pasaron a ser la banda estable de Limbo
teniendo destinado un ciclo especial los
días jueves. Para ese entonces oficio
como presentador de Las manos y nos vamos
de gira por todo el Uruguay durante el verano
del 95.
Pero sin duda el plato fuerte de Limbo,
fue la Varieté de Teatro que ocupaba
el espacio central de los sábados
llegando a convocar a más de cuarenta
actores rotativos y presentando un estreno
por cada fin de semana. Lo cual ha tendido
a crear una notable fidelización
y pertenencia de los espectadores que concurrían
al espacio.
El comienzo de Limbo en
el 93 se da con el estreno entre otras obras
de Mínima de Malis [de los males
el menor], una creación colectiva
en la que participo después de formarme
en la escuela Lecoq, en su versión
local de Tragedia Griega, Máscara
Neutra, Bufón y Clown. Paralelamente
entrado el 94 estreno con el equipo de teatro
LaBola, el espectáculo “La
Revolución de Mayo” en el Centro
Cultural R. Rojas, siendo Limbo el lugar
de encuentro, difusión y festejo
del entonces cuarto aniversario del grupo,
en ese año.
Entre otras puestas presentadas
en Limbo, por su lenguaje vanguardista y
estética bien de los ´90, se
ha destacado “El vuelo de la caída”
del Grupo 2-14, con Diego Starosta y Quique
López y Carpintero; actores por ese
entonces encargados de la puerta y barra
de Limbo. Con ellos y junto a exmiembros
de la Organización Negra, ya corriendo
el 95 participamos en la puesta escénica
de “La Línea Histórica”,
en el Centro Cultural Recoleta. Uno de los
2-14 (Diego) siguiendo los pasos de Guillermo
Angelelli (Club del clown), continuó
su formación en el Teatro Odin de
Dinamarca, el otro (Quique), sentará
las bases de lo que será el TSO (Teatro
Sanitario de Operaciones) y me quedará
abierta la posibilidad de participar en
su fundación.
Otras de las experiencias
en las que he participado y sugeridas por
el propio Angelelli, fueron los paseos de
clown; que consistían en entregarse
a la deriva urbana, partiendo en un rumbo
sin destino prefijado por las calles de
Buenos Aires. Cada uno de los tres actores
que formamos el grupo Chulechi (con José
Munuchin y Fernán Cardama) personificando
y vistiendo su traje de clown, coordinaba
en la propia calle las acciones y destinos
del paseo, con la particular consigna de
hablar un idioma inventado a cada momento
del paseo. Esto nos permitía sumergirnos
en una dinámica de caótica
creatividad y crear las “condiciones”
para la más genuina espontaneidad
como actores y autores. Luego nos juntábamos
en Limbo con lo que había aparecido
para procesarlo como material de trabajo
escénico. Una de esas salidas condujo
a uno de nuestros clowns a un recital de
Fito Páez, que terminó sentado
al borde de su piano, con Fito dedicando
un tema para todos los payasos.
Entrando al año
96 y con las puertas ya cerradas al publico,
Limbo supo convertirse en una base operaciones
para dos de los últimos grupos en
los que he trabajado LaBola y el TSO. Permitiendo
de esta manera ser apoyatura de puestas
de megaeventos como “Aparecido”
(Festival Internacional de Bs. As y Bs.
As. Vivo), “TSO Remix” (Soporte
de la Fura dels Bauss), “Sobre Ángeles
y Demonios” (Foro del Mercosur, Santiago
de Chile), “Zamarra” (C. C.
Recoleta y Festival Internacional de Cádiz,
España), “Mantua” (Ciudad
Konex).
Sin duda Limbo, apadrinado
por la banda de teatro Los Macocos, espacio
de muestras y encuentro para los mismos
y para la gente del dúo “Los
Melli”, entre otros; ha también
servido indudablemente para mi evolución
como director de actores, autor, actor y
productor de teatro de vanguardia. Limbo,
como club de actores, como semillero ha
creado un frente de onda que, como los otros
espacios contemporáneos, sus efectos
no se han podido siquiera imaginar en su
tiempo.
Abasto, la tierra que
supo cobijar al único Carlos, a Luca
y a Batato hizo posible también un
“limbo” donde moren tamaños
beatos.
Octavio “Tito”
Palazzo Caputo
Revista El Abasto, n° 66 , junio 2005.