La poesía hecha en calculadora que sacudió al Once

El artista mexicano César García Ortiz instaló paneles con calculadoras para que la gente inventara palabras. Vecinos, comerciantes y hasta los traficantes pensaron que era un código narcopolicial. “Tenemos casi n
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¿Es un pájaro, es un avión, es un narcotraficante, es un policía de civil, es un proxeneta? El joven de gorrito gris que con un poco de alambre fija una placa de madera con varias calculadoras a las rejas del mausoleo a Rivadavia, en Plaza Miserere, desentona con la fauna habitual del Once. Y todos a su alrededor lo saben. Por eso, cada cual lo mira con recelo, le imagina un destino distinto. Es, para ellos, un rival que les disputa el espacio público, el terreno, las mañas, los gestos. Él tranquilo, se retira y espera. Como un cazador que aguarda en segundo plano. Su presa son las reacciones de la gente desconcertada.

Este joven de gorrito es el artista mexicano César García Ortiz, quien residió en La Paternal Espacio Proyecto durante un mes para hacer performances en calles porteñas. Con un juego de heredó de su niñez, destapó la sociología urbana local. Con un juego de niños, como es escribir palabras con los números de la calculadora invertidos (la E es el 3, el 7 la L, y así), puso a medio Once en alerta. Puso al barrio ante un nuevo código formado por las casi doscientas palabras que se escriben con calculadora. Muchos pensaron que la instalación estaba en sintonía con las famosas zapatillas en los cables, los papelitos de trata y otros significantes que dan textura a la cara más ríspida de Balvanera. Sin embargo, lo suyo fue el arte del sacudón, una forma de poner luz en cómo los signos callejeros hacen a la rutina impune de Once.

Tal como hizo en barrios bravos de su DF natal, durante varias jornadas caminó estas calles y dejó en postes y rejas el juego de niños al alcance de un mundo adulto, con doble fondo y la picardía de los códigos de vereda. Un Comerciante tiró a basura un tablero porque pensó que era código de venta de droga, otros cortaron los alambres y se llevaron las calculadoras como un suvenir de la experiencia incomprendida.

“Sólo sol sos”, “Bello el hielo de esos besos” y tantos otros micro poemas o haikus se crean con esas diez teclas numéricas. Aún así, la reacción del entorno ante un código desconocido fue (y puede que vuelva a ser) la desconfianza. “La ciudad no tiene espacio para el juego”, dice García, quien participó además en un slam (duelo de poetas) para llevar su propuesta a otros escenarios. “Cuando no hay sentido aparente, se abre el espacio y da lugar al lenguaje poético”, agrega y reafirma que esta “exposición es política, porque se evidencia otro lenguaje a través de juego, en el espacio público”.

Terminada su residencia, García se despidió a lo grande de Once y Buenos Aires. Fue con una fecha cultural el domingo 22 de mayo en La Paternal Espacio Proyecto (cuenta con apoyo de Movimiento Inútil y Fondo Nacional de las Artes). Luego de contar al público presente sobre su experiencia, sus últimos instantes en la Ciudad fueron puro arte en diez dígitos: hizo un dúo de poesía, una “performance transatlántica”, en conexión digital con la artista Virginia Francia, residente europea. “Ha sido una gran experiencia”, sintetiza García satisfecho por su incursión en las calles del Once.

-¿Cuáles fueron tus primeros pasos en el arte?

-Mis primeros pasos fueron con el dibujo, que creo es algo generalizado, todos comenzamos dibujando. Luego recuerdo que tenía la consciencia de que solo me sentía bien cuando me implicaba en proyectos que focalizaban mi atención. Aún así casi siempre pensaba el arte como un hobby y nunca como algo a lo que dedicarme. Pasé por una ingeniería y a mitad de ella cuando decidí que no era lo mío finalmente tomé el camino de las artes.

-¿Cómo llegás a la residencia de Paternal?

-Estudio un posgrado en México y existen apoyos que mi universidad (UNAM) aporta para este tipo de proyectos. Yo quería venir a Buenos Aires por el movimiento cultural que existe y busqué un lugar que fuera propicio para el desarrollo de mi práctica. Primero me encontré con la residencia ACE sin embargo ya no había lugar vacante. En ese programa de residencias fueron muy amables porque me pusieron en contacto con el espacio La Paternal y con su director Franc Paredes, quien a su vez fue bastante accesible y me respondió muy rápido para yo poder pedir el apoyo necesario para el viaje. Y bueno ya platicando mi propuesta con Franc es como llego a La Paternal

-¿Cómo se te ocurrió la intervención en Once?

-La intervención buscaba ubicarse en lugares que por decirlo de alguna manera tuvieran algo que decir pero que no existían los medios para hacerlo.  Al llegar y recorrer las calles de Buenos Aires me encontré con ese barrio que se puede llamar conflictivo y me pareció que era el lugar idóneo para intentar cosas que hicieran surgir algo de lo que se encuentra oculto, cualquier cosa que esto sea.

-¿Qué materiales usaste?

-Utilizo placas de madera y calculadoras. Aquí tengo que explicar un poco el porqué del proyecto. Utilizo las calculadoras vueltas al revés para proponer una forma de escritura. Siendo que casi todos cuando niños escribimos con la calculadora (los números se “vuelven” letras) busco introducir el aspecto lúdico de dicha actividad para escribir sobre la ciudad. Me resulta insuficiente la posibilidad que tenemos los ciudadanos de “escribir” sobre nuestras ciudades, es decir, que tenemos casi nulo control sobre los medios de comunicación y los mensajes que circulan en la ciudad. Este proyecto es un intento de proponer una vía lúdica de apropiarse un medio de comunicación. Es por ello que utilizo materiales “elementales” como la madera, que en ocasiones es reciclada y las calculadoras que todos podemos conseguir.

-¿Cómo fue intervención en Once?

-La intervención en Once fue muy divertida, me acompañó Martín Nieva, fotógrafo de La Paternal, colocamos las placas en cuatro puntos y después hicimos un recorrido para observar lo que sucedía. El primer percance fue con un grupo de hombres quienes no querían ser fotografiados, nos movimos a las otras intervenciones y solo unos minutos después una de ellas ya había sido cortada (el alambre solo se podía cortar con pinzas) y tirada a la basura. Al momento de fotografiar ese hecho salió la señora del comercio de enfrente a decirnos que ella lo había hecho. Nos decía que no quería nada frente a su comercio (era un semáforo) porque no sabía si con ello se indicaba un punto de venta de droga. Probablemente lo dijo solo por decir algo, sin embargo de alguna forma me agradó que ella vio la posibilidad que el lenguaje tiene en las calles. El lenguaje es una poderosa herramienta. En ese momento pasaba también un señor que se interesó en la plática y también comenzó a preguntar y a dar sus puntos de vista. El recorrido se redujo a unas cuantas calles. De plaza Miserere pasamos a B. Mitre, de ahí a Paso y luego hasta casi llegar a Corrientes.

-¿Cómo fue la reacción de la gente?

-La reacción de la gente en algunos casos fue de extrañeza y curiosidad cuando estaba colocando las placas, sin embargo nadie se acercaba lo suficiente como para manejarlas. La reacción de las personas con las que conversamos creo dice mucho de Once. Es un lugar que de alguna forma se autorregula, suceden muchas cosas pero cuando algo nuevo se inserta, tal como estas intervenciones,  de alguna forma se busca suprimirlas y ese fue uno de los resultados de esta acción. El observar cómo y quienes manejan el espacio. Las intervenciones fueron retiradas al día siguiente y esto se lograba utilizando herramientas (pinzas). Creo que la inserción de este lenguaje mostró el rechazo a esta inserción de lenguaje porque este puede servir para muchas cosas, y probablemente quienes las quitaron pensaron que era algo que podía ir en contra de sus intereses. En otra intervención que se realizó en el marco de un concierto en apoyo a la reapertura del cine Taricco, me gustó mucho que fueron un par de niñas quienes si se acercaron y utilizaron las calculadoras. Los niños están más abiertos a las dinámicas del juego y es eso lo que intento llevar a las calles.

--La intervención fue sobre “el lenguaje como código en relación a la tecnología”. ¿A qué conclusiones llegaste luego de recorrer Once?

-La conclusión a la que llegué después de la intervención en Once, es que este y muchos otros espacios conflictivos cuentan con una serie de mecanismos para protegerse y el hacer este tipo de acciones traen a flote lo que de otra manera no se podría saber. Es decir, que se permite y que no, es algo que solo se puede saber haciendo cosas, no preguntando. A su vez también me parece que permite comenzar a ver los distintos matices que se encuentran en la ciudad. Esto es algo muy intuitivo y que todos percibimos de manera un tanto inconsciente. Hay lugares por los que pasamos muy rápido y con tensión en el cuerpo y otros por los que paseamos tranquilamente, son estas gradaciones de intensidad lo que me gusta observar y tratar de hacer visible.

-¿Qué planes a futuro tenés?

-Mis  planes a futuro son continuar con estas acciones y profundizar en las posibilidades poéticas de estas herramientas, por lo pronto este Domingo 22 se realizará una presentación en La Paternal Espacio Proyecto donde exploraremos esta dimensión. La idea es proponer estas dinámicas en muchos más espacios (en otros países probablemente se dé en un futuro cercano) y ver qué ocurre.

-¿Qué te inspira de la ciudad?

-Las ciudades me encantan, me fascina recorrerlas y pretendo verlas como los lugares propicios para la experimentación, pues es ahí donde está sucediendo casi todo, es ahí donde entramos en contacto con los otros y donde negociamos nuestra posición dentro del sistema en el que vivimos. Tomar las calles es un acto a través del cual reclamamos nuestro lugar dentro de la proyección y construcción del lugar en el que queremos habitar.

J.C.

Foto: Martín Nieva-Paternal.

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