Gobierno, oposición: el juego de la mosqueta

Entre un gobierno que hipoteca el suelo argentino al gran capital; que ataja mojarritas, pero al que se le escurren tiburones y una oposición prácticamente delincuente... no queda otra que sentirse burlado.
el

AFIP es el puro escarnio.

Un sitio electrónico donde algunos, tal vez elegidos, puedan entrar, pero donde la inmensa mayoría de la población argentina está excluida.

De muchas maneras. Aun siguiendo las “leyes de juego”.

Uno anota su clave fiscal y aparece una decena de entradas. Pero uno selecciona una u otra de tales “entradas” y no encuentra nada…

¿Salieron a comer?, ¿está en construcciòn?, no se sabe; no contesta.

Esta técnica de contacto, o falta de, subsigue a la anterior cuando, cierta política de restricción a los particulares para acceder a dólares se disfrazó de problemas de insolvencia del propio solicitante.  A medida que diferentes ciudadanos o habitantes de este país demandaban comprar dólares, conseguir dólares, transferir dólares (o cualquier otra moneda) durante meses se contestaba indefectiblemente que era el titular demandante quien carecía de la solvencia necesaria para hacer semejantes operaciones.

Como si el demandante estuviera en falta y el estado, convertido en sumo sacerdote, le controlara el comportamiento, incluido el moral…

Claro que esta excusa −ocurrencia de algún cráneo o cránea− fue para no explicitar la política del superior gobierno que tenía otros designios: uno, ir apretando las clavijas del control financiero y administrativo de sus súbditos, al menos de algunos de ellos; otro, no “largar” dólares que prefería monopolizar lo más posible con miras a futuras amortizaciones.

Al creativo/a que ideara esa culpogenia alojada en cada individuo no se le ocurrió que poner todo el santo día, durante semanas y meses, la misma excusa ante el pedido de cien mil dólares y ante el de cuatrocientos, iba a resultar sospechable y por eso, la política actual es más parecida a la preconizada por Groucho Marx: −si te callas, al menos te aseguras de no decir estupideces.

Se dificulta el movimiento de dólares al exterior, y no nos referimos a los que mueva Cargill o HSBC sino a los que, por ejemplo, una residente peruana quiere enviar a su tierra, 200 dlrs. (o un jubilado firmar una carta ante el Banco Nación asegurando “por su honor” que no ha movido en el mes más de tres millones de dólares… carta “necesaria” porque recibe una jubilación del exterior de aproximadamente mil ochocientos pesos argentinos, es decir menos de cuatrocientos dólares…).

Siempre lo mismo. Se atajan mojarritas, se escurren tiburones. Las estaciones de servicio despachan ininterrumpidamente cien, doscientos, trescientos pesos por tanque que llenan, colas interminables, y cada vez tienen más carteles avisando que “no se aceptan tarjetas” ni de crédito ni de débito. Cobran y tampoco te dan recibo alguno (salvo a quien lo pida, a quien se lo dan “gustosos”, aunque el pedigüeño tiene a veces que armarse de paciencia, una política educativa para enseñar a no pedir algunas cosas). ¿Cuánto se cuela con esa actividad? Aquí sí correspondería hacerle firmar a algunas redes de estaciones de servicio, Shell, YPF, que “por su honor” no han movido más de tres millones de dólares mensuales.

 

Uno se pregunta cómo puede seguir este gobierno sin una oposición más encendida y más pesante, si lo único que hace es mantenernos conectados a la cadena nacional de radio y TV, donde recibimos tantas arengas como nos prometen vacunas. Un gobierno que elige, claro, al movimiento sindical más incondicional y genuflexo, manteniendo la presidenta como escudero sindical a todo un cuadro de la seguridad del estado del tiempo de la dictadura, con su foja de servicios en el “famosísimo” Batallón 601, desde los ’70, nada menos, que mantiene a través de la UOCRA una de los servicios de abollar ideologías más activos que se conoce en las últimas décadas.

Muchos, estimo, nos habremos preguntado por qué volver a la Gráfica Ciccone estando la Imprenta Nacional. Claro que es más preocupante la existencia misma de más y más billetes que expresa una inflación desconocida (por el gobierno, no por “la gente”). Pero la mera impresión de billetes es también un problemita; al fin y al cabo, Ciccone es de triste memoria del tiempo de Menem y su propio escudero Gostanian. ¿Tal vez un neoká como Boudou saneó totalmente el mundo empresario de Ciccone?

Tal vez. En todo caso, alguien se olvidó de sanear el mundo millonario de la tarjeta SUBE. Un servicio de 65 millones. Un aparato ad hoc que se caracterizó por “apurar” a todo el mundo con aquello de que el que no tenga la tarjeta pierde; ¿el apuro tendría que ver con el escamoteo de millones?.

Para todo esto no hay cadena. Es la presi la que elige temario para la cadena.

 

 

Pero haciendo un esfuerzo se entiende. La soja sigue siendo “el banco”. Que deshace el suelo del país, que contamina cada vez rincones más alejados y seres vivos, humanos incluidos, que elimina biodiversidad a un ritmo atroz (ciertamente la sociedad argentina no tiene los recursos culturales para que equipos de rastreo biológico verifiquen todos los bichitos y no tan chicos, que desaparecen, un verbo ante el cual en Argentina deberíamos tener cierta sensibilidad…).

Pero la soja le entrega al país, mejor dicho a los sojeros y al gobierno, una montaña de dólares.

En ese sentido es más tentadora que la megaminería que le deja dólares únicamente a la empresa extractora y a los “contactos” provinciales que le dan la bienvenida y facilitan su ingreso. Porque ningún gobierno va a poder hacer una política para “sus grasitas” negociando con Barrick Gold, Yamana Gold, Meridian Gold; la ley de minería de 1993, jamás cuestionada ni revisada desde entonces, se conforma con que las mineras le entreguen un 3 % de lo extraído al país asiento… y sin mucho preocupación fiscal,  “a declaración jurada”….

Es la soja, entonces, el viento de cola. Del gobierno, aunque en cada discurso por ca-dena la presidenta procure hacernos creer que está navegando en un mar proceloso y con to-do en contra, con viento con el cual pueden hinchar las velas sólo porque tenemos consuma-dos navegantes, porque viajamos en un barcaza al lado del Titanic pero con verdaderos timoneles.

 

Lo único que es peor que lo que hace el gobierno hipotecando todo el suelo argentino al gran capital transnacional, pero sobre todo al de origen en el llamado Primer Mundo, es la oposición. Donde tenemos otro sindicalismo tan corrompido como el de Los Gordos, pero vendido a otro amo, como es el caso de la UATRE. UATRE, o tal vez, intercambiando términos intercambiables, Momo Benegas, ha optado por la Mesa de Enlace, la que en 2008 imaginó reconstituir la Unión Democrática, a la que no le faltaba ni siquiera el apéndice “de izquierda”, todo un movimiento socialista de trabajadores,  como en su momento con Ghioldi y Codovilla…  

Benegas comparte con el inefable Gustavo Grobocopatel el primer puesto para incluir la soja en nuestra dieta cotidiana. Se trata, por lo visto, de dos revolucionarios de la alimentación que procuran convertir a los argentinos en cobayos para experimentar el cambio de las comidas tradicionales de los últimos siglos a una dieta basada en soja… y transgénica (cuando ya está demostrado que los “eventos transgénicos” no son tan estables como los imaginaran los biotécnicos moleculares en las últimas décadas del siglo XX, con lo cual los alimentos transgénicos tendrían que haber sido considerados con precaución y no con el entusiasmo lucrativo con que fue encarada su explotación).

Benegas, con sus galletitas de soja para niños y adultos.

Grobocopatel con su pasta, aspirando a que ya no lo llamen “el rey de la soja” sino “el rey del fideo” [sic]. Grobocopatel no tiene porqué preocuparse: sigue siendo el rey de la soja… y del humor (probablemente involuntario).

En la oposición tenemos, por ejemplo, a Mauricio Macri que acaba de arrebatarle una parte de la superficie al Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, para entregársela a Ronald, el muñeco de McDonald’s.

Estimamos que debe tener su sentido esta exaltación de la comida chatarra: Macri, previsor, acorta viajes y fletes entre los consumidores de comida basura y las internaciones a que se puedan ver sometidos como consecuencia, como nos lo enseñara con su propio cuerpo Morgan Spurlock, el realizador del documental Supersize: me! (EE.UU., 2004). Y por los episodios vividos en la misma Argentina con algunos casos de intoxicación por el llamado síndrome urémico-hemolítico.

Sin embargo, tal vez por modestia, Macri esconde está idea de sintetizar la comida basura y la detección precoz de sus devastadores consecuencias, y realza, en cambio, la lisonja privatista a los padres de los niños internados: el bueno de Ronald les brinda un espacio para desayuno, almuerzo, cena, lavadero y, faltaba más, TV.

No sabemos si tales servicios serán gratuitos o comerciales; pero descontamos que en cualquiera de las dos variantes, creativos tendrá la inmaculada cadena de McDonald’s que sabrán presentar lo más adecuado a las circunstancias.

En “la oposición” tal vez tengamos que incluir a la AMIA que, acaba de cuestionar la voz de Daniel Burstein, deudo del atroz atentado a la AMIA de 1994, y hasta ahora vocero de víctimas de dicho atentado. Criticó a Macri por haber tendido un seguimiento sobre su persona y otros “sospechosos”. Y tal crítica junto a su filiación K parece resultar demasiado indigesta para los dirigentes de la mutual israelita.

¿La AMIA elige entonces a Macri?  como ¿qué?,... ¿Como protector del trabajo esclavo que tanto le aprovecha a la empresaria Juliana Awada, precisamente su consorte?, ¿como usufructuario de su papel de dirigente de fútbol, del equipo más grande de Argentina? ¿Como gobernante público que apuesta a la educación privada? ¿Cómo el Hércules que ha limpiado los establos de Augias, es decir alcanzado la utópica y demagógica “Basura Cero”? No sabemos.

Lo que sí sabemos es que, ante tanta impudicia, nos sentimos burlados.

Luis E. Sabini Fernández

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