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Alimentos y calidad alimentaria: redes alternativas de compra

¿Alimentos?

La cuestión de la calidad de los alimentos con que nos nutrimos cada día es cada vez más relevante.
   Porque cada vez es más inocultable que muchos comestibles son todo menos alimentos sanos.
   La adulteración ha sido como una hermana siamesa de los alimentos. Sin embargo, lo que ha ido pasando con el paso del tiempo es que la adulteración de un alimento sano como estafa -aguar la leche para estirarla y ganar más por cantidad de litros, picar carne de segunda y grasosa y venderla como picada de primera- ha ido cediendo el lugar a otro tipo de adulteración, normalizada, legalizada.
   Cuando una hamburguesa no dice que es la mitad de soja pero en letra chiquititita nos “informa” que tiene “proteína texturizada” allí al menos podemos saber que la hamburguesa en cuestión tiene mitad carne de vaca (de segunda o de cuarta) y la otra mitad es soja convenientemente exprimida de su aceite. Como la soja vale diez veces menos que la carne, mitad y mitad significa un abaratamiento enorme para el que las elabora. Y la ganancia se basó en el imaginario social que asocia hamburguesas con carne de vaca.
   Los alfajores “negritos” con nombres inductores como podrían ser Chocón o Chocolito es seguro que tienen entre sus ingredientes soja, colorantes y en todo caso, muy pero muy poco cacao.
   Por su parte los aditivos, es decir los agregados químicos que llevan consigo los alimentos sin ser tales, constituyen una selva creciente de colorantes, estabilizantes, conservantes, antifloculantes, homogeneizantes, humectantes, acidificadores, condensadores, saborizadores, antioxidantes, acondicionadores, desengrasantes, aromatizantes, gelificantes, acidulantes, emulsionantes, edulcorantes que si bien ayudan a la producción empresaria, a la distribución, no mejoran ciertamente sino que empeoran la calidad nutricional de los alimentos.
Todo lleva a pensar que los alimentos más sencillos son más confiables y que los más procesados son los menos saludables.
    Sin embargo, complicando el cuadro, no alcanza con obtener alimentos sencillos y directos, porque demasiado a menudo éstos vienen a su vez cargados con otra selva química que proviene del momento de su propia elaboración: nitratos, insecticidas, hormonas, antibióticos, fungicidas, herbicidas y muchos otros biocidas suelen acompañar los que compramos como materia prima para nuestras comidas; la verdura, la carne, por ejemplo.
   Reaccionando contra semejante estado de cosas, se han ido creando redes, minirredes de interesados en comer sano. Los hay alrededor de las dietéticas e incluso en algunos rincones de los supermercados. Pero estos sitios suelen presentar precios prohibitivos para la generalidad de la población.
   La crisis del 2001 cambió un tanto el panorama alimentario. Con una sojización de la “comida para pobres” en comedores municipales y escolares que por cierto no ha mejorado el panorama, pero también con una cierta reacción de gente que decidió tomar más sobre sí la cuestión de qué comer.
   Así han brotado algunas redes o asociaciones que gestionan alimentos de origen artesanal u orgánico. Los primeros eliminan la selva química del momento industrial; los segundos también la del momento anterior, de la producción agropecuaria. Se han instalado en terrenos o locales surgidos con aquella crisis y en ese sentido son otra expresión de los intentos de recuperación.
   No exactamente en El Abasto pero tampoco tan lejos está el galpón de la Mutual Sentimiento en Chacarita (Lacroze 4180), el de Bonpland 1660 en Palermo, La Sala en Avellaneda 645, por el Cid, o un poco más lejos el del Centro Cultural Nunca Más en Nazca y Cabezón, en Villa Pueyrredón. En estos lugares una vez por semana, o cada quince días o una vez al mes, hay ferias donde conseguir alimentos más saludables. Muchos provienen de lugares de la ciudad, pero tal vez la mayor parte proviene de chacareros, pequeños productores de la periferia de esta megalópolis. Por eso, precisamente, los encuentros son esporádicos, porque muchos recorren 80 o 100 km. para presentar sus verduras o quesos. Hay además redes de distribución que sin intención de enriquecimiento (Puente del Sur, Tacurú) procuran alcanzar a este gran centro de consumo que es Buenos Aires, alimentos producidos en lugares lejanos con métodos “tradicionales”, y francamente más saludables y apetitosos: arropes y mermeladas de butiá o de algarrobo, miel de monte, tejidos crudos, dulce de leche de cabra, harina de algarroba, frutas desecadas caseras.
   Para darle al lector una idea de este tipo de “movidas”, transcribimos aquí el encuentro programado para este sábado 24 de octubre en el ya mencionado Centro Cultural Nunca Más.
   Con el título: “Lo orgánico hace la diferencia” mientras se desarrolla la miniferia de alimentos y otros productos artesanales y orgánicos, es decir rebajada o eliminada la fiesta de los aditivos, origen de tantos malestares y enfermedades “modernas”, la idea es tratar temas como: salud, nutrición, agua pura, productores ecológicos, suelo fértil, diversidad, relación con la naturaleza…
   La sola enumeración nos da una idea de la interrelación de temas y factores. Para contestar a preguntas como:
¿Qué es un producto orgánico?
¿Qué acciones terapéuticas tienen sobre el organismo?
¿Quiénes los producen?
¿Dónde se consiguen?
¿Cómo se consumen?
¿Puede existir una producción orgánica sin trabajo esclavo?
El encuentro está programado para que participen productores, consumidores, médicos.
Y para terminar con un aviso como dios manda; aclaramos que la cita es a las 11 (para empezar 11 y 30, conozco el paño…).

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]

Revista El Abasto, n° 114, octubre, 2009




 

 

 

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