Culpar por la inseguridad
al trabajador informal y a la protesta social
es PRO
Pese a las críticas a la propuesta
del jefe de gobierno de penar a ciertos
trabajadores informales, así como
también a quienes se tapen las caras
durante las marchas, Macri mantiene su posición
mostrando cada vez más su signo ideológico,
cercano al de Videla.
Tras las críticas
que surgieron de la oposición el
proyecto de ley para prohibir “la
mafia” de los trapitos, limpiavidrios
y los encapuchados, el jefe de gobierno
porteño, Mauricio Macri insistió
por Radio 10 -en el programa Cada
Mañana que conduce Marcelo Longobardi
(según Infobae)- en su proyecto
de trabajar “hasta el final”
para cumplir con su compromiso de “recuperar
la seguridad”. Porque sostiene que
“los vecinos quieren volver a sentirse
tranquilos en sus casas, en el espacio público”.
Insistió en que “hay que terminar
con los prejuicios ideológicos y
sentarse en la Legislatura a votar algo
inteligente y moderno”.
Para Macri “hay
que combatir las mafias de los trapitos
o de los que limpian el vidrio, dándole
a la Justicia y a la Policía instrumentos
para que puedan actuar”.
Parece que la agudeza periodística
de Infobae (o de Longobardi) no
dio para profundizar en como se puede englobar
así a la lucha social, donde algunos
se tapan las caras por temor a las recurrentes
represalias policiales, con los buscavidas
que limpian los parabrisas.
A su vez es interesante
la definición semántica de
la palabra “mafia” que utiliza
el jefe de gobierno cuando habla de los
trapitos. Sin duda, habrán quienes
están organizados e intimidan, el
ejemplo más cercano es el dejar el
auto frente al Zoológico donde cobran
cifras desorbitantes por adelantado. Y en
caso de no abonar la tarifa completa el
resultado es algún año en
el vehículo, cuestión que
cuento por experiencia propia. Sería
interesante desarmar esa mafia, y especialmente
castigar a quien esté detrás.
Pero los cuidachoches de nuestra zona están
lejos de esa práctica, cobran a voluntad
luego de haber realizado su labor de cuidar
el vehículo. En muchos casos incluyen,
como valor agregado, la limpieza exterior
del mismo. Hablar suelto de lengua de mafias
cuando se arma una policía que lleva
ya unos cuantos jerarcas removidos por prácticas
ilegales es un poco acomodado, por decirlo
de una manera suave.
La seguridad implica poder
confiar en las fuerzas estatales a las que
les pagamos para que nos cuiden, y Macri
muestra que hace todo lo contrario, cediéndoles
el poder para liderarla a este tipo de personajes.
Los encapuchados dejarán de estar
así cuando no haya represalias por
manifestarse.
Macri aclaró que
en la ciudad de Buenos Aires “hay
salida laboral” para los jóvenes.
¿Será muy loco pensar que
cuando los ingresos de los trabajadores
mejoren, así como las situaciones
laborales, habrá menos limpiavidrios
o trapitos? Por otro lado me pregunto, mientras
estos trabajadores informales respetan las
tradicionales y ya existentes leyes, así
como las buenas costumbres, ¿qué
derecho tiene alguien de prohibir la libre
elección de hacer lo que uno quiere?
Por último, y esto
lo sabe cualquier periodista: toda
decisión política, así
como todo signo lingüístico
tiene su trasfondo ideológico.
No existe la política sin ideología.
Se podrá hacer política siguiendo
ideologías contrapuestas, sin coherencia,
pero detrás de toda acción
política se puede leer una ideología.
Y acá está clara la ideología
macrista: se promueve el desarrollo
de las mafias estatales, demostrado
a través de las sucesivas elecciones
de los jerarcas de la Metropolitana que
tuvieron que irse así como también
por el accionar de la disuelta UCEP; mientras
se busca culpar por la inseguridad a los
que tienen trabajos informales y a los que
protestan con miedo. Si no es un
caso de senilísimo por nuestra reciente
historia y sus 30 mil desaparecidos por
el terrorismo de estado, es un caso conciente
de intentar volver a implementar la misma
lógica. Como fuere, por mala memoria
y por hijaputés, es terrible.
R.S.
Buenos Aires, 31 de marzo
de 2010