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Autocrítica no es crítica en auto


Los periodistas argentinos han gastado torrentes de palabra y probablemente de tinta para “analizar” la salida que muchos sintieron imprevista y prematura del seleccionado argentino en el reciente campeonato mundial de fútbol.
   Vamos a limitarnos a ver para donde empuja “el aire”, auscultando las afirmaciones de un periodista y de integrantes del “equipo técnico”.
   El reputadísimo periodista deportivo Fernando Niembro (o un tocayo suyo en su equipo) en la audición del 5 de julio 2010 tendió a achacarle a Messi la derrota: ‘Para otro equipo será imprescindible, para nosotros no’. ‘Si no ha servido como todos esperábamos algo tiene él que ver, algo tiene que haber hecho él mal’.
   Sin ser periodista deportivo y menos rentado por el mundo del fútbol, me permitiría suponer, a pura lógica, que no tiene porque ser, necesariamente una carencia de Messi el motivo por el cual no ha hecho goles. Podría haber otra causa: que no hubiera funcionado el equipo. Que yo sepa, Messi no es singlista.
Messi tuvo que hacer, sobre todo en el primer tiempo del partido con Alemania, de carrilero y de delantero, sin enganche, sin volantes, para meterse en el área rival o enfilar hacia allí.
   Allí podría haber una buena pregunta. ¿Le faltó apoyo a Messi?, o si se quiere, ¿por qué Messi tenía que hacer tanto trabajo? Con su capacidad, su dominio de piernas y pelota, con su velocidad, Messi eludía a dos, se desmarcaba de tres, pero no podía sacarse de encima a los que poco más adelante otra vez lo marcaban.
   Pero no hay de qué preocuparse: el “cuerpo técnico” no tiene ninguna necesidad de autocriticarse.
   Maradona ”explicó”, en la conferencia de prensa tras la goleada, que al sufrir un gol a tres minutos de iniciado el partido con Alemania, a Argentina se le trastornó la estrategia. No explicó, sin embargo, porqué no usar los 88 minutos restantes para modificar “la estrategia”. Sobre todo, agregó, porque los alemanes se apropiaron del juego que proyectaba Argentina. Tampoco explicó cómo y de qué pudieron apropiarse los alemanes. Ciertamente, ningún periodista se atrevió o se le ocurrió preguntárselo.
   Alejandro Mancuso, tenido por muchos periodistas deportivos como vocero de Maradona, no ve, tampoco él, claro, necesidad alguna de hacer una autocrítica.
En un extendidísimo y cordialísimo reportaje (en el mismo programa del 5 de julio) señaló algo que es más bien una crítica demoledora y hacia fuera –ya veremos a quiénes–, que excusa por completo al “equipo técnico”: explicó que se cansaron de estudiar, con los jugadores, mediante videos y análisis (supongo que teóricos y prácticos) la jugada de pizarrón con la cual los alemanes abrocharon el arco argentino a los tres minutos de iniciado el partido y que, cuando se da la situación, no entiende (no acepta) lo que pasó. Mancuso les confiesa entonces a los entrevistadores que tuvo unas ganas casi incontenibles de saltar dentro de la cancha y ponerse él, ellos, a jugar.
   En lugar del ‘equipo de inútiles’, eso es lo que traslucía su “relato”. Sin invocar semejantes palabras, obvio, porque el lenguaje diplomático es herramienta que cada vez más usan los voceros, de cualquier rama de actividad imaginable. Las RR.PP., ya se sabe, están cada vez más presentes.
   Con semejante actitud por parte de Mancusos y Maradonas el seleccionado está al horno. Porque sin autocrítica no hay mejora, no hay avances... ¿para qué si somos lo mejor que hay?
   La pregunta que me hago, como la que me hice en abril cuando Maradona “informó” que Messi se dedicaba a jugar al “fulbito” con Dios* (lo ponemos con mayúscula aunque no sepamos exactamente a qué dios se refería el director técnico), es porqué Messi estuvo tan solo, para armar el juego.
   Es cierto que cuando llegaba arriba, tuvo alguna tendencia a ser comilón e incluso pinchó un par de nubes, pero también hizo sus buenos pases y tuvo un arquero enfrente que le sacó pelotas. Es un jugador, humano, no una computadora. Pero la pregunta previa, casi topográfica, es: ¿por qué Messi tenía que llegar con tanto esfuerzo al área rival?
   La expresión de que Messi juega un “fulbito” revela una minorización de Messi. Que se liga con los comentarios y referencias de Maradona de que no es todavía el tiempo de Messi. Como si con eso se explicara su falta total de goles.

Maradona está, hay que reconocerlo, en una situación mucho peor de la que tenía, por ejemplo, Bilardo en 1986. Bilardo podía empeñarse en darle todo el apoyo imaginable a Maradona, el jugador no. 1 del equipo argentino. Eso iba a favor de Maradona e indirectamente de Bilardo, ensalzado como gran director. A nadie se le iba a ocurrir comparar el juego presente de Maradona con el anterior de Bilardo. Tampoco a Bilardo. Y así, Maradona tuvo un acompañamiento extraordinario que lo ayudó a lucirse. Porque tampoco Maradona era singlista.
   Maradona es, sigue pensando que es, el-mejor-jugador-del-mundo. Y sigue celoso cuidando esa conquista. Y exigirle a la vez, entendámonos, a la vez, que se desprenda de ello para ver si Messi llega a ser algo tan extraordinario como para que muchos piensen que se convierte en el mejor-jugador-del-mundo, tal vez sea mucho pedir.
   Más allá de la simplificación de pretender visualizar a alguien como “el mejor” en alguna disciplina (cuanto más compleja, más insensato), hay, sigue existiendo, el empeño de tratar de hablar del mejor futbolista, el mejor tenista, el mejor boxeador… Cuando alguien pretende hablar del mejor novelista, el mejor ensayista, va resultando más claro el sinsentido, la imposibilidad de tales abordajes. Pero en el fútbol se sostiene. Los repasos de filmaciones y videos seguramente permiten afinar tales juicios, al menos entre los jugadores más recientes.
   Por lo tanto, lo que se ha demandado de Maradona fue algo insensato. En el mismo momento en que él se considera el namberuán, ser el maestro de otro candidato a namberuán.
   La designación de Maradona como director técnico revela una ignorancia supina del alma humana. Y eso, no recae en Maradona, sino en los dirigentes que no juegan pero “dirigen”.
   Ser maestro, ya lo decía Nietzsche es asumir que tu alumno puede, podrá ser mejor que vos, y que allí estará tu orgullo, tu sentido magistral. Pero Maradona no es un maestro. Maradona aspira, en todo caso, a ser un dios.
   Tal vez Maradona ni siquiera aspire a eso. No lo conozco tanto como para afirmar que es él quien motoriza ese culto. Pero es indudable que quienes lo rodean, sí lo necesitan, lo visualizan y probablemente lo “vivan” como dios.
La iglesia maradoniana que se venía “cocinando” mientras el seleccionado iba sorteando las instancias del campeonato, naufragó por el fracaso insoslayable del 4 a 0 y el consiguiente retorno “a casa”.
   En buena hora. En caso contrario, la sociedad argentina habría tenido un desarrollo imbecilizador aun mayor que el que observamos ahora con el reinado vigente de Maradona director técnico

Luis E. Sabini Fernández

* Véase “Maradona y Messi: el pez por la boca muere”, www.kaosenlared.net.

Buenos Aires, 19 de julio de 2010



 

 

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