Un
brindis energizante
El miércoles 27 nos juntamos de tardecita
en el Museo Casa Carlos Gardel con el fin
de brindar por los diez años consecutivos
de la revista. Semejante logro para un medio
vecinal exigía un encuentro con las
personas que quisieran compartir ese grato
momento con quienes la llevamos a la práctica.
Del equipo actual Pablo Ciliberti no se
acercó alegando achaques de salud;
lo cual fue una pena porque tiene muchos
lectores y, hasta diría, seguidores
de su humor gráfico. Juan Manuel,
Marcelo, Luis, Catalina y quien les cuenta
estuvimos ahí brindando y compartiendo
un momento emotivo. Nos cruzamos con muchos
amigos, compañeros de ruta y vecinos
participativos, activos y de todo tipo,
gente del que hacer cultural, comercial,
institucional, intelectual, teatral, asambleario
y hasta militantes… También
vinieron varios artistas plásticos
y hasta algún colega se asomó.
Vino mucha gente, fue muy lindo. Prefiero
no nombrar porque seguro me olvidaría
de alguno y eso no sería ético.
Entre tintillo
o gaseosa pudimos deleitarnos con el grupo
que dirige Tito Alonso. El músico
Carlos Sinicalco, sobrino de Alberto Castillo,
acompañó con el teclado durante
toda la velada a la serie de cantores y
cantoras que deleitaron a los brindantes
en una hermosa aunque corta velada. Pasaron
varios por el micrófono, más
allá del mismo maestro Alonso -que
los miércoles a las 18 suele tener
su clínica de canto transmitiendo
la técnica de voz y respiración
que utilizaba el Morocho del Abasto- hasta
cantores vecinos como “El Pato”
Duek y muchos otros que, tal vez por la
nebulosa que genera el vinito y la distensión,
ahora no recuerdo los nombres. Pero me llamó
la atención el alto nivel de los
cantores y de las cantoras. Un colaborador,
Luis, me dijo que le llamaba la atención
como a algunos les costaba mover el cuerpo
como consecuencia de los años, pero
que una vez con el micrófono en mano
brillaban, o tal vez dijo “se revitalizan”
de modo asombroso.
Personalmente,
siento que este encuentro me reanimó
para seguir adelante porque, por momentos,
los obstáculos parecieran oscurecer
el sendero. Unos sabe que no hay que perder
de vista el horizonte, aunque uno ande,
por momentos, casi a tientas. Pero este
encuentro me revigorizó mucho, me
sentí acompañado. Me vinieron
muchas ganas de seguir, y como alguien por
ahí me dijo “ya pasaron lo
peor, ahora marcha, es solamente seguir”.
R.S.
Buenos Aires,
28 de mayo del 2009