Nepotismo
chic
El desparpajo de la gestión
Macri se acrecienta.
Uno
nunca sabe si son o se hacen.
Con
bombos y platillos anuncian
la tarea –de algún
modo hay que llamarla–
de wedding planners.
Se
trata de un invento más
de la ñoñez
estadounidense y se ve que
ni siquiera tiempo han tenido
de traducir la profesión:
planificadores de bodas
o planeadores bodales si
usted quiere una castellanización
más fina.
Los
planeadores de bodas alhajan
los CGPs, el último
y más reciente recinto
para la ceremonia del casamiento
(civil), con enormes plasmas
que faciliten el narcisismo
en este caso en pareja,
con máquinas expendedoras
de arroz que permitan mantener
“la más pura
tradición”,
pero con renovación
tecnológica, sillones
nuevos y otros primores.
El
detalle que la prensa no
esconde sin embargo (aunque
tampoco lo explicita) es
que la planeadora bodal
que tal revolución
cultural está llevando
a cabo es la esposa de…
jefe del gabinete del GCBA,
y uno de inmediato se pregunta
quién instrumenta
tales contratos, que significan
cuantiosas erogaciones dentro
del mismo presupuesto que
ha recortado todo “gasto”
social –salud, vivienda,
educación–
porque seguramente “la
gente como uno” está
sana o tiene cómo
atenderse, vive en mansiones
o apartamentos suntuosos
y asegura privadamente la
educación de sus
vástagos.
Volviendo
a los servicios casamenteros,
existe lo que jurídicamente
se considera implicancia.
Por ejemplo: los empleados
de una radio no pueden participar
del sorteo que la radio
organice; un juez no tiene
más remedio que excusar
su presencia si se trata
de sentenciar en un juicio
donde está encausado
su hijo; un parlamentario
no puede asignar un contrato
a una empresa cuyo propietario
resulte ser su padre…
o un sobrino.
En
fin, parece bastante elemental.
Pero hay gente que tiene
una moral tan por encima
de toda sospecha que por
lo visto puede encarar cualquier
acto sin que aquella se
dañe.
Luis
E. Sabini Fernández
Buenos Aires,
3 de enero de 2009