Escenitas de la vida cotidiana
Estoy volviendo de algunas compras
del día, con un par de bolsas y a
dos o tres cuadras de donde vivo veo a un
tipo joven y de mirada muy adusta, casi
hostil, en la calzada como controlando no
sé qué. Y en la vereda, a
menos de diez metros, otro con las mismas
trazas. Y entretanto sobrepaso la salida,
larga, como de 30 metros, de un corredor
para vehículos y allá en el
fondo, un auto, oscuro, moviéndose.
Sigo mi camino pero no
puedo apartarme de “la pinta”
de los dos tipejos parados. En una calle
sin tránsito, y casi sin peatones.
Y me digo: esto me suena
a operativo para sacar un auto. ¿Qué
son los chabones? ¿Policías
de “paisano”? Bien pudiera,
claro, o ¿tal vez miembros de una
secta protestante? He visto en algún
domingo a guardias de una capillita suburbana,
con trazas tan llamativas que me hicieron
pensar en el acierto de aquellas autobiografías
de pastores protestantes inmortalizadas
por Saborido y Quiroga. ¿Y no serán
gente de un servicio secreto? ¿Y
si se tratare de rochos, sencillamente?
Sí, se abrían
muchas interrogantes para un hecho tan sencillo
como “sacar (o poner) un auto en garaje”,
así que opté por no hacer
nada.
No por aquello de que
“el silencio es salud” tan caro
a los militares mientras hacían sus
tareas más bien inconfesables, sino
porque realmente no sabía de qué
iba la cosa.
Por aquello de que la
ignorancia no es buena consejera.
Hermes
Buenos Aires, 2 de junio
de 2010