Editorial
“¿Quién
dijo que todo está perdido?”
Los medios
masivos utilizan hechos fuertes para sacudirnos
continuamente y mantenernos enfocados
en la problemática del momento.
“Anteayer” fue la muerte de
Lola, luego el atentado en París
a la redacción de la revista Charlie
Hebdo y por último la repentina
muerte del fiscal Nisman que iba a presentar
supuestas pruebas por el atentado a la
AMIA. Siempre pasa algo, y siempre escucho
expertos que desarrollan teorías
por lo general erróneas (porque
no tenemos la información suficiente)
algunos al extremo de reaccionar con marchas,
por la simple razón de que a los
seres humanos nos gusta que las cosas
cierren. Y no siempre cierran, especialmente
cuando hay muchos intereses de gente con
poder en juego.
Pronto las teorías
se adaptan a las ideas del partido que
más nos cierra, al modelo que consideramos
mejor para el país o el mundo.
Nacen teorías conspiratorias de
lo más complejas dignas de grandes
películas holywoodenses, tan pero
tan rebuscadas, como lamentablemente puede
llegar a ser la vida misma.
Sin embargo, la vida
no siempre es ni compleja ni rebuscada,
al menos no para quien en lugar de engancharse
profundamente con estas energías
manipulativas externas se centra en su
esencia. No es mi intención esclarecer
acá ninguno de los crímenes
con los que encabecé este editorial.
Me parecen macabros y terribles los tres.
El de Lola duele por ser una chica tan
joven, encima en un paraíso terrenal
como lo es Valizas… Lo de Charlie
duele porque es un puñetazo a la
libertad de prensa. No hay justificativo
para matar a alguien por pensar distinto.
Sin embargo, los países imperialistas
lo hacen todo el tiempo y desde tiempos
inmemorables y a los más extremistas
de los musulmanes los han apoyado desde
el centro del mundo. Cuando Estados Unidos
ayudó a derrocar una Siria, con
sus defectos, pero democrática
y laica, apoyó al ISIS que ahora
nos presentan como el gran monstruo. Y
el supuesto suicidio de Nisman, que nos
tomó a todos por sorpresa justo
antes de declara, supuestamente, contra
gente del gobierno… en una acusación
que el gobierno mismo anunciaba como perdida.
Según la propia presidenta el atentado
no era la acusación en sí
sino el muerto que le dejaron…
No tengo idea
lo qué sucedió en estos
hechos... ni con las Torres Gemelas, ni
con las pisadas en la luna. ¿Quien
mató? Quién maneja hilos
y quién no. Puedo llegar a ver,
a veces, a quién le beneficia cada
hecho. Eso puede hablar tanto de buena
cintura política como de posible
complicidad.
Prefiero mantener mi
labor periodística en el barrio
donde las cosas me pasan más de
cerca. Por ejemplo, en la cortada Carlos
Gardel nos falta, en el panteón
de los tangueros, una escultura a Pugliese.
Me gustaría que definamos métodos
de participación ciudadana directa
que sean justos. Ni las asambleas resultaron
óptimas -suelen ir siempre los
mismos que pueden- ni la participación
vía Facebook me parece muy seria,
porque usar el Facebook no es un deber
cívico. Me preocupa cuando aniquilan
árboles por doquier por la vida
que quitan y por el calor y la polución
que no tiene contrapeso. Me preocupa que
el PRO hable de recuperar la calle cuando
siempre ha combatido con mayores exigencias
cada toma festiva y juguetona que se ha
hecho por la calle en el barrio. Me molesta
que tres calles seguidas a la Avenida
Pueyrredón tengan un solo sentido
(cuestión que parece vuelve a modificarse).
Me gusta como se ponen
las plazas con las sombrillas y las reposeras
del gobierno, así como la iniciativa
de las bicis prestadas. Me preocupa que
cierren espacios culturales y me alegro
que haya salido la ley que los cubrirá,
porque somos de la idea de que la cultura
no puede ser un producto homogéneo
y comercial, sino un espacio de resurgimiento
y debate de ideas que active a las personas.
Así que ante
tanta incertidumbre y cortinas de humo
propongo fijarse en uno mismo y notar
en qué aporta para el bien de si
mismo y su entorno. Y luego preocuparnos
por lo más inmediato -luego de
nosotros mismos y nuestra familia y trabajo-
nuestro barrio. Y ahí notaremos
que las cosas aún no están
del todo perdidas, aún hay corazones
que se ofrecen.
Rafael
Sabini
[email protected]