Un artista incomprendido
Cuando las luces
se encienden quedamos ante el opaco taller
de Atilio, maquillador de una funeraria
porteña. La primera impresión
de su persona es grotesca, se podría
trazar un paralelismo con la figura del
jorobado de Notre Dame con acento español.
Entre su pierna coja y su expresión,
la figura pareciera representar el espíritu
de un antihéroe.
Sobre la mesa yace un
cuerpo envuelto. Un famoso actor acaba de
suicidarse y debe estar producido para el
funeral. Nuestro protagonista intenta dejárselo
a sus colegas “carniceros”.
Pero, tras pelearse con su jefe, decide
tomar la empresa.
Definido como un artista,
Atilio comienza a trabajar en su obra. Mientras
vemos el proceso, casi como una peripecia,
el disfraz de cuasimodo comienza a caer.
Se crea un extraño lazo entre el
vivo y el muerto que dejará entrever
la verdadera personalidad del maquillador
en cuestión.
El destierro, la soledad,
el tiempo del franquismo en España,
la falta de un lugar en el mundo son sólo
algunos de los fantasmas que asechan al
protagonista. Este punto nos permite saber
su historia y cómo llegó a
la funeraria.
El personaje está
explotado por Alejandro Lifschitz (también
autor) de una manera que logra conmover.
El drama que pesa sobre su creación
no escapa a la soledad cotidiana.
Tras algunos pasajes de
comicidad, Lifschitz logra sumergir la escena
en un momento de aflicción, donde
el personaje asume su propia tragedia en
busca de alguien con quien compartir su
dolor. Este clima lo vuelve tan humano que
logra llegar al espectador de un modo intimista.
Atilio es un artista,
a fin de cuentas. Arriba del sótano
lo aguarda su tribuna incomprendida. La
promesa del reencuentro entre “el
creador” y su “obra” es
la que nos aleja del sombrío estudio,
junto a una reflexión acerca de los
vivos y los muertos. Para la audiencia queda
la pregunta: ¿Con qué los
aguardará el peor de los públicos
fuera de la sala?
J.M.C.
FICHA TÉCNICA: El peor
de los públicos. Teatro
el Anfitrión Venezuela 2240 Viernes
a las 21. Autoría: Andrés
Binetti, Alejandro Lifschitz. Actuación:
Alejandro Lifschitz. Escenografía:
Fernando Berreta. Iluminación: Fernando
Berreta
Realización de muñecos: Norberto
Laino. Prensa: Walter Duche, Alejandro Zárate
Producción: Eleonora Pereyra. Dirección:
Andrés Binetti.
Buenos Aires, 3 de marzo
de 2010