Estampilla de las
minimiserias cotidianas
Esperando el colectivo, elegí y sopesé
dos monedas de diez centavos y una de un
peso. No me quedan tantas. Elegí
las de diez porque las “nuevas”
sin las rayas de la circunferencia no sirven
para monederos.
Por esa curiosa costumbre de acuñar
moneda de diferentes formas o pesos que
hace que máquinas programadas para
su uso reconozcan un acuñamiento
y ya no los siguientes…
Es lo que hay.
Subo, pido 1,20 y la máquina me reclama
cinco centavos.
Le pido al conductor que me devuelva las
monedas. Me “explica” que faltan
cinco centavos.
-Ya lo sé, lo estoy viendo en el
visor, pero puse una de un peso y dos de
diez centavos y por lo tanto estaba el 1,20.
-No pusiste eso. Te faltan 0,05
-¿Me las podés mostrar?
Con una petulancia que sólo puede
provenir de escasez de años o de
materia gris, me responde:
-La máquina no se equivoca.
-A vos te parece. Devolvémelas así
lo veo yo también.
-No las vas a ver porque te va a devolver
cuatro de 0,25…
El modelo de expendedora de boletos que
teníamos delante funciona como un
tragamonedas.
Estuve en un tris de pedirle igual la “devolución”
de 1,15 y bajarme pero un necio no podía
conmoverse por ello, ni siquiera advertirlo
y el perdidoso sería exclusivamente
yo mismo. Y de tiempo, mucho más
valioso que el dinero.
Puse los 0,05.
Luis