Y ahora se nos fue El Gitano
Anoche la noticia recorrió
el país, América y el mundo,
como una polvareda encendida. Las más
grandes divas argentinas, Mirtha Legrand
y Susana Giménez, compararon la ida
de Sandro nada menos que con la de Carlos
Gardel.
Hay músicos para
todas las edades. En mi caso, Sandro llegó
ya de adulto, hace unos quince años
cuando mi compañera, fanática
igual que su madre y su hermana, me lo hizo
escuchar. Me cautivó ese romanticismo
canchero que El Gitano logra transmitir.
Tiene temas realmente impecables.
Por todos los canales,
portales, diarios y revistas va a estar
ésta muerte presente en primera plana.
Dolerá más o menos lo que
nos dolió lo de la Negra Sosa, que
se nos fue también hace tan poco
tiempo. Dejan una sensación
de fugacidad, de que se nos está
yendo gente linda, gente querida.
Más allá de algún furcio
que hayan tenido en sus intachables vidas,
ambos eran ejemplos de rectitud. Sandro
podría sin duda haber tocado algún
contacto para lograr tener un vital órgano
antes de estar tan debilitado. Pero no lo
hizo, esperó su turno como cualquier
hijo de vecino, porque él sabía
que eso era lo que era. Parece que nunca
se creyó más que otros. Y
eso a pesar de haber sido el primer cantor
latino que llenó el Madison Square
Garden de Nueva York abriendo un nuevo paso
para otros cantores latinos.
Ahora se va y nos
deja 36 discos, 13 películas y no
sé cuántas filmaciones de
sus recitales o participaciones en shows
televisivos que aún hoy deleitan
no solo a “sus nenas” sino a
gran parte de la población de América.
Sandro, durante
su larga espera para recibir sus órganos
tuvo un apoyo popular gigantesco. Y desde
antes también. Vale recordar sus
cumpleaños frente a su casa en Banfield.
Cuando hace un mes y medio le transplantan
los nuevos órganos el apoyo popular
y las plegarias crecieron. Él no
concebía su vida sin canto
y demoró en aceptar una traqueotomía
que, en una de esas, hecha a tiempo como
proponían los médicos podría
haberlo mantenido con vida. Pero él
no quería porque había riesgo
de lastimar las cuerdas vocales.
Siempre se culpó
a sí mismo por haber fumado tanto
gestando el mal que lo enterró.
Hoy sus restos llegan
de Mendoza al Congreso donde se lo velará
como merece.
Se me ocurre como
triste consuelo que vivió una vida
plena donde logró separar su intimidad
como Roberto Sánchez de su vida artística
como Sandro.
Y nos muestra que pese a todo los
seres humanos no somos meras máquinas
con órganos fácilmente intercambiables
(¡imaginen el cultivo de órganos
de pobres para los ricos!) sino que estamos
compuestos por mucho más. Cuestiones
intangibles. Energía, deidad, originalidad…
de eso que Sandro derrochaba.
R.S.
Buenos Aires, 5 de enero
de 2010