Filosofía tanguera
Cuando el tango me encontró
a los treinta y tantos años sentí
de golpe y porrazo una conmoción
que aún perdura. Yo estaba como la
juventud de esa época, sometido y
entregado a los ritmos que llegaban de Norteamérica
y que aquí, país con fuerte
vocación de servicio a los intereses
extranjeros, era difundida en exceso por
los encargados de promover y mantener esa
penetración cultural en desmedro
de nuestra música popular, la que
nos representa aquí y en el mundo.
Grandes escritores
y poetas nos dejaron en sus versos verdaderas
enseñanzas de vida que perduran a
través del tiempo. La genialidad
de Eladia Blázquez nos pinta así:
“¡Cómo
somos!.../ Sensibleros, bonachones/ compradores
de buzones por creer en el amor./ Y a enredarnos
en la trama por vivir en la ficción./
¡Tal como somos!.../ como un niño
acobardado con el andador gastado por temor
a echarse a andar…/ chantas…
y en el fondo solidarios,/ más al
fondo muy otarios y muy piolas más
acá…/ ¡Vamos!... aprendamos
pronto el tono de asumirnos como somos o
no somos nunca más.”
Y la sentencia
final de Jorge Luis Borges:
“Yo habré
muerto y seguirás orillando nuestra
vida. Buenos Aires no te olvida, tango que
fuiste y serás.”
P.C.

Revista El Abasto, n°
112, agosto, 2009.