Sueño
del abuelo, pesadilla del
nieto
Para el 92% de la
población conseguir
un crédito bancario
para una vivienda única
es imposible. Los bancos
no prestan y se lo hacen
no es lo suficiente y encima
con riesgos enormes. Mientras
se lucra con la desgracia
ajena con alquileres elevadísimos.
El
estado –nacional o
provincial– no hace
acá nada para mejorar
la situación. Y las
familias atomizadas por
la postmodernidad y las
exigencias materiales pocas
veces ayudan. Por eso muchísimos
trabajadores se ven obligados
a alquilar a precios
de usura. Las alternativas
son pensiones (“conventillo”
suena anticuado, ¿no?)
o en casos de los estratos
más bajos quedarse
en la villamiseria. Los
que no soportan la presión
puedan en la calle, cuidándose
no solo de la dureza de
esa vida y el frío,
sino también de las
patotas del gobierno macrista
(UCEP).
Hoy
apenas el 10% de
los bancos ofrece créditos
hipotecarios, que
por cierto resultan inaccesibles
para un asalariado medio
porque, por ejemplo,
un crédito por 100.000
pesos tiene una cuota inicial
de 2800 pesos, con lo cual
una persona debería
tener ingresos por $ 8900.
Pedirle
a los bancos que reviertan
esta situación es
pedirle peras al olmo. Acá
se necesita una política
fuerte desde el estado.
Lamentablemente el nacional
hace poco, tal vez algo
con las Madres de Plaza
de Mayo para los casos más
extremos. El macrista directamente
desmanteló el IVC,
frenó el desarrollo
de las villas y persigue
a los ocupas y linyeras
en su cruzada para “recuperar
el espacio público”.
La
función de un estado
benefactor y democrático
es posibilitar créditos
para la vivienda única,
edificar brindando trabajo
y compitiendo en precio
contra la usura de los alquileres
de los privados y brindar
subsidios para llegar a
tener un techo que es una
necesidad básica,
especialmente cuando se
crían hijos.
Lejos
estamos de todo esto, sin
intervención estatal:
con ingresos en pesos argentinos
y viviendas a precio dólar.
R.S.
Buenos
Aires, 16 de abril del 2009