La normalización
a gran escala
Me sorprende la respuesta inmediata que
tienen algunos personajes que acompañan
nuestro andar cotidiano por las calles,
al escuchar un silbidio, un grito, o la
bocina de ese vehículo que pasa cerca.
Lo que llega a hacer la mayoría es
girar y buscar algún rostro conocido
como fuente de ese llamado que, supuestamente,
le realizaron. El antropocentrismo mimetiza
también nuestras creencias y pensamientos,
o lo que la mayoría cree que realmente
piensa y lo adapta a una idea propia, aunque
estamos más cerca del “Modelo
heliocéntrico” inventado por
Copérnico que denosta la idea de
esa importancia relevante que pudo creer
tener el hombre.
Esa idea
de epicentro se “sociabilizó”
en la noticia mundialmente y los medios
la refuerzan día a día en
sus canales, radios y diarios. Lo que gira
en torno a esas “destacadas”
son voces que avalan, se oponen, debaten
y discrepan fervientemente cada vez que
se renueva un texto difundido, lo que comúnmente
se conoce como, la mal llamada contra-agenda,
termina siendo utilizada como un escudo
de defensa a noticias mal intencionadas
que rebalsan de calumnias e injurias en
muchas de ellas.
Hace unos días,
periodistas que responden a grandes multimedios,
debatían sobre el verdadero significado
de monopolio dejando en claro que esta palabra
solo puede aplicarse a un único grupo
que prevalece en espacio, tiempo y forma
sin poder escuchar otra voces discursivas,
para este caso. Nuevamente se proclamó
esa idea “antropocentrista”
difundida en la sociedad, ya que si existe
2 o 3 grupos que manejan los medios, no
existe ningún monopolio dominante.
Los nuevos medios
que salen a la luz de la mano de la Ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual,
yuxtaponen a esta idea de los grandes mass-
medias, desde trincheras hasta ahora radiales
y gráficas, que se colocan en vereda
opuesta y niegan cada premisa que previamente
disparan los grupos de medios privados no
oficialistas, respetando una de las tantas
herramientas musicales, el contrapunto o
la pregunta respuesta entre dos instrumentos.
Es difícil
pensar en una contra-agenda, por
el momento diferente, que no defienda cada
texto injurioso de los grupos que dominan
la comunicación en nuestro país,
pero quizá aquí tome verdadera
importancia y re-signifique el concepto
de monopolio que está ligado no a
un solo grupo dominante, sino a la repetición
de un mismo discurso que se difunde en las
diferentes corporaciones.
La “normalización”
del pensamiento a gran escala es lo que
define a ese monopolio que por sus grietas
solo escapan voces que simplemente discrepan,
pero que no definen una nueva premisa.
Martín Suárez
Buenos Aires, 12 de noviembre
de 2010.