El pez por la boca muere…
Una vez más, pero más
claramente que en ocasiones anteriores,
Maradona ha explicitado su relación
con Messi.
Con gran sentido de la oportunidad,
porque los comentarios venían arreciando.
Y con la proverbial propensión psicologista
de tanta prensa porteña se ha iniciado
una fiesta de “interpretaciones”
que se centran en la frase al parecer decisiva
con que Maradona habría rematado
sus declaraciones, de que Messi está
jugando “un fulbito con Jesús”…
el diminutivo sugiere, el personaje con
quien jugaría también…
Sin embargo, a mi modo
de ver, el pasaje clave de las “santas”
palabras maradonianas pasa por la condición
de maestro.
Un buen maestro, se dice
siempre, es el que se complace cuando su
alumno lo supera, lo niega, lo trasciende.
Ya se trate del “maestro ignorante”
de J. Rancière o del Zaratustra de
F. Nietzsche, una buena relación
entre maestro y alumno no permite la competencia,
que convertiría esa relación
en una estafa, algo básicamente insano.
Nos confiesa Maradona:
“[…] lo mío ya está
dado. Ahora él tiene que hacer su
carrera y, al final, veremos quién
es el mejor de todos los tiempos.”
Humildemente,
como es habitual en él, Maradona
revela aquí su estrategia y su espera.
Porque en el universo de Maradona, por supuesto
no está ni Pelé ni Puskas
ni Beckenbauer ni Chilavert y es posible
fijar la idea de “el mejor”.
Todo se reducirá, entonces, a comparar
lo suyo con lo que hará Messi, que
juega todavía al fulbito.
Y aquí surge, patética,
la función actual de Maradona para
Messi. Maradona es el director técnico
del seleccionado donde trabaja su “próximo
contendiente” en esa puja que tanto
le interesa a Maradona por ocupar el Parnaso.
Maradona es el maestro,
el guía de quien tiene que ir, luego,
a medirse con él.
Es decir, Maradona repica y está
en la procesión.
Es juez y parte, porque
es maestro del alumno que se va a medir
con él cuando al fin de los tiempos
sean los dos juzgados…
La actitud tan competitiva
de Maradona no debería permitirle
ser maestro de fútbol, director técnico,
como se le llama.
Y advirtamos que este
patético conflicto no surge por responsabilidad
de Maradona, y menos de Messi, sino de quienes,
desconociendo el afán de ser dios
de Maradona, lo designaron también
para este otro cargo…
Luis E. Sabini Fernández
Buenos Aires, 8 de abril
de 2010