Para el Pueblo, lo que
es del Pueblo
Siempre,
Llega hasta el salón principal
Donde está el motor
Que mueve la luz
Y siempre allí
Hace su tarea mejor
El reparador de sueños
Silvio
Rodríguez
Alguien instituyó
nuevamente el derecho a soñar entre
los argentinos.
Nosotros lo sabemos. Otros no.
Será porque los
sueños son parte fundante de la condición
humana. Sueñan nuevamente padres
y madres esperando a los hijos por venir.
No sueñan en vano las abuelas esperando
reencontrarse con sus nietos. No es un absurdo
que los viejos sueñen también
el futuro. Tampoco que les pase eso tan
vivificante a los jóvenes.
También sueñan
los pueblos con el porvenir. Porque nadie
sueña solo.
Pero cuando los sueños son heridos,
o trocados por una pesadilla el universo
entero se duele.
Allí es cuando
se vuelve urgente la presencia de aquellos
que se disponen a trabajar en la reparación
de los sueños rotos. Y la tarea ineludible
para ello es el amor, mal que les pese a
los oligarcas.
Cierto es que tanto Eros
como Tánatos conviven en el corazón
humano. Y no lo hacen pacíficamente,
claro está. Su pugna sacude la existencia
de modos impensados.
A veces, transformando
la fuerza devastadora de Tánatos
en potencia de lucha al servicio de la conservación
de la vida.
A veces, dejando al descubierto
los aspectos más canallas y mortíferos.
Un hombre ha muerto y
ha entrado en la historia por la puerta
grande. Junto a él volvimos a soñar.
Algunos estarán
más que satisfechos con esa muerte.
Festejarán su patético sentimiento
con un dejo de vergüenza y en la soledad
de sus pequeñas ambiciones.
Otros muchos hombres del
mundo desde toda nuestra América
hasta el viejo mundo se han condolido, a
viva voz y a plena luz del día, con
nuestra pérdida.
No ha sido para aquellos
infames festejantes, la profunda congoja
de otros pueblos...sino para todos nosotros.
Porque Ese Muerto es Nuestro.
Viviana Demaría
y José Figueroa
[email protected]
Buenos Aires, 2 de noviembre
de 2010.