Estilos judiciales en el
país argentino
Hace ya más de seis meses
que el estado argentino mantiene preso a
Roberto Martino como un verdadero preso
ideológico.
El “delito”
de Martino es indudablemente de opinión.
Con motivo de la visita de un jerarca de
una organización judía mundial,
a principios de 2009, Martino entre otros
ya tuvo “problemas” judiciales.
El INADI elaboró una suerte de demanda
o planteo respecto de quienes acusaron al
visitante de complicidad con el Estado de
Israel en la limpieza étnica de “la
tierra prometida” por la cual tendría
dicho estado “un título de
propiedad” extendido en la Biblia,
algo que muchos, no sólo los citados
entonces por el INADI, consideramos inadmisible.
Para tal limpieza étnica o cualquier
otra.
La prisión
actual proviene de un nuevo hecho; la presencia
de miembros del MTR (Movimiento Teresa Rodríguez)
en el acto organizado por el gobierno de
Macri para conmemorar el 61o aniversario
del Estado de Israel, invitando a la embajada
de dicho estado.
Con la coherencia
propia de un Macri, no encontró mejor
oportunidad para tal recordatoria que cuando
dicho estado ejerció una acción
abusiva y criminal contra natives,
arrasados con disparos de armas de todo
calibre, fósforo blanco, partículas
cancerígenas de tungsteno, destrozo
sistemático de todas las instalaciones
que hacen vivible la vida; viviendas, usinas
de energía o potabilizadoras, escuelas,
hospitales. Es importante recordarlo porque
le da “el marco” a la “judicialización
de la protesta”.
¿Cómo semejante
convocatoria ha generado la prisión
de Martino, que lleva ya más de seis
meses? Algo muy pero muy grave debería
haber hecho puesto que años, que
ya casi son décadas, no han concretado
en Argentina la prisión para un delito
probado de pederastia por parte de un sacerdote
o exsacerdote católico, ni para resolver
los escamoteos de la identidad de los adoptados
(¿o apropiados?) por una empresaria
del circuito mediático, que pone
sobre el tapete la posibilidad de un delito
para nada menor.
Las razones aducidas desde
lo judicial, sin embargo, son francamente
ridículas y deleznables. Se habló
de “prepotencia ideológica”
y si bien la presencia de un grupete del
MTR en pleno festejo macro-sionista puede
haber sonado perturbador, al parecer los
inoportunos no llevaban ametralladoras de
sirvientes sino volantes de denuncia de
la matanza de civiles en general y niños
en particular que Israel se permitió
ejercer (una vez más) en la Franja
de Gaza. En todo caso, si había ametralladoras
no era en Buenos Aires…
Claro que se ha hablado
de un nun-chako. Si existió, fue
un desacierto psiquiátrico, si fue
plantado es una expresión ya tradicional
de un estilo policial argentino (que esperemos
no sea el único). Pero si hablamos
de “un nun-chako”, tampoco estamos
hablando de armas de destrucción
masiva; en todo caso, de una penosa competencia
con la herramienta para abollar ideologías
que inmortalizara Mafalda.
Pasando de materiales
hallados a textos ideológicos se
adujo apoyos o reivindicaciones al PRT:
habría que advertirle al juez que
30 años no suelen pasar en vano.
Una cosa es el apoyo material, que se viabilizó
en los ’70 y otro el apoyo simbólico
que conocemos hoy en día. Una cosa
es el apoyo a la lucha social, otra a la
toma de las armas. Por otra parte, si se
quiere ser justo y estricto con esas “declaraciones
de amor”, el sistema judicial vigente
tendría que investigar la multitud
de organizaciones de la izquierda más
o menos radicalizadas, que establecen sus
raíces o sus vínculos con
el setentismo subversivo o “subversivo”.
Así podríamos hablar más
claro, conocer los límites democráticos,
si los hay. Es totalmente arbitrario hacerse
“los brígidos” con una
pequeña organización usada
como chivo expiatorio de delitos borrosos.
También se habla de que en el allanamiento
a la sede del MTR se encontraron dos armas.
¿Un mísil y un obús?
No, dos armas de puño…
Aparte de aquella tradición
que ya señalamos de la policía
de simplificar su “trabajo”
con la campesina tarea de “plantar”
aunque no precisamente árboles, la
presencia real y efectiva de dos armas en
una sede política -si existieron-
no permite ninguna calificación de
“violenta” o terrorista para
dicha organización. Cae por su peso
que tales armas pueden estar allí
como herramientas de defensa (con criterios
que se podrán compartir o no, pero
habituales en la sociedad argentina).
Si el marco jurídico
en el cual se ha encarcelado a Martino
es gravísimo por como afecta y hace
escarnio de la pretendida democracia que
el sistema judicial dice defender, el marco
ideológico es todavía
más grave, si cabe.
Porque el encarcelamiento
de Martino no se lo puede dejar de ver unido
a una usina ideológico-filosófica
del estado argentino, hoy en día
tripulada por el gobierno K, y que es el
INADI. Una usina cuidadosamente fogoneada
por los dirigentes sionistas.
En el INADI hay director
general nuevo (ahora Claudio Morgado, antes
María José Lubertino). Es
indudable, por las declaraciones de Lubertino,
que finalmente no aceptó los criterios
que se habían hecho “oficiales”
a través del cuerpo de asesores de
su oficina. No sabemos si ese equipo de
análisis e interpretación,
el think-tank de la institución,
ha cambiado o se mantiene; dada la renuncia
de Lubertino, habría que deducir
que el think tank, en cambio, permanece.
Dicho think-tank
consideraba delito de antisemitismo toda
crítica tanto al racismo constituyente
del Estado de Israel como al corpus ideológico
del sionismo que vertebra a dicho estado.
Esto, que puede sonar insensato y hasta
ridículo -basta ver la cantidad de
judíos que se desmarcan del estado
israelí o que incluso lo condenan
enérgicamente como es el caso de
las redes de judíos antisionistas-,
ha sido el pan ideológico de cada
día del INADI-K.
El clima ligeramente persecutorio
a las agrupaciones de izquierda radicalizadas,
unido a la concepción “madre”
del INADI de condena previa a toda crítica
a la actuación israelí, se
han ligado con la presión indudable
del sionismo organizado que cuenta con el
apoyo de sus bases locales, que son en general
las direcciones de las principales organizaciones
de la comunidad judía argentina -totalmente
identificadas con el proyecto colonial israelí-.
La confluencia de estos tres factores parecen
estar en la raíz de semejante arbitrariedad
y lesión manifiesta de derechos políticos
básicos, como ha sido el encarcelamiento
de un “objetor ideológico”
como Martino. Es la “cabeza”
elegida con la pretensión de que
rinda como ejemplarizante.
El mismo Martino cita
al embajador-meterete en asuntos internos
argentinos, Daniel Gazit, y al vicepresidente
de la AMIA, Ángel Barman: “han
reclamado a nuestro gobierno que ‘erradique’
(con lo que significa esta palabra en nuestro
pasado reciente) a quienes levantemos la
voz contra su política.” (de
su alocución en sede judicial tras
su aprisionamiento, en mayo 2010).
Vale la pena tener en
cuenta que la crítica al Estado de
Israel no es un detalle menor, puesto que
dicho estado encarna uno de los comportamientos
más escandalosos de la humanidad
presente, un verdadero, sostenido y sistemático
etnocidio, que tendríamos que situar
junto con el destrato también etnocida
del gobierno marroquí a los saharauis,
con el racismo militante y cerril de los
wasp estadounidenses convertidos en milicianos
armados contra los mexicanos y otros mal
llamados “hispanos” en el sur
de EE.UU., junto con el arrasamiento de
etnias y pueblos no birmanos en Myanmar,
al lado del abuso sistemático de
los árabes musulmanes a las poblaciones
sudanesas rurales negras, junto con el atropello
imperialista y racista del eje anglonorteamericano
contra Afganistán primero e Irak
después, junto con el destrozo militar
con que EE.UU. en particular y otras potencias
blancas desgarran un país admirable
aunque hoy postrado, como Haití,
para mencionar apenas algunos conflictos
de los más presentes.
Nos parece de enorme dignidad
que Roberto Martino haya iniciado una huelga
de hambre contra la prepotencia institucional,
ésta sí bastante concreta,
con que se lo ha tratado
Luis E. Sabini Fernández
Buenos Aires, 19 de noviembre
de 2010.