Visita al bachillerato
de la cooperativa de trabajo Maderera Córdoba
Desde hace siete años la educación
popular avanza en la ciudad. Los bachilleratos
se lanzan como una forma de educación
“transformadora”, cercana al
alumno y formadora de “pensamiento
crítico”. La de Maderera Córdoba,
junto a la de sus estudiantes, es una historia
de lucha desde el barrio por un futuro mejor.
Sobre la avenida Córdoba,
la homónima Maderera marca su presencia
en el barrio también desde lo educativo:
al lado del local está el Bachillerato
Popular que lleva el mismo nombre. Esta
experiencia nació en 2004, inspirada
en sus precursores vecinos del IMPA y que
ya cuenta con 12 establecimientos en la
ciudad.
“Entramos a través
del Movimiento Nacional de empresas recuperadas,
que estaba junto a la Maderera desde hacía
un tiempo. El objetivo estaba en ampliar
el proyecto educativo en lo que respecta
a fábricas recuperadas”, introduce
Gastón Nicholson, uno de los docentes.
La
otra educación
En la actualidad hay cerca de noventa estudiantes
de diversas edades en las tres aulas. A
primera vista lo que se percibe es entusiasmo
y atención. La mecánica está
en trabajar con dos profesores y la experiencia
se enriquece con el intercambio de opiniones
dentro del aula: “Los mismos estudiantes
se apropian del espacio al poco tiempo de
trabajo”, destaca Nicholson. “Nosotros
damos una educación transformadora”,
argumenta el profesor Diego Morales Perrone.
Los estudiantes del bachillerato son “pibes
excluidos del sistema educativo que vienen
a buscar su título secundario”.
“Cuando el estudiante se acerca es
porque fue negado en otros lados; carga
con esa representación de la escuela”,
añade su colega Raquel Hernández.
Este proceso de volver
a las aulas para muchos chicos ha sido algo
que los marcó más allá
de los horarios de clase. “El saber
trasciende a las materias, pretendemos formar
sujetos críticos. Con el tiempo su
percepción cambia y ven la realidad
de otra forma para participar del cambio
social en su barrio”, sentencia Perrone.
“Desnaturalizamos discursos hegemónicos
sobre las manifestaciones sociales”,
añade.
“La dinámica
que viven los estudiantes de cambio, aprendizaje,
transformación y formación
también lo vivimos nosotros como
profesores; el proceso lo hacemos con ellos”,
sintetiza Nicholson. Tal es el grado de
pertenencia que se genera en los chicos
que “varios alumnos durante las vacaciones
de invierno ayudaron a terminar y pintar
las aulas”, graficaron los docentes
con orgullo.
La lucha continúa
Con respecto al Bachillerato como organización
social, Perrone define que se “diferencian
al hacer explícito su posicionamiento”.
“Nosotros aprendemos de los trabajadores
de la maderera, de cómo recuperaron
su fábrica sin patrón; lo
inédito está en que las organizaciones
sociales le disputan al estado la acreditación
de títulos, lo cual es un logró
importantísimo para el campo popular”,
expresa.
“Está reconocido
el establecimiento, pero no sus docentes”,
señala Hernández como una
“gran contradicción. En este
sentido, la situación con el gobierno
porteño tuvo su momento de acercamiento
en 2008. “Hubo una propuesta para
los equipos pedagógicos del ministro
Mariano Nadarosky pero quedó ahí”,
recuerda Perrone. “Incluso en 2009
hubo una partida para bachilleratos populares
que nunca se efectivizó”, señala.
“Hoy Esteban Bullrich
desconoce la resolución firmada por
el ex titular de la carteara educativa por
lo que entendemos que la decisión
es política. Dijeron que el sindicato
no nos iba a apoyar, cuando desde Unión
de Trabajadores de la Educación (UTE)
afirmaron que el estatuto docente avalaba
nuestra existencia. Las excusas ya caducaron”,
manifiesta Nicholson.
La disputa sobre los títulos
que otorga el bachillerato, que integra
la Cooperativa de educadores e investigadores
populares (CEIP ), parte de “entender
a la educación como una arena de
disputa, donde el Estado debería
representar los intereses de la mayoría
y no ser funcional a que un sector marcado
sea el que siempre se beneficie”.
“En la ciudad hay mucha inversión
en lo privado, en detrimento de lo público
y lo social”, concluyeron.
A pesar de esta deuda
pendiente, la cara de satisfacción
de los docentes a la hora de hablar de su
lucha y su trabajo es contundente. El trabajo
social y barrial marca una nueva forma participativa
de incentivar a los estudiantes en el marco
de la crisis que atraviesa en la actualidad
el sector: “Es cambiar 180 años
de educación en estos siete años”.
J.M.C.
La Cooperativa Maderera
Córdoba
Vicente Luis Biglia,
oriundo del campo, en sociedad con un amigo
pudo poner su propia maderera a mediados
del siglo pasado. Con el tiempo no solamente
le permitió comprarle la parte a
su socio sino que también llegó
a amasar una pequeña gran fortuna.
Por desgracia, luego de su fallecimiento
no hubo quien tomara el toro por la astas
y pronto la maderera comenzó a deberle
no solamente a los proveedores, sino también
a los cada vez menos empleados. Finalmente,
por el año 2004, los trabajadores
se juntaron y conformaron una cooperativa
de trabajo. Tuvieron un fuerte apoyo del
Movimiento de Empresas Recuperadas y a través
del Gobierno de la Ciudad y su banco pudieron
afrontar las deudas. Hoy, luego de arduos
años de lucha por conservar sus fuentes
de trabajo, sus dueños/trabajadores
pueden mostrar orgullosos a la Maderera
Córdoba como un ejemplo de las recuperadas
porteñas.
Revista El Abasto, n° 124
, septiembre 2010.