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Para mejorar como sociedad
es necesario comenzar por nosotros mismos...
En una ocasión se le
pidió a un filósofo muy respetado
que explicara cuál era el mayor obstáculo
que un ser humano tenía que superar
para vencer sus miedos: “El mayor obstáculo
siempre es uno mismo”. El filósofo
aseguró que un perro se lo había
enseñado: “Paseando por la orilla
de un río vi a un perro que se moría
de sed. El animal apenas se atrevía
a acercarse al agua, pues cada vez que lo
hacía confundía su propio reflejo
con el de otro animal. Tenía tanto
miedo a ser atacado que no paraba de ladrar
y permanecía a metros de la orilla.
Sin embargo, tal era su sed que finalmente
se lanzó al agua. Y el otro perro,
que era su obstáculo, desapareció.
Y así fue como, al en-frentarse a su
supuesto enemigo, aquel perro se venció
a sí mismo”.
Muchas veces los humanos
tenemos una actitud parecida a la del perro
de la historia: 1- Le tenía miedo a
un enemigo inexistente. 2- Pensaba que el
peligro era el otro y no se daba cuenta que
aquel que lo amenazaba era su propia imagen,
su reflejo, su sombra.
Muchísimas veces
nuestra mente está controlada por miedos
inexistentes, a veces vivimos paralizados
en el presente, porque los miedos que tenemos
con respecto al futuro nos paralizan, y generalmente
son miedos infundados, cosas que nunca van
a suceder.
La economía,
la salud, el trabajo, nuestros hijos, a veces
permitimos que nuestra mente miedosa divague
acerca de estos temas y nos entra un temor
paralizante. Es importante, apenas nos damos
cuenta, no darle lugar a este tipo de pensamientos.
¿Para que adelantarnos a algo que quizás
jamás ocurra? Jesús dijo: “No
se angustien pensando en el día de
mañana, pues el día de mañana
traerá su propia preocupación,
basta a cada día su propio afán.”
Después de todo si
pensamos en el futuro hagámoslo con
pensamientos de dicha y de prosperidad. Si
vamos a detenernos a pensar en el futuro que
sea con gratitud y fe y no con miedo.
“Mi
vida ha estado llena de terribles desgracias,
la mayoría de las cuales nunca sucedieron.”
Michel
de Montaigne
Generalmente
creemos que el verdadero peligro se encuentra
fuera de nosotros, en el exterior de nuestra
humanidad. Si bien es cierto que en este mundo
que vivimos existen permanentemente peligros
de todo tipo, que nos acechan día a
día. El mayor enemigo no está
en nuestro exterior si no en nuestro interior.
No es el otro, nuestro mayor enemigo somos
nosotros mismos.
El problema pasa por no
darnos cuenta de esta verdad. Las personas
que no ven la necesidad de cambiarse a sí
mismos y de hacerse responsables de lo que
les sucede, generalmente andarán por
la vida buscando enemigos en el exterior,
pensando que los demás son los causales
de sus desgracias. Cuando en realidad somos
nosotros absolutamente responsables de lo
que nos acontece en nuestra vida. Unos de
los grandes enemigos internos a vencer son
nuestros propios miedos.
Todos tenemos un pasado,
y en ese pasado hemos tenido circunstancias
donde hemos sufrido o padecido algo muy desagradable,
y ha quedado grabado en nuestro inconsciente.
Como no queremos volver a sufrir, nos resistimos
al dolor y de esas experiencias pasadas que
han quedado marcadas en nuestro historial
hemos aprendido a temer. Es importante identificar
que esos miedos están en nosotros.
En no querer volver a repetir la historia.
Hace poco hablé con
una persona que me decía que los gallos
eran malos porque de chica la había
picado uno. Como consecuencia de ello le tenía
miedo a los gallos y gallinas y afirmaba con
total exactitud que todos los gallos eran
malos. Esta mujer no podía ver que
no todos los gallos son malos, el problema
es que no podía ver su miedo a los
gallos. Lo mismo nos pasa en el amor, la salud,
los negocios etcétera.
Es importante ver y revisar
nuestros miedos del pasado para no traerlos
al presente y no conectarlos con el futuro.
“La
gente no puede descubrir nuevas tierras hasta
que tenga el valor de perder de vista la orilla.”
André
Gide
El cuento nos enseña
que el miedo desapareció cuando el
perro se zambullo al agua y se dio cuenta
que era todo un espejismo. De la misma forma
vamos a comprobar que la mayoría de
nuestros miedos no existen, enfrentándolos
y comprobando que todo estaba en nuestra mente.
Tu miedo termina
cuando tu mente se da cuenta que es ella la
que crea ese miedo.
Carlos
Murúa
[email protected]
FB y twitter: @muruacar
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Revista
El Abasto, n° 177, marzo 2015
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