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Nos encontramos con Ester Fleischman, del Auditorio Ben Ami para hablar sobre esta memorable sala del barrio

El teatro como algo transformador

El Auditorio Ben Ami, en Jean Jaurès 746, es uno de los espacios teatrales más antiguos del Abasto. Lleva una larga historia y ha visto los cambios culturales del barrio. Para rememorar aquellos tiempos y los actuales, junto a Ester Fleischman, actriz y una de las propietarias, recorremos esta historia que pone al teatro como eje.
   El Auditorio fue “una de las primeras salas del barrio”, asegura Fleischman junto a varios otras que aún abren sus puertas. El nombre viene del célebre actor judío Jacob Ben Ami, un referente de la época que se presentó en Buenos Aires en varias ocasiones. Ester tuvo la posibilidad de estar ahí: “Tenia diez años cuando lo vi. Él podía transmitir sensaciones hasta de espaldas”. Con respecto a la sala, en la actualidad posee 60 localidades y con la actual obra en cartel, Tribunal de mujeres, han logrado las 200 funciones; un récord para teatros de este tipo de circuito.
   La actriz Fleischman ha sido vecina del Abasto desde que nació, en Boulogne Sur Mer y Corrientes. Viene de la “vieja guardia del teatro independiente”. Comenzó su camino en el mundo de la actuación entre el ´67 y el ´68, en una sala en Sarmiento y Talcahuano. “Después viví en el interior, ahí también hice teatro”, recuerda.

Echar raíces
Según Ester, la emigración judía “tuvo una característica especial”. Por ejemplo, “el español y el italiano podían regresar. En cambio la comunidad judía no tenia esa posibilidad, por lo que se vivía en Europa”. De este modo, “las comunidades necesitaban echar raíces. Sin perder su identidad, pero con la cabeza puesta en que la Argentina sería su nuevo hogar”. En otras palabras, la actriz refiere que la comunidad judía desarrolló desde ese entonces sus creencias “dentro del barrio”.
En este contexto, entre fines de los años treinta y los cuarenta, ya había cuatro teatros de habla en yiddish debido a la inmigración europea. “La gran mayoría eran de Polonia, de Ucrania, de Moldavia”, enumera Fleischman. Asistían a esos teatros lo que la actriz califica como “público de teatro”, dado que “como ya conocían las obras, porque varias salían del repertorio universal, no les era un impedimento el idioma”. También, al haber “grandes actores, como lo fue Jacob Ben Ami, la gente del entorno se acercaba a los teatros”. En ese tiempo, también surge la Asociación de Actores Israelitas. En síntesis, la integrante del espacio teatral califica como “un teatro de colectividad” al de ese entonces.
Dichos teatros se manejaban con productores. Luego, éstos se agremiaron, “porque como en toda actividad, hay abusos”, asegura Ester. “Eran también afiliados a la Asociación Argentina de Actores. Era una mutual, había una cuota, veían que no hubiera atropellos; ante cualquier problema gremial”.

Nuevas generaciones
Con los años se dejó de hacer teatro en yiddish, que duró más o menos hasta las década del ´70. “Dentro de la comunidad, se habían adaptado a Buenos Aires y ya comprendían el idioma; había otras generaciones arraigadas”, repasa la actriz. Luego, se cedió el Ben Ami -propiedad de la Asociación de Actores Israelitas- a la AMIA. Por otro lado, Fleischman hace memoria sobre la relación entre el teatro y la mutual judía: “Había un grupo, que se llamaba Teatro Popular Judío, que actuaba en la sala de la vieja AMIA destruida. Quedaron sin sala después del atentado. Entonces nos dieron este lugar, al que acondicionamos. Con el tiempo la mutual judía nos hizo un comodato a tres integrantes del grupo. Allí está estipulado que este edificio solo se puede usar para fines teatrales”. En este sentido, Ester se alegra al afirmar que en el Ben Ami siempre están “con proyectos”. El año que viene planean “hacer una obra clásica de teatro judío”.

El teatro y el barrio
“No sólo viene público de la comunidad. Pero de todos modos estamos con ganas de integrarnos al barrio. De sumarnos en las distintas movidas”, reconoce Ester. Además, afirma que “la zona creció en el circuito cultural”. Por otra parte, ante la gran oferta de espectáculos, Fleischman reconoce: “Los teatristas del barrio nos tendríamos que juntar más. Hay que hacer un trabajo cultural muy intenso”. En este sentido, ve como una herramienta fundamental a los centros culturales: “Cuantos más haya, mejor”. “No sé si saldrán siendo grandes artistas, pero se genera un vínculo de contención. Los chicos tienen un lugar en donde estar”, asegura. Más aún, pone énfasis en el hecho de “tener amor propio por el lugar en donde uno genera cosas”. “El trabajo en un teatro o en un centro cultural es transformador”, concluye la actriz.

Juan Manuel Castro

[email protected]

Comentario de Tribunal de mujeres

El Abasto n°113, septiembre de 2009




 

 

 

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