Revista N°198

Relevancia ignorada de la ecología

Fumigación, agrotóxicos, envases, enfermedades...

La relevancia de la ecología, es decir de la conciencia de la influencia de todos nuestros actos y comportamientos en la sociedad y la naturaleza, se puede medir por el hecho de designar al frente de un ministerio del área de alguien que declara, con mayor sinceridad que solvencia, que nada sabe de eso para lo cual se lo designa.


Es una forma de decir del gobierno, que las consecuencias de los pasos que se toman le importan menos que un rábano.
No hay de qué extrañarse: el gobierno nacional ha explicitado su mayor simpatía para con el universo de las empresas transnacionales, entre las cuales los grandes tentáculos de las empresas de ingeniería genética y de las que apuestan al uso intensivo y sistemático de biocidas para el manejo de cultivos, son protagónicas. Empresas que, movidas por el lucro, no reparan en autocalificarse cultores de“agricultura inteligente”, como si la agricultura que ha alimentado a la humanidad durante milenios fuera sencillamente estúpida.


Y esa simpatía del gobierno por “la agricultura inteligente” no es sino una apuesta por una forma de producción entendida inocua y hasta saludable. Como que no provocara daño en nuestros alimentos. Como si tales biocidas, es decir matavidas, pudieran ser graciosamente dirigidos para aniquilar una larva tóxica o parásita sin atentar con otras expresiones de vida, otras especies, incluida la nuestra.


Acaba de morir Fidel Castro. Que ha sido muy ensalzado. Sin entrar en consideración sobre su significado e importancia inocultable, sí quisiera que recordáramos que Cuba fue el primer país latinoamericano, en plena era “revolucionaria”, que firmó contrato con Monsanto cuando esta empresa era ya un claro bastión de lo que bautizara “ciencias de la vida”, aunque por el manejo de los instrumentos para obtener cosechas, se la podría denominar más bien, tecnociencia sin escrúpulos para obtener sus rendimientos.


¿Y qué es lo que une al gobierno K, al de Cambiemos / Macri y al gobierno de la “revolución cubana” para, al menos, mantener un diálogo económico significativo con semejante empresa como Monsanto?


El denominador común de “la ciencia”.


Lo cual nos lleva de inmediato a detallar de qué ciencia se trata.


La ciencia invocada es una ciencia instrumental, pragmática, que se guía por resultados inmediatos y que desprecia todo lo mediato.


Podríamos decir, psicológicamente, que es una actitud infantil. Porque en cuestiones tratadas científicamente, lo mediato es fundamental.

Y, sin embargo...


Las organizaciones, a menudo públicas, estatales, que están asignadas para controlar daños ocasionables por sustancias potencialmente tóxicas, suelen controlar la toxicidad clínica, inmediata, masiva. Lo que se llama envenenamientos agudos. Pero los daños más graves suelen ser precisamente de otro tipo, no inmediato sino gestado poco a poco. Y en las sociedades actuales son mucho menos los muertos por envenenamientos, que por cánceres que son, respectivamente, los más típicos ejemplos de muertes; las primeras visibles e inmediatas y las segundas por intoxicación crónica, y por tanto lenta.


Lo que pasa con las autoridades públicas que controlan la toxicidad, se repite en muchísimos otros órdenes de la vida de nuestros pueblos.


Un ejemplo: el manejo de envases plásticos es altamente problemático y sobre todo cuando tales envases portan sustancias tóxicas, venenos. Y bien: con la “revolución” de la ingeniería genética y la invasión de agrotóxicos sobre la tierra para controlar plagas, por ejemplo, se volcaron al mercado incontables envases, generalmente de 4 o 5 litros, o de 20. Cuando uno dice “volcados al mercado” quiere decir que se le fueron endosando a cada chacarero, a cada agricultor, a cada productor rural, una cantidad siempre creciente de envases plásticos… sin destino. Por su resistencia (contenedores de venenos, no pueden ser fácilmente perforables), mucha gente se tentó en reusarlos como damajuanitas para el agua, por ejemplo. Más les habría valido rehusarlos que reusarlos. Pero la población en general no estaba preparada para manipular venenos. Y con una enjuagadita, entraban los envases a nuevos usos.


Pero la acumulación no cesaba. Y el que finalmente tenía una pila de envases vacíos de tres o cuatro metros de altura, aun después de haberle encontrado destino a los 10 o 20 primeros, finalmente los quemaba. Con lo cual “enriquecían” el aire con plástico quemado (altamente tóxico) y residuos de plaguicidas (igualmente tóxicos). De ese modo, el área afectada se ensanchaba incontrolada-mente, porque el aire todavía está (afortunadamente) fuera de control.


Y bien: la “invasión” de tales plaguicidas envasados proviene desde pleno s. XX y solo en la segunda década de nuestro siglo se aprobaron normas para el retorno de tales envases, su eventual descarte o recuperación, ahora sí a cargo de las empresas suministradoras de dichos envases y sus contenidos.


La “ventana” en el tiempo en que se estuvo contaminando el suelo, la naturaleza, los cultivos y a los más directos usuarios de tales productos se pierde en el olvido. Aunque reaparezca en ignotas enfermedades que muchos habitantes de las zonas sometidas a la fumigación con plaguicidas van a ir experimentando.


Otro ejemplo de la poca importancia que la sociedad actual otorga a los factores que se procuran entender y neutralizar desde la ecología.

 

Luis E. Sabini Fernández
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Foto: Lacapital

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