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Está ubicado en Anchorena 575 y ofrece una gama de talleres y propuestas artísticas en un viejo caserón reciclado.
El anochecer en el Abasto tiene distintos ritmos. Sobre avenida Corrientes el pulso es frenético y la coreografía de personas y autos que vienen y van da vértigo. Sobre las calles internas, los sonidos son diversos. Pueden ser marineras que salen desde los restaurantes del Corredor Peruano o unas cumbias y rock desde los bares que se llenan desde temprano y con el correr de las horas tienen su propio tono al compás de las historias que se escuchan en sus mesas. Hace cuatro años el Conventillo Cultural del Abasto (Anchorena 575), frente al ex Mercado, enarbola su propia música con ciclos de bandas en vivo y una nutrida gama de talleres. Vecinos, bailarines y melómanos celebran a sala llena.
El Conventillo se emplaza en el caserón de un piso donde Carlos Copello tuvo su escuela de tango, en ese tramo malevo y turístico del barrio. En agosto de 2013 los miembros de este proyecto cultural llegaron al barrio y luego de varios meses de obras, en noviembre ya estaban de puertas abiertas. “Entre un grupito pusimos dinero para iniciar. Fue mucho esfuerzo”, nos cuenta Ofelia Cristini, una de las fundadoras, mientras caminamos por el Conventillo y vemos el desarrollo de una clase de folclore en la sala de planta baja, con zapateos, bombo y una nutrida concurrencia de chinas y paisanos. Otra clase de percusión se desarrolla sobre el primer piso, con las ventanas abiertas, desde donde se irradia su pulso sobre el entorno del viejo Mercado.
Este comienzo modesto que refiere Ofelia se contrapone al paneo que hacemos al momento de visitar el Conventillo. Al entrar, está la sala principal de planta baja, con la barra a la izquierda y el escenario al fondo. Algunas mesas de madera son rectangulares y otras son carreteles de cable puestos en valor. Si uno mira al costado derecho encontrará una instalación con palets y una foto blanquinegra con el viejo Mercado en el centro. La evocación obrera está muy bien lograda. Son varios los elementos artísticos que nutren los muros del lugar. Al fondo hay un salón desde donde se ven los balcones del primer piso. Aquí hay murales hechos con mosaicos: una ola de varios metros de largo y rectángulos con frases como “Amor” y “Extrañarte”. “Los hicimos apenas llegamos para darle color al lugar”, agrega Ofelia.
Lo que tiene de visual el Conventillo, lo redobla en músicas y sonidos. “Escuchás folclore, marinera, los chicos del blues cuando ensayan, son un montón de actividades que conviven en este espacio”, dice Walter Centurión, otro de los fundadores de este proyecto. Él asistía a las clases de Copello y al enterarse del cierre motorizó a varios de sus conocidos para crear un nuevo espacio de arte en el Abasto. En el presente Ofelia, con lo referido a la barra y proveedores, y Walter, en cuanto a las salas y su alquiler, están junto a junto a Natalia Díaz y Evelyn Hösel, quienes se encargan de organizar los eventos culturales.
Junto a los ritmos mencionados, hay percusión con señas, estiramiento, puntas y repertorio y fileteado (incluye recorridos por murales y sitios históricos del Abasto), entre otros. También el lugar se alquila para distintos tipos de propuestas independientes.
En el primer piso la actividad continúa. Hay una sala de música y grabación. “Estaban por incorporar fotografía y filmación”, nos cuenta Ofelia. Allí también está ubicada Radio Oreja, “la voz del under”, como festejan sus hacedores. Inició en Oreja Negra, un extinto centro cultural de Palermo. Al cerrar, sus miembros se mudaron al Abasto. En el presente tiene una docena de programas en vivo y podcast (episodios grabados).
Una de las propuestas más concurridas se vive los domingos a la noche. En el Conventillo se hace la Jam Blues en Movimiento, una programación de la casa. Llevan adelante esta propuesta un grupo de músicos que se dedica a difundir esta cultura. “Entendemos que la forma de crecer es unir a los amantes del género, impulsando actividades, gestionando espacios y generando contenidos a fin de acercar a la ciudadanía a las distintas manifestaciones de este folclore vivo y vigente e impulsar una agenda de actividades artísticas, culturales y pedagógicas en los órganos de decisión pública y la sociedad civil”, aseguran al respecto.
Luego de charlar un rato con Ofelia nos despedimos de ella y del Conventillo. En la puerta, antes del saludo final, nos hace notar que unos cuantos muchachos del barrio están sobre la vereda bailando al ritmo de la clase de percusión que se celebra en el primer piso. “Esto también es parte del Conventillo”, concluye risueña Ofelia.
J.M.C.