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El célebre guionista y coautor de “Peter Capusotto y sus videos” visitó el Abasto. Dio una charla para vecinos, socios y trabajadores de la sede local del Banco Credicoop, en Corrientes y Agüero.
Son casi las nueve de la noche, pero igual la señora quiere hacer un depósito bancario. Vio que había luz y tocó la puerta. Se tiró el lance. Al otro lado, la muchedumbre reunida, por asuntos que no tienen que ver con efectivo ni cheques, estalla en risas. Lo inesperado, el equívoco, lo fuera de lugar acababa de pasar. Casi como un complot, la irrupción de la mujer hizo carne los dichos que el guionista Pedro Saborido había pronunciado un par de minutos atrás: “La risa hace bien y las oportunidades de experimentarlo en la vida cotidiana son pocas”.
“El cerebro entra en colisión, se sale de la normalidad. Es como un estornudo, una descarga, una disrupción. Es una pulsión, es un momento de abandono del control. Uno dice me reí como un idiota, no como una persona inteligente”, va a decir luego y el recato va a ser lo de menos.
Saborido, empilchado con vaqueros rotos, una campera de cuero y una gorra de “The Who”, también afirma con más sobriedad: “El humor es una forma de soportar la vida”. Estas son algunas puntas que quedan en limpio de la charla que dio el jueves 12 de octubre al atardecer ante vecinos del Abasto, socios y trabajadores del Banco Credicoop en la sucursal de Corrientes y Agüero. El clima de mesa redonda, entre saladitos con copas de gaseosa y vino, ayudó a distender y reflexionar.
En la voz de Saborido, la risa se muestra casi como un acto de rebeldía, una resistencia del individuo ante las normas sociales e institucionales: “Lo que provoca la risa es un pequeño instante de idiotez. No te controlás a vos mismo, estás fuera de vos. Antes se decía “es un plato”, tenía que ver con el disfrute, empezamos a reír y lo re gozamos”.
“Una persona se niega porque presupone que no lo puede hacer. En realidad cualquiera puede hacer historias”
Para que haya risas, tiene que haber alguien que cuente un chiste o una ocurrencia. Pedro bromea cuando le consultan cómo hace para idear personajes y situaciones. Dice que tiene dos tipos de respuesta: “La mágica, donde digo que el artista es una antena de la sociedad y tengo la real: es que vos tiraste veinte mil pelotudeces y una quedó”.
Entonces pregunta a los trabajadores del Credicoop por cuántos tipos de clientes ven al día: aquellos que vienen con mil papeles, aquellos que tienen el dinero en distintos bolsillos, los que se enojan, los que no dicen nada. Los trabajadores ríen y asienten. Reconocen que hay arquetipos para todos los gustos. Entonces, Pedro dice: “Todos miramos a la sociedad, lo que pasa es que no lo hacemos consiente. Nosotros hacemos consiente la observación porque laburamos haciendo guiones”.
“Cuando me pongo a charlar me gusta dar vuelta la conversación y preguntarle a la gente cómo es su mundo. Todos podemos tener historias en la cabeza, pero no todos lo consideramos. “Che, a ver por qué no hago un cuento” y sale. Lo que pasa es que no tenés el objetivo de hacerlo. Cualquier cosa puede servir para empezar a narrar”, agrega.
“Algo tenés que encontrar. Yo tengo que hacer un programa. Me tengo que sentar a encontrarlo. La disciplina de que aparezca algo creativo no tiene que ver con estar inspirado. La creatividad no existe, es mentira. Nos gusta hablar de la magia, Dios. Y está bárbaro, pero está el entrenamiento de encontrar. Una persona se niega porque presupone que no lo puede hacer. En realidad cualquiera puede hacer historias”.
“El peor fracaso es intentar la fórmula del éxito y que no funcione”
Saborido puso en contexto el nacimiento del programa “Peter Capusotto y sus videos”. Contó que junto a Capusotto y Horacio Fontova hicieron “Delicatessen” (1998), que se emitió poco tiempo en América. “Lo dieron de baja porque medía seis puntos, imagínate qué distintos eran los tiempos. Hoy con esa medición te quedás diez años”, bromea. Luego hicieron teatro. En paralelo, él y Diego pasaron a la efímera Rock and Pop TV. Capusotto presentaba videos musicales propuestos por Iconomidis.
“El programa no fue planeado. Ahora que lo pienso lo hicimos sin querer. Queríamos divertirnos un rato, hacer un poco de televisión, vivíamos del teatro”, añade y suma la primera reflexión: “En toda cuestión artística tiene que haber una parte de juego. No planear cómo pegarla todo el tiempo. El peor fracaso es intentar la fórmula del éxito y que no funcione”.
Saborido cuenta que cuando hacían Todo por Dos Pesos (1999-2002) no habían incursionado en la temática del rock porque pensaban que iban “a llegar a poca gente, era algo de nicho”: “La televisión te obliga a que todo sea masivo, que todos lo entiendan. Resulta que en esa confusión de lo cualitativo con lo cuantitativo –con esto no quiero desmerecer calidad de cosas masivas–, se deja a mucha gente afuera. Preguntaba por qué mi tía sabe de rating, por qué sabe si el programa que ella ve es exitoso. Ven como un valor en sí mismo que algo tenga rating. Es la sensación de que están todos pendientes de algo y que solo falto yo. Cuando vino Roger Waters no sé cuántos Rivers hizo, no sé de donde salieron tantas personas. Cuando era pibe no era tan conocido”.
“Nosotros nos desprejuiciamos de eso, no tanto en el canal de rock, sino cuando nos dijeron de ir a Canal 7 (2006). La primera tentación era “bueno, ahora abramos”, pero no abrimos. Seguimos haciendo lo mismo. El programa se expandió a otros temas. Lo que quedó fue una mirada rockera de las cosas, con humor. Entonces, el programa adquirió otros personajes”, detalla Saborido.
“Dijo que no viajaba en tren “porque estaba lleno de negros”; ahí nos miramos con Diego, era eso lo que pensábamos para Micky Vainilla”
Durante la charla se habló contra la caridad, contra el discurso imperante del poder central para hacer que la ciudadanía se sienta culpable y crea que su condición de pobreza es culpa de sus actos. En ese contexto, salió hablar sobre uno de los personajes más importantes de la dupla de autores: Micky Vainilla, el cantante de pop con ideología racista.
Saborido evoca que con Diego querían hacer “un Bob Dylan de derecha”: “Vimos que estaba lleno de cantantes de country de derecha. Entonces nos apareció, como estaba de moda Miranda!, que estaba bueno que tenga ese tono inocente como entre juguetón y libidinoso. Se armó el personaje con la excusa rara de alguien que quiere divulgar su pensamiento de manera subrepticia; las canciones son racistas y él dice que hace pop, él se hace el boludo, cada vez queda más evidente”.
La guinda del postre, el alma y la idea fuerza del personaje llegó de suerte: “Estaba editando en Barracas, haciendo el armado del programa, y en la productora había una piba que vivía en Villa Urquiza. Contaba ella que se tomaba como 14 colectivos por día para llegar de una punta de la ciudad a otra. Cuando le preguntamos por qué no tomaba el tren, dijo “porque estaba lleno de negros”. Ahí nos miramos con Diego. Era eso lo que pensábamos para Micky. Uno está en determinados círculos sociales y no concibe que alguien exprese ante otro semejante una bestialidad racista como esa así nomás. Pero pasa. Era eso lo que queríamos exponer”.
“Violencia Rivas trata de vivir en armonía con el universo, pero tiene un espíritu punk y adolescente”
Saborido deja entrever sus “aventuras” de hombre de mediana edad. Cuenta: “Cuando llamo a un call center me pongo con un libro, me leo tres cuentos de Julio Cortázar”. Otra anécdota que lo describe fuera de sus horas de trabajo: como su hijo adolescente invitaba amigos a un cumpleaños, Pedro y su esposa se encerraron en una habitación para no molestar pero supervisaban. “Ella es más de putearlos, yo tenía que salir a negociar. Tenemos que dar imagen de padres copados, me decía. Escuchabas un saxo a las tres de la mañana. Cuando pasó estuvo bueno solo rompieron un vaso”, evoca entre risas.
Estas historias las mechó con Violencia Rivas, otro de los personajes emblema del dúo Saborido-Capusotto: “Ella es el vehículo de lo que nos pasa”. “Violencia es una señora punk y tiene un espíritu adolescente, no le cabe una. Es donde más aparece lo esencial adolescente y anarquista nuestro con Diego. Creo que lo que gusta de Violencia es que ella hace lo que habría que hacer”, refiere sobre enfrentar a las instituciones y la educación impuesta en la sociedad como la obediencia a la autoridad. “El problema es que ella no soporta las consecuencias”, remata Saborido.
“Lo hicimos en una mujer. ¿Era lo mismo si violencia Rivas es un tipo? Por ahora, es un misterio. Porque hay algo que admiro de Diego, es cómo la personifica. No ves un tipo disfrazado. Ves una señora. Te olvidás que es Diego. Es ella”, reflexiona. Una de las asistentes contó que viajó a Colombia y compartió videos de Violencia con varias lugareñas. Dijo que fue un momento liberador para las colombianas ver el espíritu de “rompan todo” que evoca la creación de Capusotto-Saborido.
“Con Diego optamos la indagación de qué le pasa a una mujer. No nos detuvimos en la habitual guerra de los sexos, el chiste del tipo que levanta la tabla del baño. A veces el humor sirve para descargar algo. Esto está hecho con dos niveles. Lo de Violencia tiene poco chiste. El chiste es cuando están los animales, la parte más papanatas (cuando ella se la agarra y revolea a los animales entre monólogos antisistema). Lo que dice al principio (en general el nudo donde plantea una situación de injusticia cotidiana como las largas colas que tienen que hacer los jubilados para acceder a la salud) no es gracioso. Ella se siente atrapada. Violencia trata de vivir en armonía con el universo, pero tiene un espíritu punk y adolescente”, agrega.
Contra la meritocracia: “No te cuentan la historia del fracaso”
“Soy hijo de una generación que viene de la guerra, que nos hacían comer hasta vaciar el plato porque había gente que no tenía para comer, era esa cabeza”, cuenta Saborido sobre su infancia en Gerli. Cuenta que lo marcó mucho la primaria a donde fue: “No te dejaban ir bien vestido, era para que todos estuviéramos iguales. No me parecía mal, creo que muchos aprendimos desde chicos a no ostentar”.
Contrapuso esa educación a casos de colegios donde hay competencias para ver quién es más adinerado, de situaciones donde los maridos le dicen “jabru” (bruja al revés) a su esposa o que se alegran en forma excesiva cuando su hijo se va de excursión por varios días; ni que hablar aquellos que festejan la llegada del fin de semana como un acontecimiento liberador.
“Uno tiene que pelear contra lo que fue educado”, enfatiza y luego vira sus dichos contra la filosofía imperante del emprendedurismo: “Una vez un cuñado nos regaló un cuadro de Disney que hablaba de hacer los sueños realidad. Le dije «sacá esa mierda de ahí». Eso es una máquina de engatuzar gente. Si no sale el sueño es culpa tuya. Te dicen que todos pueden poner una cervecería artesanal y ahí ves que hay ocho en una cuadra. Te dicen que si sale algo mal es porque el emprendedor no se esforzó lo suficiente. Te ponen la culpa a vos”.
“El emprendedor es el Che Guevara de tanta virtud”, ironiza sobre la narración escéptica de casos emblemáticos: “Te cuentan la historia del que le salió bien. Te cuentan la historia de Steve Jobs ¿Cuántos Steve Jobs se la pegaron? Siempre te cuentan la historia del triunfo y no la del fracaso. Entrás como caballo. ¿Qué hacés con la persona que no tiene la capacidad de hacerlo, la matás? Se supone que debemos ayudarnos. Todos somos idiotas en muchas cosas. A mí me tienen que acompañar a sacar plata. No puedo hacer una trasferencia sin mi mujer. Todos somos el idiota de otro. Hay que aceptar que hay gente que necesita más ayuda. Me viene a hablar de meritocracia alguien que el padre le dejó tres departamentos”.
J.M.C.