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A cinco años de su inauguración, las piezas que embellecieron los puestos de libros frente a Plaza Italia, en Palermo, ahora se exhiben noche y día sobre los puentes de las calles Billinghurst y Bulnes, a la altura de las vías del tren Sarmiento.
La idea de hacer estos murales inició en 2013. La subsecretaría de Gobierno porteño, presidida por Augusto Rodríguez Larreta (hermano del actual jefe de Gobierno), hizo el pedido a las artistas Soledad Demaría y Marta Diez. Ellas coordinaron el proyecto con casi 50 artistas, quienes pintaron 56 murales en 48 puestos. Hicieron motivos avalados por los feriantes, en su mayoría homenajes a grandes literatos como Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández.
El entonces presidente de la Junta Comunal 14 (Palermo), Maximiliano Corach, había dicho sobre el resultado final: “Le cambia la cara a esta zona y la convierte en un lugar mucho más amigable para los vecinos”. Así se disfrutó durante varios años, hasta que en 2016 el Gobierno construyó el Centro de Trasbordo Pacífico.
Se instalaron nuevos puestos de libros, más compactos, para construir las plataformas donde los usuarios esperan los colectivos. Las antiguas estructuras, con los murales, fueron removidas. Muchos pensaron que las obras de arte iban a terminar como chatarra, óxido, olvido. Sin embargo, ahora son parte del paisaje barrial junto al paso del tren.
Al contactar a varios artistas, todos mostraron su sorpresa. “En serio, ni sabía qué había pasado”, fue la reacción de JP Giménez, quien nos recibió en su local sobre el primer piso de la galería Bond Street. En Palermo se encargó de hacer un homenaje a Roberto Fontanarrosa. Lo dibujó de perfil, blanquinegro, junto a Mendieta e Inodoro Pereyra, sus grandes creaciones. “Gracias, Negro”, se lee en letras aerografiadas. La placa está en la mano izquierda de Billinghurst.
El lugar luce abarrotado de enormes cuadros a pedido. Hay ídolos deportivos, escenas memorables de películas, músicos, próceres, ídolos de la cultura pop. Eso es lo que él llama “el laburo”. A lo que suma la silla reclinable donde tatúa. “Esto lo empecé después, es cuestión de ponerle ganas”. Entre bastidores, hay cuadros en óleo con escenas de movilizaciones populares, protestas, huelgas. Eso es lo que él llama su conexión con las luchas obreras, su ideología, su lugar en el tablero social y político.
Identificado políticamente con la facción de Jorge Altamira dentro del Partido Obrero, JP señala que no se siente un militante (“porque para eso necesitás formación intelectual”, dirá), pero acompaña con lo que mejor sabe hacer. Pone sus manos al servicio de la causa para hacer pintadas, murales, stencil. Hay tiempo para la difusión partidaria, pero también para la sátira política: “Cuando fue lo de Pepsico (que varios trabajadores fueron echados) se divulgaron fotos con policías que habían reprimido y se llevaban bolsas de productos, con esa idea hice una seguidilla con muchos policías llevando bolsas con el logo de AGR Clarín, Cresta Roja, Correo Argentino; todas luchas obreras”.
Uno de sus hitos fue haber hecho en 2015 el retrato de Hugo Chávez Frías que fue exhibido en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de Casa Rosada. “Fue laburo, el embajador de Venezuela en Argentina supo de mi trabajo y me contactó”, dirá él luego con humildad y también un poco de distancia. Este cuadro fue removido en febrero de 2016. “Nunca supe qué pasó, no me dijeron”, dice sin muchos sobresaltos.
Con quien también hablamos fue con Heru de Achával, quien pintó un poni lila con crenchas fucsia sobre un fono onírico y amarillo en homenaje al cuento “Los caballos de Abdera” de Leopoldo Lugones. Está al lado de Mendieta e Inodoro.
“La propuesta me llegó por un conocido de un conocido, y a la vez yo se la mencioné a otros artistas que fueron a pintar. Ya había pintado antes con los mismos organizadores en el Hospital de Niños (Recoleta), y más tarde volvimos a pintar en Primera Junta (Caballito), puestos de flores en Flores y en el IREP de Belgrano (Instituto de Rehabilitación Psicofísica)”, rememora.
“En un principio me pareció que iba a abrirme puertas, que tener algo tan vistoso y en un lugar tan transitado me iba a ayudar. Pero eso no pasó, y por el trabajo cobramos unos 500 pesos nada más. Sin embargo al dueño del puesto le encantó lo que pinté, y para mí eso fue suficiente. Lamentable-mente no pasó una semana antes de que alguien escribiese con aerosol por encima de casi todos los puestos y los arruinase. El mío y otros seis zafaron de suerte”, lamenta.
En la actualidad, Heru trabaja para el exterior de forma freelance. Le hacen pedidos particulares de ilustración. “Eso complementa bien con mis estudios. Me gustaría que alguien me vuelva a pedir algún mural”, concluye.
Cinco años más tarde, los murales que muchos daban por extraviados o destruidos vuelven al ruedo para darle al Abasto una nueva galería a cielo abierto. Para los vecinos, a toda hora.
J.M.C.
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El Paseo de las Historietas del Abasto en pésimo estado
En diciembre de 2013 dábamos la buena nueva que sobre la calle Jean Jaurés, entre Perón y Bartolomé Mitre, el Gobierno porteño había construido un paseo lleno de murales con homenajes a grandes personajes de la historieta argentina. El Cazador de Aventuras (fue tapa de aquel número), Hijitus, Mafalda, eran parte de la seguidilla. También había lugar para Batman, Superman, Spider-Man, los Hombres X, y otros musculosos for export. Ahora hay que volver a hablar de este reducto, no por el arte, sino por el deterioro. Los paneles donde hicieron los dibujos están rotos. Las filtraciones, la basura e incluso principios de incendio desmejoraron el lugar. Lo mismo vale para el túnel bajo las vías del tren Sarmiento sobre Anchorena, donde hay pinturas sobre los ídolos populares argentinos.