Adolfo
Pérez Esquivel nació
en Buenos Aires a principio
de la década del ´30.
En los años ´60
empezó a trabajar con
grupos latinoamericanos cristianos
pacifistas. En 1980 recibió
el Premio Nobel de la Paz
por sus esfuerzos en defensa
de los derechos humanos. Es
presidente del Consejo Honorario
de la Fundación SERPAJ
y de la Liga Internacional
para los Derechos Humanos
y la Liberación de
las personas, con base en
Milán, Italia, y miembro
del Tribunal Popular Permanente.
“No queremos que penalicen
a los chicos”
¿Quiere contarnos
algo de su carrera como escultor?
“Me recibí en
la Escuela Nacional de Bellas
Artes como escultor. Además
estudié y me recibí
en Arquitectura en la Universidad
Nacional de La Plata. Siempre
trabajé en mis esculturas.
Ahora estoy por inaugurar
una obra grande en España.
Para mí no hay diferencia
entre el arte y la actividad
social. Son dos lenguajes
que se complementan. Mi obra
plástica tiene que
ver con América Latina,
con lo social. Es lo mismo
con diferentes formas.”
¿Qué
lo motivó a crear la
organización que usted
preside, el Servicio de Paz
y Justicia?
“El SERPAJ fue en primer
instancia un instrumento para
la defensa de los derechos
humanos denunciando las atrocidades
cometidas por la dictadura
militar. Hoy en día
seguimos trabajando por los
derechos humanos.”
A fines de los ´70
recibió el premio Juan
XXIII: ¿lo ayudó,
de algún modo, estando
usted preso en ese momento?
“El Premio Juan XXIII
de la Paz era el Memorial
otorgado por Pax Cristo Internacional
que es un premio de reconocimiento
del Instituto de Polemología
de Barcelona. Se otorga a
las personas que se han dedicado
a trabajar por la paz. Yo
estaba en prisión durante
la época de la dictadura.”
¿Eso lo pudo
haber ayudado a seguir con
vida?
“En realidad ya había
muchas campañas internacionales
por mi prisión en muchos
lugares del mundo. De todos
modos el Memorial Juan XXIII
de la Paz también ayudó.”
En las clasificaciones
de los derechos humanos se
habla de generaciones. Primera
generación, segunda
generación, tercera
generación… ¿Qué
opina de este modo de clasificar
los derechos humanos?
“Me parece bien. No
significa que una se contradiga
con otra, son todas complementarias
en todo sentido. Son derechos
económico-sociales-culturales,
no es sólo la tortura
o la desaparición de
personas. Eso fue lo que tuvimos
que defender entonces: fundamentalmente
la vida. Hoy por hoy se están
violando los derechos a la
información: a informar
y ser informado. Esa es la
segunda generación.
La próxima que aprueba
las Naciones Unidas es el
derecho a un medio ambiente
sano. Hay gente que se está
muriendo de cáncer
por la grave contaminación
ambiental.”
Desde el derecho
neoliberal se critica argumentando
que el derecho a un trabajo
es contradictorio con otros
derechos básicos porque
indirectamente implica que
un tercero da ese puesto de
trabajo. ¿Qué
opina de ese modo de pensar?
“Toda persona tiene
derecho a un trabajo digno
y a no ser explotada. Hay
que ver las situaciones de
cada país. Es un tema
de estados. No es justo que
en un país como Haití
un trabajador gane 1,5 dólares
por día cuando en Estados
Unidos un obrero de similar
categoría puede estar
ganando 20 dólares
la hora. Una cosa es la explotación
y otra cosa el derecho al
trabajo. Estas cosas tiene
que regular el estado para
impedir que se produzca ese
tipo de explotación.”
¿Quiere comentar
algo de la contramarcha ante
Blumberg?
“Nosotros no hicimos
una contramarcha. Los medios
en forma intencionada tergiversaron
todo. Hubo una convocatoria,
que ni siquiera hicimos nosotros,
compuesta por una coalición
de jóvenes que trabajan
con minoridad. Nosotros fuimos
a apoyar al Obelisco. Primero
y principal porque no queremos
que penalicen a los chicos.
Además la pobreza no
es delito. Es una locura poner
sanciones más duras
cuando el problema es de políticas
públicas y políticas
sociales. Después pasó
lo que pasó con D´Elía.
Creo que ese día se
manifestaron tres posturas
diferentes: Blumberg fue con
la intención de lograr
penas más graves, más
duras y bajar la edad de minoridad.
Y quería la reforma
del código penal. Eso
ya lo logró y no sirvió
para nada. De la Corte Suprema
de Justicia, el juez Raúl
Zaffaroni, dice que es contraproducente.
Además se le sumó
gente de la dictadura.”
Hay que reconocer
que su discurso cambió.
Los puntos que leyeron sus
colaboradores siguen siendo
igual de reaccionarios, pero
el actual discurso de Blumberg
se ablandó mucho.
“Sí. La segunda
postura fue la de D´Elía
que fue a apoyar al gobierno.
Y la tercera era de estos
jóvenes que no pretendían
una gran marcha sino un acto
testimonial, nada más.”
¿Y se sintieron
usados o cooptados por el
gobierno?
“Sí, fue un intento
del gobierno de montarse ahí
para hacer lo suyo. D´Elía
ni siquiera habló conmigo
por teléfono. Pero
los diarios decían
que con D´Elía
estábamos organizando
una contramarcha. Ya lo denuncié
muchas veces. Fue un manijazo
del gobierno. Ni siquiera
hasta el día de hoy
intentaron disculparse. Tuvimos
que salir a defender nuestra
postura.”
Un poco típico
del justicialismo, ¿no?
“Sí, el querer
apropiarse de cosas, de montarse
en cosas. Lo mismo hicieron
en la Cumbre de los Pueblos
en Mar del Plata. Aparecieron
con el tren, queriendo meter
a Maradona adelante. También
fue a D´Elía
a quien le tuve que poner
un frenazo. Atropellando la
gente que venía de
América Latina. Con
esas actitudes no nos queremos
mezclar. Rechazamos estas
políticas porque no
nos interesan, porque eso
no construye, divide y resta.
Y la manipulación mediática
no sirve absolutamente para
nada.”
¿Qué
opina de las otras organizaciones
de derechos humanos con origen
en la dictadura?
“Todas tienen mis más
profundos respetos. Son compañeros
de muchos años de trabajo.
Hay diferencias. Actualmente
hay muchas organizaciones
que se están respaldando
más con el gobierno
y otras mantenemos nuestra
independencia. Pero todas
son respetables. No significa
que estemos en contra. Hay
opciones. No buscamos la uniformidad,
sí los mismos objetivos
que son la defensa de los
derechos humanos.”
R.S.
Revista
El Abasto, n° 80,
septiembre 2006.
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