Pasteras en argentina: tiren tiren papelitos
Aunque no sea novedad la construcción
de plantas de celulosa en Argentina,
el hecho cobra otra dimensión
a partir de los casos Botnia y Ence.
Nuestro país ahora es el objetivo
de Stora Enso. Los inversores finlandeses
están interesados en Corrientes
y Misiones para un nuevo actor de esa
industria. Se trata de un proyecto en
el que trabaja una de las principales
consultoras mundiales del sector, Jaco
Pöyry. Ya se reunieron con el gobernador
correntino, Arturo Colombi, y gestionan
para hacerlo con el misionero Carlos
Rovira. Se sabe que la planta será
similar o mayor a la que se construye
en Fray Bentos, además de equiparla
con lo último en tecnología.
Foto: www.aimdigital.com.ar
La
movida ecológico-ambiental,
potenciada desde los medios masivos,
se encuentra a partir de este momento,
quiérase o no, ante una coyuntura
evaluativa frente a la opinión
pública. La pregunta fácil
es qué nivel de reclamo se
generará entre los militantes
ambientalistas y diversas organizaciones
del mismo palo, frente a las negociaciones
en las provincias del noreste, y hasta
dónde habrá coherencia
de acción en el mismo.
Pero
también cabe el interrogante
de saber si esta jugada finlandesa
se conocía de antemano en los
altos estamentos nacionales. No sería
extraño que un gobierno pseudo
progresista como el argentino, que
se mueve de acuerdo al “termómetro
popular”, haya utilizado el
caso uruguayo como tanteo de niveles
de oposición (o no) ante el
arribo de una industria contaminante
descartada por los países desarrollados
y que quiere hacer pie en la periferia
del mundo.
El
intento que fracasó en Entre
Ríos durante la década
de los ’90, y el cual Jorge
Busti aplaudió a rabiar, se
cristalizó en Fray Bentos en
2005. Este no es un dato menor. Con
excepción de algún grupo
de entrerrianos, ¿cuántos
sabían de aquella posibilidad?
Es que en las épocas plásticas
del menemismo y su uno a uno no hubo
lugar para atender estas cuestiones.
Apenas el acto fallido – y negocio
cumplido – de limpiar el Riachuelo.
Ahora
bien, ¿cuántos de aquellos
protagonistas de los ’90 pasaron
a retiro? Ninguno. Sin ir más
lejos el mismísimo Presidente
Kirchner, otrora gobernador santacruceño,
tramitó la mayor cantidad de
negocios para la explotación
minera por entonces. Otro es su copartidario
José Luis Gioja, mandamás
sanjuanino, quien hace la vista gorda
a la Barrick y su minería a
cielo abierto que va cumpliendo con
la desaparición sistemática
de más de 40 glaciares en Veladero
– Pascua Lama y la contaminación
con cianuro. Más al norte,
está el ex menemista Juan Carlos
Romero y su Salta la linda, devastada
por los efectos de la deforestación
a mansalva. Cuenta de ello dan las
inundaciones en Tartagal, por ejemplo.
Y ni hablar de la contaminación
industrial de las aguas y sus derivaciones
sanitarias en General San Martín
y General Mosconi, sin control cuando
la privatización de YPF.
Sumar
a este humilde raconto las movilizaciones
en Esquel, también por la problemática
minera, y los reclamos de los pueblos
originarios despojados de sus territorios
para la explotación del suelo
en pos del monocultivo sojero y forestal,
debieran poner en la sociedad una
luz de alarma. La cuestión
está clara desde el vamos y
desde siempre: el dinero, los intereses
foráneos y el poder a costillas
del medio ambiente y la salud del
pueblo. Después se rasgan las
vestiduras y proponen un Gran Bonete
Nacional.
(...)
El 5 de abril se destacó “la
complicidad de los distintos gobiernos
democráticos, que (...) han
sido muy contemplativos en las cuestiones
legales con las papeleras, con las
tres papeleras que tenemos aquí
en la provincia de Misiones”.
Antes, Paraguay había efectuado
denuncias ante el gobierno argentino
por la alta contaminación provocada
por ellas. Dos días más
tarde, un artículo propuso
analizar el verdadero sentido de un
estudio de opinión realizado
por docentes e investigadoras de la
Universidad Nacional de Misiones,
en el que Corrientes y Misiones anticipaban
claramente la maniobra que hoy es
un hecho en sí mismo.
Los
fundamentos son siempre los mismos:
“(...) esta actividad se presenta
como una alternativa productiva, por
los beneficios que genera. Esto se
debe a la extensa cadena que motorizan,
a la capacidad para saciar necesidades
básicas al generar productos
de uso diario para la vida del hombre,
y a la ventajosa amigabilidad con
el medio ambiente, puesto que el cultivo
de bosques quita presión sobre
la masa boscosa y selvática
autóctona, produciendo a su
vez, y en forma natural, una serie
de servicios ambientales a la sociedad
(...)”. Siguiendo esta línea,
sólo resta escuchar alguna
voz del grupo inversor vanagloriando
la “docilidad” de los
gobiernos de estas latitudes, tal
cual lo hicieron los capitalistas
suecos en Durazno, Uruguay, cuando
presentaron el tercer proyecto de
pastera en el país hermano.
Se cerraría entonces el círculo
perverso que desenmascare definitivamente
el ínfimo interés por
la cuestión ambiental de este
gobierno y su corte obsecuente, sólo
interesado en que las evaluaciones
de rigor previas y protocolares sean
cumplidas para avanzar sin oposición.
Tanto
Colombi como Rovira ya pusieron todas
sus cartas en la industria. Se valieron
de la cercanía con el Presidente
de la Nación y su silencio,
de los sondeos de opinión armados
por las Universidades y de la desinformación
propiciada por los grandes medios
(locales y nacionales). Caso contrario,
¿cómo se entiende el
siguiente fragmento del citado estudio?:
“(...) Analizando este resultado
con la coyuntura actual, - infiere
la publicación – marca
una gran diferencia con lo que se
manifiesta en la región, en
la comunidad vecina de Gualeguaychú,
Entre Ríos, que rechaza las
inversiones de celulosas que se instalarán
en Fray Bentos, Uruguay, desconociendo
aún el impacto positivo que
podría acarrear la instalación
de estas plantas a la comunidad y
a una distancia de 35 Km (...)”.
¿Por qué no creer entonces
que todo lo actuado por el gobierno
central, cancillería y demás
es una opereta montada a partir del
efecto Gualeguaychú? ¿Por
qué no desconfiar en los amagues
de ruptura de Uruguay con el Mercosur?
¿Por qué no desconfiar
de cualquier arrebato marketinero
de las grandes organizaciones ecologistas,
actuantes sobre “lo que está
pasando” y no sobre “lo
que pueda venir”? ¿Cómo
no pensar en los porqué de
este nuevo desembarco, justo en plena
fiebre mundialista futbolera? ¿Cuándo
los medios darán la lista de
las empresas contaminantes en la cordillera,
en la Patagonia, en el noroeste, en
el Litoral y en el Gran Buenos Aires?
¿Por qué no levantarse
ante el lenguaje ambiguo de la administración
K? Seguir dudando ante semejante realidad
es una ingenuidad que nos seguirá
hundiendo en la miseria intelectual,
espiritual y material, mientras los
mismos de siempre alargan su fiesta.
Aldo Ferrante,
Agencia Walsh
Bs. As. 23/05/06
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