La
política que se fue
dando post-Cromañón
le está jugando una
mala pasada al comercio y
la cultura barrial, de un
modo similar que el atentado
a las Torres Gemelas propició
la política genocida
de Bush. ¿Será
una cuestión del azar
o algo sistemático?
Metodología
de la derecha
Desde que se impuso con sangre
el neoliberalismo a fines
de los ´70 la brecha
entre ricos y pobres aumentó
de manera brutal, con un gran
refuerzo en la época
menemista que culminó
de algún modo robándole
a los pequeños sus
ahorros para beneficio de
los grandes (bancos). Los
grandes capitales, las grandes
corporaciones, las importantes
marcas, los shoppings y los
supermercados fueron reemplazando
a los pequeños talleres,
estudios, comercios y los
almacenes barriales. En el
ámbito de la cultura
se refleja lo mismo. La empresa
Blockbuster (en inglés
es una “bomba aérea
capaz de devastar una gran
área”.) vino
con la finalidad de difundir
en primer lugar ideología:
películas yankis con
todo el packaging correspondiente,
sabiendo por cierto que eso
es redituable (lo cual es
la primera consigna de su
ideología) luego el
bombardeo televisivo con las
cadenas de cable que impusieron
la misma programación;
así los cines barriales,
alternativos o los videoclubs
de barrio tuvieron momentos
difíciles. Tanto que
hoy, por ejemplo, el cine
Cosmos decidió cerrar
por falta de concurrencia.
Podríamos dividir,
grosso modo, la vida teatral
entre el circuito comercial
de la Calle Corrientes y el
off, o alternativo, que está
representado por las pequeñas
salas de las cuales muchas
son de nuestro barrio. Del
mismo modo, grosero, hay boliches
grandes, establecidos de gente
acaudalada y que dan muy altos
dividendos y lugares más
under, más pequeños.
Y así con todo. Con
la prensa pasa exactamente
lo mismo: por un lado están
los medios masivos cuya misión
principal es la desinformación
mostrándonos lo que
ellos (y el poder) consideran
esencial y por otro los medios
más pequeños,
alternativos y/o barriales.
Acá puede que la falta
de dinero juegue en contra
en algunos sentidos pero intentamos
cubrir aquello que tenemos
de cerca, incluso, muchas
veces sin olvidar que en lo
chico se refleja lo grande
(y viceversa). Lo más
masivo necesita trabajar con
las grandes figuras establecidas
y con productos probados y
recontra estudiados para que
no se produzcan pérdidas
sino todo lo contrario, así
la empresa continúa
dejando ganancias. Los pequeños
espacios, por lo general suelen
estar predispuestos a experimentar
y muchas veces se animan a
presentar lo que otros no
se atreverían. Sin
mencionar las amistades entre
capital y política
y sus conexiones corruptas.
La
gente vive tanto de las grandes
corporaciones establecidas
como de la biodiversidad autogestionada.
Por cierto que los modos de
producción son otros,
el trato es diferente y la
dignidad por decantación
cambia. A través de
difusores de ideología
de los medios masivos de desinformación
se nos suele explicar que
las grandes empresas o corporaciones
“le dan puestos de trabajo
a mucha gente”, del
mismo modo que se nos explica
que “un latifundio da
de comer a muchos (a la vez
que sube el PBI)”; olvidándose
fríamente de que muchos
chiquitos son mucho más
que un grandote. Porque si
sumamos la cantidad de gente
que vive de los pequeños
teatros, cafés, centros
culturales y medios de corto
alcance sin duda llegaríamos
a la conclusión de
que el, llamémosle
under, da más empleo
de lo que pensábamos.
Lo mismo pasa con el terreno
del monocultivo latifundista:
si permitieran que continuaran
viviendo familias, cosechando
un poco de albahaca, papa,
cebolla, y otros alimentos
además de tener un
par de gallinas, ovejas y
vacas, como para el autosustento
y para llevar a intercambiar
a un mercado, no solamente
encontraríamos alimentos
más sanos sino que
también notaríamos
que esa economía doméstica,
si se quiere, que no entra
en los números del
PBI existe, y de ella viven
muchas familias. Aunque cada
vez menos, y en general son
sacados de sus lugares a la
fuerza aún hoy , 120
años después
de la llamada Conquista del
Desierto; otro gran genocidio
argentino.
Volviendo
a la ciudad y en lo que a
nuestra revista y nuestro
barrio más le toca
de cerca, al mundo de la cultura
y el comercio. Cromañón
marcó un antes y un
después. Antes de la
tragedia de Cromañón
se aceptaba, medianamente
espacios diferentes, personalizados,
porque de algún modo
ningún funcionario
quería ser culpable
de engrosar las enormes filas
de desocupados, para peor,
combativos y convertidos en
piqueteros. Después
de esa catástrofe la
política de tolerancia
hacia lo micro se endureció
de tal modo que sirvió
al poder del mismo modo que
el atentado a las Torres Gemelas
le fue útil al establishment
bushiano para controlar, reprimir
y bombardear. Acá la
cuestión no llegó
a esa sanguinaria magnitud,
pero se desató una
ola de controles, de clausuras,
imposibilidades que influyen
y modifican nuestro entorno.
Las exigencias son europeas,
la realidad es latinoamericana.
El actual gobierno está,
consciente o inconscientemente,
ayudando a las grandes empresas
en su afán de ganar
mercado, quitándoselo
a los chicos. Porque, como
diría el Tao, lo que
cargás a un lado se
lo quitás al otro.
Tal vez ésa sea la
razón por la que se
demoraron inusualmente los
pagos por las pautas a los
medios vecinales donde presión
de por medio pudimos cobrar
al menos algunos meses. La
gente del rock que se había
encontrado sin lugar donde
tocar pudieron en su momento
conseguir el Espacio Julián
Centeya de la avenida San
Juan donde los músicos
lograban llevarse unos pesos.
Hoy eso se lo quitaron. Cada
vez hay más bares cerrados
por falta de habilitación
o lugares que andan a media
marcha porque la habilitación
se rige por un texto escrito
hace casi un siglo que no
contempla todas sus actividades
(por lo tanto las prohíbe).
Y así hay teatros que
no han podido o querido seguir
sosteniéndose con tanto
“viento en contra”.
Todo esto toca de cerca a
músicos, artistas,
actores, directores, editores,
diseñadores, volanteros,
mozos, bartenders, periodistas,
webmasters y muchos otros
con una economía reducida.
Esto repercute en, por poner
un ejemplo, que imprentas
tengan menos trabajo, lo cual
repercute en que el transporte,
los peajes, las papelereas,
y tantos otros se vean afectados.
Porque el cálculo es
simple. La gente consume.
Con el dinero que va a una
gran empresa se pagan sueldos,
proveedores y otras yerbas
pero deja una suculenta ganancia,
y aun así quedara en
el país por no ser
extranjera, no la vemos porque
está tras las rejas
de un country o en una isla
inaccesible para vos y para
mí.
En
cambio en emprendimientos
(de escala humana), micro,
pymes, under, asociaciones
de otro tipo como las que
venimos mencionando el dinero
además de servir para
sueldos, proveedores y otras
yerbas en general sigue rondando
nuestros alrededores. La ganancia,
si la hubiera, se suele reinvertir,
o sirve para comprarse la
casa, el auto o un viaje dándole
trabajo a gente que vemos
todos los días. Con
lo cual lo que está
pasando hoy es que mientras
quitan las ganas y las posibilidades
de la autogestión y
de la autogeneración
quitan fuentes de trabajo
e incrementan indirectamente
el lucro de las grandes empresas.
Teniendo en cuenta que el
dinero de lo autogestivo queda
en circuitos locales lo que
hacen desde el gobierno en
definitiva cuando clausuran
por boludeces, quitan subsidios
coherentes, o no
pagan a los proveedores
es robarnos a todos.
Rafael
Sabini
Bs. As. 18/8-2006
La imagen es
de modo ilustrativo y viene
de img126.exs.cx
|