El
corazón del Abasto late en
lunfardo

Casi nadie ha discutido que, con el
estreno de “Mi noche triste”,
el tango de Pascual Contursi que cantó
Carlos Gardel en 1917, quedó
inaugurada la época del tango-canción.
Por fin, según una vieja frase
feliz, el tango había subido
de los pies a la boca. Más
aún, se llenó la boca
de chamuyo lunfardo.
El
vocablo augural de toda una situación
humana que cantará el tango
con insistencia, ha de buscarse en
el primer verso: “Percanta que
me amuraste”. En ese término
“amurar”, está
el alma de este primer poema orillero
de la soledad y el desamor.
Tan vieja como el corazón humano,
la situación queda maravillosamente
definida por el vocablo “amurado”,
porque él da idea casi física
de lo que ha quedado al margen, como
fuera del camino, mientras el mundo
sigue andando, como suele decirse.
Posteriormente, a través de
las letras de tango, Gardel expresó
en lunfa todas las gamas del sentimiento
humano.
De
más está decir que fue
una jerga que mamó en el Abasto,
cuando el tramway a caballos acompañaba
la transformación de un suburbio
de grandes quintas y restos de chacras
coloniales, y se instalaban en los
alrededores del mercado almacenes,
cafés e inmigrantes.
Creo
oportuno citar una conocida anécdota
de él, relacionada con el famoso
dramaturgo Jacinto Benavente, quien,
en ocasión de su visita a Buenos
Aires en mayo de 1922, le preguntó
si el lunfardo era lenguaje corriente
en la ciudad, a lo que Gardel contestó:
“Mire Don Jacinto, en el trocén
no tanto, pero en los riobas hay cada
orre que chamuya al vesre que no lo
embroca ni Mandrake.”
Porteños y yorugas utilizan
diariamente el lunfardo para expresar
diferentes emociones: mina, laburo,
pálida, berretín, chamuyo,
cana, trucho, bacán, guita,
escrache, son parte del vocabulario
cotidiano, tan cotidiano que algunas
palabras hasta perdieron su connotación
pecaminosa.
En Lunfa batimos
con fuerza propia nuestros más
hondos sentimientos familiares y expresamos
toda la gama de emociones que despierta
la relación hombre –
mujer. En lunfa batimos nuestra nostalgia
de tiempos idos y nuestra esperanza
en el futuro, en Lunfa le cantamos
al “barrio”, ese pedacito
de nuestra ciudad que es más
nuestro que ninguno...
Por eso en lunfa elevo esta:
Canción para mi lunfardo
Lo hallé enredado en arpegios,
lloraba amure en un tango.
Su voz, -melange de razas-,
al compás del dos por cuatro
estiraba en arrabales
su raíz de cielo y barro,
-canyengue como milonga,
pulenta como un abrazo-.
Fue casi al llegar al fondo
de alguna yeca perdida,
donde un farol alumbraba
malevos y fulerías
que escolaseaban la vida
sobre la cruz de su esquina.
Cuando lo encontré esa noche
rantifuso, espamentero,
me fue copando su estilo
curda de mugre y misterio.
Después, se sentó a
la mesa,
-igual que un duende travieso-,
de cambas que giros lunfas
ortibaban sin saberlo...
...Siempre trepando prejuicios
con afán de rascacielo
(Es que la ciudad torraba
cansancios de yotivenco
y la luna le ponía
zarzos de plata al silencio).
Yo..., sentí latir en lunfa
mi corazón de porteño.
Con esmeriles de orfebre
fui limándole cadenas
que deschavaban la impronta
de su prosapia canera
y...juné que entre barrotes
florecía una violeta.
Lo seguí, ladero, al barrio
a taquear el sortilegio
de veredas y zaguanes
luciendo tamangos nuevos...
El le prendió a las catrielas
flores de patio en el pelo,
entreverado a la parla
de gaviones chamuyeros.
Hasta que..., tras yirar tanto
con su musa a ras del suelo,
llegó a tocar las estrellas
su lirismo de alto vuelo.
Y...,¡ me lo traje conmigo
en las alas de unos versos!
Envío el dr.
Bilardo.
Bs. As. 11/6-2006
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