CARTAS
DE LECTORES
Querido pasquín:
Mande nomás la gacetilla. Aprovecho
esta oportunidad para contarles sin
el más mínimo cumplido
que disfruto muchísimo la revista.
Estoy viviendo en La Plata, pero como
trabajo en la escuela Nuestra Señora
Del Valle (soy maestra de música),
tuve el honor de encontrarme ya hace
tiempo con El abasto. ¡Me fascina
la franqueza de la idiocincracia de
las notas!, ¡Me hermano absolutamente
con el lenguaje directo, contundente
y no por eso nada liviano con que
redactan cada nota!. La verdad que
es una alegría afanarme como
corresponde cada mes un ejemplar cuando
la revista llega a la escuela y ponerle
más que un poco de onda al
viaje en tren, a mi gripe del mes
pasado y cuando llego a mis pagos
pasársela a mi querido hombrecito.
También les cuento que con
los chicos de la escuela (6to grado),
estamos armando un informe acerca
de "contaminación sonora",
que como podrán saber es un
tema grosísimo. Están
armando el diseño con la profe
de infomática, así que
cuando salga del horno se lo alcanzamos
y francamente sería un honor
y un estímulo muy grande para
los chicos si por supuesto con tiempo
y de acuerdo a la temática
elegida del mes se pudiese publicar.
De las
muchas cosas que leo, "El Abasto
es una de las pocas"... y aunque
sea una frase bizarrísima:
¡gracia' po' se' como só'!
¡Cariñazos!
Yemina Alberti
[email protected]
YEMINA:
Gracias por los cumplidos. Caminar
por la cornisa no siempre es fácil.
Hay un estereotipo de periodismo barrial
que no seguimos, por lo cual a veces
cosechamos broncas. Respecto al trabajo
del sexto grado, será un gusto
leerlo y encontrarle un espacio en
nuestras páginas.
Saludos
Rafa
¿Y con los jubilados?
Señor Director:
La Sociedad Argentina de Gerontología
y Geriatría (SAGG) advierte
con estupor la persistencia de la
indignante política hacia los
adultos mayores, jubilados y pensionados,
que son considerados la variable de
ajuste de los planes económicos
haciéndoles perder sus derechos
humanos básicos. Exhortamos
al Presidente de la Nación,
a sus Ministros, a la Corte Suprema
de Justicia y a los Senadores y Diputados
a reponer en vigencia sus derechos
constitucionales.
La moral y la ética exigen,
para que más del 10% de la
población total del país
de mayores de 65 años puedan
envejecer con dignidad y justicia
social:
a. Derogar la eufemística y
burlescamente llamada "Ley de
Solidaridad Provisional Nº 24463"
(Ley Cavallo 1995).
b. Recálculo de los haberes
iniciales, de las prestaciones compensatorias
y por permanencia, tal como falló
la Justicia en distintas instancias.
c. Reintegro del 119% perdido desde
el año 2002, y lo adeudado
retroacti-vamente en las jubilaciones
mayores de la mínima.
d. Restablecer la movilidad de las
jubilaciones (Art. 14º Bis de
la Constitución Nacional).
Así, nuestros mayores podrán
acceder a la calidad de vida por la
que bregamos y a la que tienen derecho
inalienable.
Dr. Isidoro Fainstein presidente
Dr. Noé Vinocur
secretario general
[email protected]
Comentarios sobre el fazo
1°) La lectura de un par de ejemplares
me han dado la pauta de la capacidad
periodística de la dirección
de esa revista que amerita estar al
frente de gran editora pero su carácter
indepen-diente no aceptaría
ajustarse a los lineamientos de la
misma. ¿Me equivoco?
2°) “La marihuana es interesante,
sobre todo; no hay sobredosis. Si
te pasás de rosca, te vas a
dormir y no pasa nada. Está
bueno porque nos permite irnos de
viaje, prácticamente sin costo
para nuestro organismo como con el
alcohol.” (Orge, pág.
16, El Abasto n°76). No es así
de fácil. Ya que un consumidor
joven y sano por exceso puede sufrir
baja de presión, sudoración
fría y si se encuentra en reposo
en una cama está con cada "bombazo"
que da el corazón, se mueve
de manera evidente, y esto no es ocasional,
ya que en el ambiente de los "pasajeros
a Marte" en Colombia esta situación
es llamada "la pálida".
El exceso puede afectar el desempeño
en el trabajo, pero esto se controlaría
con duchas de agua fría; como,
por ejemplo, un tipógrafo de
un matutino ecuatoriano quien pese
a llevar diecisiete años de
consumo diario con este método
hacía su labor correctamente.
Estoy hablando de otra época
en la impresión. Y sin ir tan
lejos acá en el desaparecido
vespertino La Razón, un jefe
de sección intelectual tenía
que ir con frecuencia al baño
a poner la cabeza bajo el agua fría
para poder mantenerse lúcido
y no correr el riesgo de perder su
trabajo.
La marihuana da hambre, y mucha por
cierto, y si no se tiene un dinero
para calmar esa ansiedad es molesto...
muy molesto.
Atte. Mazir
Entiendo que su experiencia hace
que no tome tan a la ligera el tema
de la marihuana como nuestro entrevistado
del número pasado, el músico
Orge. Respecto al punto 1°) No
entiendo adónde quiere llegar.
¿Somos buenos periodísticamente
pero la independencia impide algún
lineamiento?
El final de su carta entiendo hace
referencia a que la marihuana no es
una droga para los más reventados
y desclasados. Sabemos que intensifica
los sentimientos, incluso los del
hambre, pero comer debemos comer todos
y que haya gente que no tenga ni para
morfar es otra milonga; mucho más
criminal que la falopa en sí.
Rafa
Tócala de nuevo Sam
Rafael (y todos) ¿qué
tal?
Estuve muy descortés al no
agradecerte la publicación
de "Tócala de nuevo Sam".
Tengo sólo una excusa: estuve
muy descortés. En tu conversación
hiciste referencia a los otros cuentos
enviados al concurso. "Tócala..."
es el único contemporáneo
que (a mi entender) no es sólo
ingenioso, muestra personas y actitudes,
encantadoras o repulsivas, pero íntimas,
queribles. Es triste decirlo: esos
cuentos no reflejan mi universo presente.
Te mando uno en sustitución;
si te parece publicable avisame para
no mandarlo a concurso, si no te gusta
enterralo con los otros. De más
está decir que me interesa,
a vuelta de correo, tu (su) opinión.
Saludos
Carlos Adalberto Fernández
[email protected]
Buen cuento. Espero que pronto
podamos publicarlo.
Rafa
Intriga futbolera
Hola Gente, como va? (Aviso trucho).
Como siempre, los dejare con una reflexión
sobre una contradicción cotidiana:
Situacion: Uno va a jugar a la pelota
con amigos. Ahí toma la pelota
con la mano (si fuera en un momento
arquero), cae al piso, etc. y todo
esto en una cancha donde los jugadores
escupen, largan sus mocos y caminan
(con las mismas zapatillas que, tal
vez, se encuentren impregnadas de
algún desperdicio canino).
¡Si luego del partido yo le
doy la mano al oponente y abrazo a
mis amigos, entonces soy un tipazo!
¡
Pero si termino de mear y no me lavo
las manos, nadie se acerca como si
fuera un leproso radiactivo! ¿Puede
alguien explicarlo?
Anibal Kolker [email protected]
Revista El Abasto, n° 77, junio
2006
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